Sanciones

Ruanda se convierte en el primer país africano en "sancionar" a un país europeo

El país africano ha decidido suprimir su programa de cooperación bilateral con Bélgica

El presidente francés, Emmanuel Macron, a la derecha, recibió al presidente de Ruanda, Paul Kagame, a la izquierda, para una cena con líderes de los estados africanos, en el Palacio del Elíseo, en París, el lunes 17 de mayo de 2021
El presidente francés, Emmanuel Macron, a la derecha, recibió al presidente de Ruanda, Paul Kagame, a la izquierda, para una cena con líderes de los estados africanos, en el Palacio del Elíseo, en París, el lunes 17 de mayo de 2021Thibault CamusAgencia AP

En ocasiones, desde Europa cuesta comprender la intensidad de los cambios que están moviendo desde hace varios años en el continente africano, si no todo el planeta. Dinámicas que venían repitiéndose desde hacía siglos llegan a su brusco final en cuestión de pocos años, puede que meses. Es importante observar estos cambios y hacer caso de ellos para comprender el mundo que nos rodea e impedir que nos devore. El último de estos cambios viene con un hito que nunca se había dado, hasta ahora: un país africano ha "sancionado" a un país europeo.

Ruanda ha sancionado a Bélgica. En un comunicado emitido por el ministerio de Exteriores ruandés, el país africano criticaba la postura adoptada por la nación europea en lo referente al actual conflicto en República Democrática del Congo. “Bélgica ha tomado la decisión política de elegir un bando en este conflicto, lo cual es correcto, pero politizar el desarrollo es claramente incorrecto. Ningún país de la región debería ver en peligro su financiación para el desarrollo como herramienta de apalancamiento”. De esta manera rezaba el comunicado, haciendo una alusión directa al procedimiento iniciado por Bélgica y que pretende convencer al resto de países de la Unión Europea de que interrumpan todos sus acuerdos de desarrollo con Ruanda, acusando al país africano de ser el principal instigador del conflicto congoleño. Los ruandeses aseguraban que “Ruanda no será intimidada ni chantajeada para comprometer la seguridad nacional” y añadía una lista de motivos que, según ellos, comprometen la seguridad de su territorio, todos ellos procedentes del país vecino: República Democrática del Congo. En definitiva, el comunicado anunciaba la suspensión del programa de ayuda bilateral 2024-2029, firmado el año pasado entre los dos países. Si bien es cierto que esta “ayuda bilateral” venía con un peso económico mayoritario por parte de los belgas, antes que de los ruandeses (que son quienes recibían la ayuda económica) es importante destacar por qué se puede considerar esta decisión como una sanción, antes que el simple rechazo de la ayuda belga para el desarrollo.

Un chantaje humanitario

Es de sobra conocida en el continente africano la realidad que expone el comunicado, en la que los gobiernos e instituciones occidentales se han valido (no pocas veces) de sus programas de ayuda para exigir a los gobiernos africanos que cumplan con agendas que han sido dictadas fuera del continente. El gobierno de Uganda, por ejemplo, ya denunció en 2023 junto con el gobierno de Burundi un “chantaje” llevado a cabo por Occidente a la hora de condicionar su ayuda en base a las leyes que otorguen mayores derechos al colectivo LGTBI. En este caso, los occidentales condicionaron la ayuda Uganda, siempre que los ugandeses desarrollen leyes que beneficien a este colectivo; una ruta contraria a la política abiertamente anti-LGTBI que promueve el gobierno ugandés. Níger también expulsó recientemente a todos los trabajadores extranjeros de agencias no gubernamentales, siguiendo una línea de pensamiento cada vez más común en los países afectados por el terrorismo islámico en África Occidental, una línea de pensamiento que señala a las oenegés extranjeras como fuentes de financiamiento para los terroristas a quienes combaten.

Una búsqueda rápida en Internet, o mejor, cualquier conversación con un africano, demostrará este pensamiento: que Occidente se sirve de la ayuda al desarrollo para imponer sus propias condiciones e intereses a los países africanos. Otro ejemplo pudo hallarse en Mali, tras el comienzo de la guerra de Ucrania. Entonces, el gobierno francés obligó al gobierno maliense a escoger entre la cooperación militar con Rusia o la cooperación militar con Francia. Es decir, que los franceses comunicaron a los malienses que toda ayuda francesa para combatir al terrorismo se detendría si los gobernantes de Mali continuaban su asociación con el Grupo Wagner. En este caso, los malienses optaron por continuar su asociación con Moscú y suspender la que llevaban con París, y el resto de lo que sucedió es historia conocida. Tras esta decisión, y siguiendo los golpes de Estado que afectaron al Sahel en los años posteriores, Francia ha perdido toda su presencia militar en sus antiguas colonias de África Occidental. Incluso la expulsión de las tropas estadounidenses estacionadas en Níger en 2024 se debió a las presiones impuestas por Washington para evitar que se crearan nuevos lazos entre la junta militar nigerina, Rusia e Irán. Nuevamente, los occidentales fueron expulsados como respuesta a estas presiones.

