Historia

Checoslovaquia, el espejo que teme Ucrania: un acuerdo con Hitler y un precedente de la Segunda Guerra Mundial

Hitler engañó a Europa con un "tratado de paz" para hacerse solo con los Sudetes, frontera de mayoría alemana en el extinto país. Meses más tarde, lo invadió por completo y comenzó el peor conflicto de la historia del continente

Europa firmó en 1938 entregar los Sudetes de Checoslovaquia a Htiler y un "pacto de no agresión" que, meses más tarde, la Alemania nazi se saltó, en lo que se conoce como "la traición de Múnich"
Europa firmó en 1938 entregar los Sudetes de Checoslovaquia a Htiler y un "pacto de no agresión" que, meses más tarde, la Alemania nazi se saltó, en lo que se conoce como "la traición de Múnich"Dreamstime

Era a mediados de la década de 1930 cuando Hitler, como buen dictador, mostraba su "imperialismo categórico" y su sed expansionista a lo largo de Europa, tal que buscaba hacer el viejo continente como suyo propio. Lejos de lo militar, muchas eran las fórmulas con las que el führer conseguía lo que quisiera, como deleitar y persuadir a otras potencias con acuerdos que quedarían en vano. Así, antes de la invasión a Polonia, una de sus víctimas fue Checoslovaquia, en una situación que recuerda a Ucrania en la actualidad. La frontera de los Sudetes, de mayoría alemana, pasaría a control germano con el apoyo de Francia o Gran Bretaña, que se dieron cuenta tarde de que habían sido partícipes de provocar una futura Segunda Guerra Mundial. Hoy, los protagonistas son Donald Trump, Vladimir Putin y la parte prorrusa del país ucraniano, muestra de que un siglo más tarde, el tablero geopolítico es más que parecido.

A finales de septiembre de 1938, Francia, Gran Bretaña e Italia cedieron a las presiones de la Alemania nazi y estuvieron de acuerdo en que las zonas fronterizas de Checoslovaquia, conocidas como los Sudetes, pasaran a formar parte del III Reich. Se le llamó "el Pacto de Múnich", firmado sin la presencia de representantes checoslovacos, que creían que era la solución para satisfacer las ansias territoriales de Hitler, asegurando la paz a una Europa cada vez más dividida y débil. A su vez, París, Roma y Londres (y hasta la Unión Soviética) confiaron en la palabra del führer y creyeron que ponían fin a una crisis que había durado varios meses.

Una vez que se acordó la ocupación alemana, alrededor de 30.000 kilómetros cuadrados de Checoslovaquia pasarían a control alemán; la población checa, en contra de ese acuerdo, fue expulsada hacia otras ciudades dentro de los nuevos límites del país, además de antifascistas alemanes, judíos o personas de otras nacionalidades que vivían en este territorio y el partido más germanófilo de la región, el Partido Alemán de los Sudetes, se fusionó con los nazis. Era un trato que además, privaba a los checoslovacos de un tercio de sus empresas industriales, incluidas las armamentísticas, así como su extenso sistema de fortalezas fronterizas.

Edvard Beneš, presidente checoslovaco en aquel entonces, aseguraba que "si no aceptamos, provocaríamos una gran guerra en Europa". Obviamente, Checoslovaquia no quedaba satisfecha al ver como parte de su país era ocupado y su opinión no se tuvo en cuenta, pero no lo quedaba más remedio. Aun así, siguió resistiéndose a tal pacto porque de todos los países involucrados y como víctima principal, era el único que no confiaba en la Alemania que estaba construyendo Hitler. Por otro lado, también hubo unos cuantos kilómetros cuadrados que se repartieron en el su para Hungría y en la parte de Silesia por Polonia.

Y algo de razón tenía, ya que meses después, la Alemania nazi ocupaba Checoslovaquia, en lo que se conoce como "la traición de Múnich". Quizás fue peor el remedio que la enfermedad, pues poco después, Hitler invadía Polonia y daba comienzo la Segunda Guerra Mundial. Francia, Italia o Gran Bretaña, para su asombro, habían colaborado en los precedentes del peor conflicto de la historia de Europa, y hasta Stalin, que tenía un pacto de no agresión con los germanos, había sido traicionado. Lo que vino después fueron años de terror, miedo y exterminio por las ambiciones territoriales de los nazis, a quienes le dieron la mano y cogieron el cuerpo entero.

Una frontera prorrusa y un "pacto de no agresión": por qué la guerra en Ucrania guarda similitudes con la crisis de los Sudetes, anterior a la Segunda Guerra Mundial

Han pasado más de ochenta y cinco años de la crisis de los Sudetes en Checoslovaquia y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, pero la guerra en Ucrania, provocada por la invasión rusa en 2022 y que a punto está de cumplir los tres años de conflicto, no deja de guardar importantes similitudes con el periodo de entreguerras. Hace unos días, Trump y Putin hablaron con la intención de poner fin a la contienda en territorio ucraniano, en unas negociaciones que de momento, parecen no tener en cuenta las peticiones de Kiev. Y menos aún de los países de la Unión Europea, que después de años de ayudas económicas y militares, podrían verse "traicionados" por Estados Unidos, con quien hasta ahora habían cooperado.

Y es que uno de los posibles escenarios está en la partición de Ucrania, en la que la frontera sureste ucraniana pasaría a manos rusas, mientras que las "tierras raras", la parte con más minerales y materias primas del territorio, pasaría a ser controlado por Estados Unidos, como deuda por los tres años en los que Washington ha financiado a Kiev con misiles de largo alcance, sistemas avanzados de defensa aérea y un suministro constante de proyectiles de artillería. Si se llegara a ese extremo del asunto para poner fin al conflicto ucraniano, el parecido con la crisis de los Sudetes sería más que reseñable.

Tras el triunfo de los países aliados en la Segunda Guerra Mundial, los Sudetes fueron nuevamente adjudicados a Checoslovaquia, así como se reeditaba las decisiones que ya habían tomado los países vencedores de la Primera Guerra Mundial a principios de siglo. Pero esos años de vaivenes en el que primero checoslovacos y posteriormente alemanes étnicos eran expulsados del territorio dejaron la peor década de la historia de la región. Quizás el pacto que proponen Trump y Putin en Europa sea pura casualidad, pero Ucrania y el resto del continente sabe, o debe saber, que quien no conoce su historia está condenado a repetirla.