Relaciones EE UU/Rusia
Putin se abre ahora a publicar sus conversaciones con Trump
Siempre y cuando sea de mutuo acuerdo. Los asesores insisten en que las comunicaciones entre el presidente y sus homólogos son siempre impecables
Siempre y cuando sea de mutuo acuerdo. Los asesores insisten en que las comunicaciones entre el presidente y sus homólogos son siempre impecables.
Cobra fuerza la posibilidad de que el espía que dio la voz de alarma testifique ante el Comité de Inteligencia del Congreso. Ésa es la intención de los demócratas, al tiempo que la Casa Blanca presiona para que su identidad sea revelada. Pero la ley federal garantiza el anonimato de aquellas personas que denuncien un delito de este tipo. En el caso de la información que comprenda la inteligencia nacional, existe una ley de 1998 que protege al informante mientras siga de forma escrupulosa el protocolo.
Al mismo tiempo, el presidente Donald Trump y sus asesores insisten en que las conversaciones del mandatario con líderes extranjeros han sido siempre impecables. Y han recibido en las últimas horas la ayuda de un aliado foráneo. El Gobierno ruso, en efecto, ha planteado que estaría dispuesto a dar luz verde a que se hagan públicas las transcripciones de sus charlas al teléfono con su homólogo estadounidense siempre y cuando las dos partes den su conformidad previa. El sábado, el ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, había exhortado a Washington a no divulgar las conversaciones entre Putin y Trump. Pero ayer, la postura rusa oficial cambió radicalmente.
En declaraciones a la agencia rusa Sputnik, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, comentó que «la publicación de las transcripciones de las conversaciones es posible siempre y cuando se realice de mutuo acuerdo. Si los estadounidenses envían alguna señal a ese respecto, estamos listos para abordarlo».
Pero incluso aunque esas conversaciones lleguen a publicarse será complicado que pueda afectar en algo al proceso del «impeachment». Más bien el tiempo corre de forma distinta para los demócratas y para Trump. Los primeros necesitan que el confidente testifique ante el Congreso, y armar un caso sólido y consistente en las próximas semanas. Su idea sería no retrasar la votación en el Congreso más allá de finales de noviembre. De lo contrario se arriesgan a que el «impeachment» acabe por sepultar cualquier otra conversación nacional y, desde luego, a que nadie hable más de las primarias demócratas y los mensajes de los candidatos.
Para la Casa Blanca, en cambio, es importante que el «impeachment», o mejor el proceso que debe desembocar en el Senado, se prolongue en el tiempo. Porque es casi seguro que el proceso morirá allí, pero lo que realmente importa es el juicio de la opinión pública estadounidense.
Una resolución contundente y rápida, aunque sea favorable a Trump, permitirá añadir el caso de su conversación con el presidente ucraniano, Vladimir Zelenski, al argumentario de sus enemigos. Un litigio embarullado y lento, en cambio, acabará por reproducir el hartazgo que generó el «Rusiagate» al tiempo que cataliza a las bases de un presidente que siempre ha jugado más cómodo a la contra.
También ayer, el Departamento del Tesoro estadounidense anunció sanciones contra siete ciudadanos rusos relacionados con la Agencia para la Investigación de Internet, una «granja de troles» rusa que intentó influir en las elecciones de mitad de mandato de 2018 y que es propiedad de Yevgeni Prigozhin.
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