El Euroblog
Noruega gira a la derecha dos años después de Utoya
Los conservadores necesitan pactar con los ultras del xenófobo Partido del progreso para gobernar
En Noruega soplan aires de cambio político. Tras ocho años de Gobierno de centro izquierda, el electorado se decantó ayer por la oposición conservadora. Ni el buen estado de la economía, con un paro del 3,4% y una renta per cápita de 77.500 euros, ni la popularidad de su carismático primer ministro, Jens Stoltenberg, fueron suficientes. El bloque de derechas (conservadores, populistas, democristianos y liberales) logró 97 de los 169 diputados del «Storting» (Parlamento), frente a los 71 de la coalición «rojiverde» saliente (socialdemócratas, socialistas y centristas).
Pese a haber perdido gran parte de su popularidad después de que una comisión parlamentaria detectara graves errores de seguridad en los atentados de Oslo y Utoya cometidos por el ultraderechista e islamófobo Anders Behring Breivik, el 22 de julio de 2011, el Partido Socialdemócrata sigue siendo el más votado de Noruega, con el 30,8%. En opinión de Frank Aerebrot, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Bergen, el informe «dañó la imagen de buen gobierno de los socialdemócratas». Lejos queda ya aquel laureado discurso de Stoltenberg en el que el primer ministro hacía un llamamiento a mantener los valores noruegos y pedía «responder al odio con amor».
Tras conocer los resultados, el líder socialdemócrata se mostró «decepcionado», pero no «derrotado» y anunció que dimitirá el 14 de octubre tras presentar al Parlamento los próximos presupuestos generales, según informa el diario «The Norway Post».
En cambio, la gran triunfadora de la jornada electoral fue Erna Solberg, la probable nueva primera ministra y lider del Partido Conservador, que sumó un 26,8% de los votos, diez puntos más que en las elecciones de 2009. Solberg ha sabido explotar el descontento con el Gobierno con un programa electoral en el que promete mantener intacto el Estado del Bienestar, bajar los impuestos, gastar más en infraestructuras y abrir la Sanidad al capital privado.
Sin embargo, para la futura primera ministra lo más difícil será poner de acuerdo al resto de partidos del centro derecha para formar una coalición estable. El populista Partido del Progreso (FrP) de Siv Jensen, que pasó a ser las tercera fuerza política tras perder casi siete puntos y doce diputados, ya se ha ofrecido, pero, a cambio, pide una política de inmigración más restrictiva. En cambio, democristianos y liberales ya han anunciado su negativa a compartir gobierno con los ultraderechistas, quienes a su vez han advertido que no apoyarán a un Gobierno en el que no tengan ministros. Por primera vez en la historia de Noruega, el FrP se dispone a jugar el papel de árbrito de la vida política, pues sin su apoyo, la oposición conservadora no podrá gobernar. De ahí que su líder advirtiera de que «el hecho de que los partidos de la derecha no estén preparados para permanecer juntos nos ha costado las últimas dos elecciones».
«El papel de los partidos centristas dependerá de qué política siga la coalición en inmigración y otros asuntos. Si el Partido del Progreso está dispuesto a modificar su posición antiinmigración a cambio de otros de sus objetivos políticos, se simplificarían las negociaciones», cree Bernt Aardahl, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Oslo.
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