Elecciones europeas
Le Pen busca convertir el 9-J en su trampolín al Elíseo
Su joven candidato, Jordan Bardella, supera al partido de Macron en más de diez puntos tras renunciar al «Frexit»
Todos los sondeos indican lo mismo: el partido está jugado y casi cerrado para las elecciones europeas en Francia. Marine Le Pen ganará –y por goleada– el 9 de junio dando el pistoletazo de salida a otra carrera, la de la sucesión de Emmanuel Macron. Las últimas encuestas otorgan a la lista de ultraderecha en torno al 30%, más de diez puntos por encima de la oficialista y la de los socialistas, que compiten codo a codo por el segundo lugar.
Asumiendo una parte de voto de castigo contra el Gobierno, lo que está en juego en la lectura nacional de estos comicios europeos es el apoyo social con el que la ultraderecha encare el futuro y si su receta más moderada dejando atrás ideas como el «Frexit», la salida de Francia de la Unión Europea, para poner en valor una remodelación del bloque en clave nacionalista y con mano dura para la migración, obtiene el respaldo esperado.
Pocos dudan de la capacidad de Le Pen a la hora de ir modulando el discurso y acoplándolo a los tiempos, por mucho que sus rivales se empeñen en sacar su historial de relaciones con Putin o los escándalos que su partido, el Reagrupamiento Nacional, ha ido acumulando en los pasillos de Bruselas desviando fondos o con turbias relaciones con lobistas. Ese proceso de «desdiabolización» en el que Le Pen lleva trabajando media vida para borrar la huella antisemita y radical de su padre y fundador del partido, Jean Marie Le Pen, se traduce también en las caras que ha ido incorporando al partido. Especialmente del jovencísimo cabeza de lista para las europeas, Jordan Bardella, que ya lleva el timón del partido.
Cuando Bardella llegó al mundo en 1995, Le Pen ya concurría por París para las legislativas. Los viejos fantasmas de la ultraderecha francesa son menos identificables con Bardella y el proceso de transformación del partido ha ido acelerándose, incorporando a jóvenes, pero sin perder de vista al campo. La crisis agrícola que estalló en febrero ha podido ser el empujón final para la formación de Le Pen, que cuenta con capitalizar el descontento rural con Bruselas para mejorar aún los resultados esperados y dejar a las filas de Macron tiritando. En 2019, la lista de Le Pen ya ganó a la de Macron aunque después el actual presidente revalidara el Elíseo en las presidenciales. Entonces, la diferencia fue de un punto escaso entre ambas listas, algo que hoy es impensable si miramos la demoscopia.
Y aun con todo, existe aún un escenario peor para Macron y su candidata, Valérie Hayer, que han hecho de las ayudas a Ucrania un eje fundamental de esta campaña, poniendo la seguridad de Europa en un punto crucial dependiente al máximo de plantar cara a Rusia. Esto se produciría si la revelación de la campaña, el líder de la lista socialista, Raphael Glücksmann, arrebata al centro liberal macronista la segunda plaza.
Glücksmann, hijo del filósofo e intelectual André Glücksmann, ha hecho resurgir a la izquierda moderada y a los socialistas plantando cara a la izquierda radical con el espinoso tema de Gaza. Combina la crítica a los bombardeos israelíes sobre la Franja sin olvidar que el 7 de octubre el país vivió el peor ataque terrorista de su historia a manos de Hamás. Y eso ha tenido premio en sectores moderados de la izquierda que no han comprendido las derivas de la izquierda de Jean-Luc Mélenchon en los últimos meses o incluso años. Una izquierda crítica con Macron, pero que lo acababa votando por descarte ante los extremos hasta ahora, que ve en Glücksmann la encarnación de otra vía. Del otro lado, más complicado lo tiene la lista de Los Republicanos para abrirse un camino propio entre Macron y Le Pen. Un problema que vienen arrastrando los históricos dos grandes partidos en Francia, pero que la perspectiva de Gaza ha permitido solventar de alguna forma a los socialistas.
A partir del lunes que viene, la pregunta que dejarán las europeas es si la ventaja con la que gane Le Pen es el trampolín definitivo que necesita para llegar al Elíseo en 2027, más si cabe teniendo en cuenta que Macron ya no será el rival que tenga en frente y que una carrera de fondo por recoger su testigo se abrirá y protagonizará la vida política francesa en cuanto terminen los Juegos Olímpicos.