También se pueden resaltar las últimas noticias vinculadas a USAID (programa de ayuda norteamericano), donde congresistas estadounidenses han reconocido públicamente que sus ayudas fueron destinadas en ocasiones al financiamiento de grupos terroristas. En palabras de Scott Perry, congresista republicano, "697 millones de dólares anuales [sirvieron para financiar] a ISIS, Boko Haram, ISIS-Jorasán y campos de entrenamiento para los terroristas. Eso es lo que está financiando".

Independientemente de la razón o falta de razón que pueda tener el gobierno de Ruanda a la hora de afrontar la crisis congoleña, no cabe duda de que este último gesto frente a Bélgica supone un poderoso precedente en el continente africano. El comunicado asegura así que “las medidas unilaterales sólo pueden interpretarse como una interferencia externa injustificada que socava el proceso de mediación liderado por África y, por lo tanto, corre el riesgo de retrasar la resolución pacífica del conflicto”, haciendo referencia a la cuestión que trata este artículo.

Se acumulan los ejemplos de países africanos que responden a las presiones de Occidente, deshaciendo lazos y optando por asociarse con terceras naciones, sin ningún otro resultado que una pérdida de la influencia europea en África en particular y en el mundo en general. Ruanda cuenta hoy con poderosos socios no europeos, como podrían ser Emiratos Árabes Unidos o China. Si la ayuda de Europa resultaba fundamental para el desarrollo de las naciones africanas en el siglo XX, esta necesidad se ha reducido con la entrada de nuevos y poderosos actores en el terreno cuyas condiciones son más favorables para las ideologías africanas y sus propios gobiernos. En el caso chino, puede destacarse la política de los “cinco noes”, que se compromete a no ejercer ninguna interferencia en la forma en que los países africanos siguen sus caminos de desarrollo; ninguna interferencia en los asuntos internos de un país; ninguna imposición de la voluntad de China a los países africanos; ninguna imposición de condiciones políticas a la asistencia a África; y ninguna búsqueda de ganancias políticas egoístas en la cooperación en inversión y financiación.

Rusia, por otro lado, que se está mostrando como un actor de creciente relevancia en África, se distingue de Europa en una cuestión muy importante. Esta sería que, mientras que los países europeos procuraron forzar una salida de las juntas militares del Sahel, apoyando las sanciones impuestas por la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), a Rusia le importa bien poco que estos países estén gobernados por militares o no.

Es evidente que Occidente tampoco ha tenido problemas a la hora de colaborar con gobiernos autoritarios hechos a nuestra medida, siempre y cuando no se salgan del camino establecido. Prueba de esto último es el caso de Ruanda. Paul Kagame lleva gobernando el país de forma indiscutible durante los últimos 25 años, siendo múltiples y provechosas sus relaciones con Europa, incluyendo a Bélgica. Sus acciones en suelo congoleño tampoco son una novedad, ya que se remontan a los años 90 del siglo pasado. Pero ha sido ahora, este 2025, cuando Bélgica ha decidido cortar la ayuda a Ruanda, su valioso aliado hasta hace escasas semanas. Estas acciones (que podrían considerarse como una doble moral) no son vistas de forma positiva por los gobiernos africanos ni por los ciudadanos africanos. Por tanto, no es extrañar que un vistazo rápido a las redes sociales muestre que numerosas cuentas africanistas aplauden la decisión adoptada por los ruandeses y la califican de sanción, no porque Bélgica vaya a dejar de recibir un dinero de Ruanda, sino porque Bélgica va a dejar de tener poder sobre Ruanda. Y esta es la sanción. Una mordaza. Un dedo sobre la boca. Una obligación a guardar silencio ante los asuntos de Ruanda. Más allá de lo reprobables que sean o dejen de ser las acciones de Ruanda, las formas de gobierno de las juntas militares del Sahel o las políticas de Uganda contra el colectivo LGTBI.

El mundo está cambiando. Los europeos, asediados por un pensamiento eurocentrista, vemos desde hace escasas semanas como el orden internacional se encuentra en proceso de derribo debido a las decisiones tomadas por Donald Trump. Pero el mundo es más grande que Donald Trump. Y ese orden internacional que se derrumba comenzó a desmoronarse hace ya varios años, solo que ocurría lejos de la pantalla del televisor y de las noticias que quieren que escuchemos. Donald Trump no ha comenzado este derribo; es solo que has sabido verlo y aprovecharse ello.