Congreso
El otoño del descontento aúpa a los laboristas británicos
Con el viento a favor de las encuestas, Starmer acusa a los «tories» de perder el control de la economía: «No les perdonen»
Por primera vez en más de una década, existe una sensación generalizada de que la oposición laborista cuenta con opciones reales de recuperar el poderen Reino Unido. Las próximas elecciones no están previstas hasta 2024 y es cierto que, en política, una semana es un mundo. Pero los laboristas sacan hasta 17 puntos de ventaja a los conservadores, según el último sondeo de la empresa demoscópica «YouGov», algo que no ocurría desde 2001. Por lo que la pregunta más repetida en la conferencia que la formación celebra esta semana en Liverpool es: ¿si no es ahora, cuándo? «La única manera de arreglar una economía destrozada, de crear una sociedad más justa, más ecológica y más dinámica es con un Gobierno laborista», aseguró ayer el líder del partido, Keir Starmer, durante su esperada intervención ante las bases. El discurso terminó con «es el momento del laborismo», el grito de guerra de 1945, 1964 y 1997, cuando, tras un largo período en la oposición, consiguieron la ansiada victoria. Como en su día ocurriera con Harold Wilson o Tony Blair, Starmer quiere lograr ahora también el «gran cambio». Y aunque es cierto que sigue sin ser «Mr. Carisma», el Gobierno conservador le está allanando el camino para Downing Street. Tras doce años en el poder, los «tories» muestran cada vez más señales de fatiga irreparable. Y lo más peligroso para sus encuestas internas es que han perdido la confianza del electorado para los asuntos económicos.
Reino Unido ha entrado ya en recesión. La inflación disparada del 9.9% dista mucho del objetivo del 2%, la libra ha caído a mínimos históricos respecto al dólar y el plan presentado por la nueva primera ministra, Liz Truss, para intentar estimular el crecimiento tan solo ha empeorado más las cosas. El paquete de recortes de impuestos más radical desde 1972 presentado la semana pasada no convence ni a los mercados ni al Banco de Inglaterra, que, tras subir la semana pasada los tipos de interés hasta el 2,25 %, los más altos desde 2008, ya ha advertido que «no dudará» en cambiarlos de nuevo «si lo considera necesario».
Por no convencer, no convence ni siquiera a las propias filas «tories», donde muchos diputados ya están pidiendo formalmente una moción de confianza contra Truss, cuando no lleva ni un mes en el cargo. La nueva inquilina del Número 10 está al frente del Gobierno británico por haber ganado unas primarias, no haber conseguido la victoria en unas urnas, por lo que su autoridad está más que cuestionada.
En este sentido, el viento soplaba a favor de Starmer cuando ayer protagonizaba el esperado discurso ante los afiliados. «Lo que hemos visto estos últimos días no tiene precedentes. El Gobierno ha perdido el control de la economía británica, y ¿para qué? Han hundido la libra, ¿y para qué? Tipos de interés más altos, una mayor inflación, un endeudamiento más elevado. ¿Y para qué?», dijo. «No será para los trabajadores. Recortes fiscales para el 1 % de los más ricos de nuestra sociedad. No lo olviden. No lo perdonen», agregó. En momentos de «incertidumbre» como estos, serán los laboristas, dijo Starmer, los que «estarán del lado de la gente trabajadora» y caminarán hacia un «mejor futuro, construyendo un Reino Unido mejor, juntos».
Por otra parte, su gran promesa fue que un Ejecutivo laborista creará la «Great British Energy», una compañía pública para limitar las facturas energéticas y garantizar la «independencia» de suministro. Los laboristas apuestan por las renovables frente al empuje de la energía nuclear anunciado por los «tories». Previamente, Louise Haigh, portavoz de Transportes de la formación, ya se había comprometido a volver a nacionalizar el sector ferroviario. Pero no es que el partido esté caminando hacia la izquierda más radical. Nada más lejos de la realidad. El viaje vuelve a ser hacia el centro. Poco queda ya de la época de Jeremy Corbyn, considerado en su día el Pablo Iglesias británico.
Las cosas en la formación están cambiando sobremanera. Prueba de ello es que, al principio de la conferencia el domingo, se rindió tributo a la reina difunta Isabel II y, por primera vez, sonó el himno. Había algo de nerviosismo por parte de la dirección por la respuesta de las bases. Pero no se escuchó ningún abucheo.
Más arcano, pero quizás más importante fue el resultado de la votación de prioridades, en la que los delegados de las divisiones laboristas de todo el país decidieron qué temas se debatirían esta semana. «Momentum», en su día el poderoso grupo de campaña que alzó al izquierdista Corbyn, instruyó a sus miembros a votar por seis áreas. Sin embargo, solo una salió adelante.
En definitiva, el moderado Keir Starmer es finalmente quien tiene las riendas. Este martes, en lugar de promesas imposibles, se ha mostrado bastante franco asegurando que el camino que queda por delante es complicado. «Me encantaría estar aquí y decir que los laboristas arreglarán todo. Pero el daño que [los conservadores] han hecho a nuestras finanzas y nuestros servicios públicos significa que esta vez el rescate será más difícil que nunca».
Durante su intervención también se comprometió a no gobernar con los independentistas escoceses del SNP–siempre es la baza de campaña para los políticos «tories»– , apoyar a Ucrania y erradicar el antisemitismo, mancha que ha dañado mucho la imagen del Partido Laborista en los últimos años.
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