Elecciones europeas

Europa elige su lugar en el mundo con las amenazas de Rusia y China al acecho

Más de 370 millones de europeos votan la composición del nuevo Parlamento Europeo con el Partido Popular Europeo como el favorito aunque el auge de los ultras amaga con imponer un cambio de rumbo

People cast their votes for the European Parliament election, at Nyboder School, in Copenhagen, Denmark, Sunday, June 9, 2024. Polling stations have opened across Europe as voters from 20 countries cast ballots in elections that are expected to shift the European Union’s parliament to the right and could reshape the future direction of the world’s biggest trading bloc. (Ida Marie Odgaard/Ritzau Scanpix via AP)
Elecciones europeas en DinamarcaASSOCIATED PRESSAgencia AP

Entre este 6 y 9 de junio, los europeos vuelven a acudir a las urnas para elegir la composición del próximo hemiciclo europeo durante los cinco años venideros. Se reparten 720 escaños, quince más que en la legislatura anterior, y a España le corresponden 61.

Tras una legislatura marcada por la pandemia de coronavirus, la lucha contra el cambio climático y la guerra en Ucrania, las encuestas vaticinan que el Partido Popular Europeo (PPE) volverá a ser la fuerza más votada en las urnas y el auge de los partidos considerados de extrema derecha y euroescépticos. Un panorama que puede debilitar la tradicional coalición centrista de populares, socialistas y liberales que ha gobernado durante décadas la Unión Europea y abrir numerosos interrogantes sobre el rumbo del club comunitario, en un momento especialmente turbulento y dominado por la incertidumbre en la escena internacional.

Cuando la presidenta del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, bautizó al comienzo de su mandato su Comisión Europea como «geopolítica» muchos recibieron el término con escepticismo. Pero la guerra en Ucrania y la emergencia de China como gran potencia han convencido a la mayoría de las cancillerías europeas de la necesidad de una posición mucho más asertiva en política internacional y que abarca todos los ámbitos: desde incentivar la industria de defensa europea hasta una mayor autonomía también en el suministro de aquellas materias primas que macarán el desarrollo tecnológico del siglo XXI. Esto también incluye la ampliación a los países de los Balcanes occidentales, para que no caigan en las garras de Moscú y Pekín, deseosos de crear inestabilidad a las puertas de la UE.

Tras el período de paz que siguió a las dos guerras mundiales y la caída del Muro de Berlín, los felices años 90 no hacían presagiar que el final del siglo XX y el principio del XXI iban a deparar un mundo multipolar con el poder más fragmentado que nunca. Por eso, los europeos han dejado de confiar únicamente en lo que en política internacional se denomina «soft power» (poder blando), la capacidad de influir en la esfera internacional en áreas como el comercio, el modo de vida y la cultura. Ahora hace falta emplearse también en el denominado «hard power» (poder duro), lo que el máximo representante de la diplomacia comunitaria, el español Josep Borrell, define como hablar el lenguaje del poder.

Una necesidad que se hace más acuciante si Donald Trump vuelve a la Casa Blanca tras las elecciones del 5 de noviembre y cumple sus amenazas de dejar a los europeos a la intemperie si no gastan lo suficiente en Defensa. El camino parece ya trazado. Bruselas pretende aprender de las experiencias de la pandemia y la crisis energética, desatada tras la guerra en Ucrania, y replicar estos mismos mecanismos de compras de vacunas conjuntas y subastas de gas en la adquisición centralizada de armas por parte de los países europeos, con el fin de conseguir ofertas más competitivas en el mercado y mejorar la interoperabilidad, ya que ahora mismo existen hasta circo versiones diferentes de la misma arma, lo que dificulta las economías de escala y la competitividad en el sector. El objetivo reside no solo en gastar más sino en gastar mejor.

Además, esto irá unido a la puesta en marcha de almacenes estratégicos de componentes básicos, pensados para momentos de crisis, y la participación de Ucrania en los programas europeos para mejorar también la interoperabilidad de su ejército.

La meta reside en que para 2030, los Estados europeos adquieran el 40% de su equipamiento de Defensa a través de proyectos colaborativos y que la mitad sean de fabricación europea, lo que suponga la mitad del presupuesto de las licitaciones y el 60% en 2035. Además, se espera que en 2030, el comercio entre los países europeos ascienda hasta el 35% del valor del mercado de Defensa. A pesar de que, tras la invasión de Ucrania por parte del ejército de Vladimir Putin, Bruselas presionó a los países europeos para la adquisición de armas de manera conjunta y «Made in Europe», desde el comienzo de la guerra hasta junio de 2023, casi el 80% de los pedidos (el 78%) se hicieron a empresas fuera del bloque y, de esta cantidad, el 60% han sido fabricadas en Estados Unidos. De momento, el porcentaje para desarrollar capacidades militares conjuntas tan solo llega al 18% cuando la meta es del 35%.

El gran talón de Aquiles de esta estrategia reside en cómo va a financiarse, justo cuando los países europeos se adentran en una nueva era de austeridad con la entrada en vigor del Pacto de Estabilidad y Crecimiento tras la bula de los años postpandemia. Los países europeos partidarios de la frugalidad se oponen a una nueva emisión de deuda conjunta, como la puesta en marcha para los fondos europeos, Next Generation EU, en aras de hacer frente a los estragos económicos de la pandemia.

Aunque quizás muchos electores no sean conscientes cuando depositen su papeleta en las urnas, este domingo se dirime el lugar de la UE en el mundo y si puede ser un actor global y hablar de tú a tú a Pekín y Rusia, aunque también a aliados tradicionales como Estados Unidos.

Temor a un repliegue nacional

Uno de los grandes desafíos es si la polarización de la política europea podrá servir a estos propósitos y si en los próximos cinco años triunfará el repliegue nacional o pasos adelante en la integración en determinadas áreas. A la reflexión sobre la política de defensa europea se une también el renqueante crecimiento económico europeo, comparado con potencias como China y Estados Unidos, que están inyectando cantidades masivas de dinero en sectores estratégicos frente a las férreas normas europeas de Competencia y la ausencia de un mercado de capitales unificado que consiga atraer inversión privadas para que las empresas europeas puedan ser realmente punteras y competir con las mejores del planeta.