Estados Unidos
El nuevo nacionalismo acecha a Europa
Tras la victoria de Trump y el Brexit, los franceses e italianos pueden ser los siguientes en sucumbir a la tentación populista que recorre el mundo occidental
Tras la victoria de Trump y el Brexit, los franceses e italianos pueden ser los siguientes en sucumbir a la tentación populista que recorre el mundo occidental
¿Puede el «efecto Trump» abrirle las puertas del Elíseo a Marine Le Pen? Ésta es la pregunta recurrente que llena hojas de periódicos, horas de café y debates televisivos estos días en Francia. Nadie escapa a planteársela. Ni a derecha ni a izquierda. La cuestión ha contaminado el proceso de primarias del centroderecha francés, cuya primera vuelta se celebra hoy domingo, y promete contaminar las de la izquierda en las semanas siguientes. Cada uno dice tener la receta adecuada para poner freno a Le Pen, que lidera los sondeos de cara a las presidenciales de primavera con un 28% de intención de voto. En realidad, esto no es nuevo, ya que la líder ultraderechista lleva más de dos años con el favor de la demoscopia respecto a cualquier otro candidato. Tampoco lo es señalar que Le Pen ha conseguido buenos resultados en las últimas citas electorales, como en las elecciones regionales del año pasado, cuando sobrepasó ampliamente la barrera de los 6 millones de votos. Una cifra récord en la historia de esta formación.
Sin embargo, pese a los buenos resultados, el poder se le resiste, en buena parte debido al sistema de doble vuelta francés que siempre hizo de barrera impenetrable para el FN ante la alergia que produce a una gran mayoría de franceses. En la memoria colectiva, el trauma para la izquierda cuando en las presidenciales de 2002 tuvieron que ir en bloque a votar por Jacques Chirac para impedir que Jean-Marie Le Pen conquistara la presidencia. Entonces, Chirac obtuvo un 82% de los votos. Nadie duda de que si esa situación se repitiera en primavera el resultado no sería tan desproporcionado. Desde que heredó la formación, Marine Le Pen, a sabiendas de la necesidad de romper ese «dique republicano», decidió moderar el discurso, distanciándose de las declaraciones antisemitas de su padre y de los posicionamientos del ala radical del partido. Con ello ha rejuvenecido al votante del FN y ha ganado terreno en feudos hasta ahora inaccesibles. En este contexto, a Le Pen le han beneficiado dos coyunturas: por una parte, el estado de alerta en el que Francia vive de forma neurótica a causa del zarpazo terrorista desde los atentados contra la revista «Charlie Hebdo» en enero de 2015 y, por otro, la crisis de los refugiados, que han instalado en la agenda política los temas en los que Le Pen se siente más cómoda para desplegar su discurso. La líder ultranacionalista calificó hace un par de semanas la victoria de Trump como «una buena noticia para Francia». El efecto Trump es todavía incierto, según la mayoría de politólogos, pero lo único seguro es que la receta para poner freno a Le Pen será el eje central de la campaña.
Le Pen es la cara más preocupante para Bruselas, pero no la única, de un nutrido grupo de populistas europeos de la extrema derecha e izquierda que tienen motivos para esperar que el efecto Trump cale impulsando el precedente del Brexit del pasado mes de junio. La primera prueba de fuego será doble el próximo 4 de diciembre. Por una parte, Italia celebra el referéndum sobre su reforma constitucional que reduciría el poder de veto de la Cámara Alta y de las regiones en beneficio del Gobierno. Una cita con las urnas a la que el primer ministro, Matteo Renzi, ha vinculado su propio futuro político. Según los últimos sondeos, Renzi se encamina hacia una derrota frente a los principales opositores de la reforma: el movimiento populista Cinco Estrellas y la xenófoba Liga Norte.
Pero, además, ese mismo día, Austria debe repetir por sentencia del Tribunal Constitucional la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de mayo, en las que el candidato ecologista Van der Bellen ganó por tan sólo 30.000 votos al candidato ultranacionalista Norbert Höfer. También Holanda celebrará elecciones en marzo del 2017, y también aquí los homólogos a Le Pen y Trump parten con ventaja en los sondeos. El Partido de la Libertad de Geert Wilders, que preconiza el cierre de fronteras y la prohibición del Corán, obtendría un 28% de los sufragios, un resultado que duplicaría las cifras obtenidas en las pasadas elecciones y que ejemplifica la caída en desgracia de los socialdemócratas, una tendencia consolidada en todo el continente.
Mirando todas estas citas con preocupación, y aguardando la suya en septiembre de 2017, Alemania busca la fórmula para contrarrestar al partido xenófobo y eurófobo Alternativa para Alemania (AfD), que ha logrado entrar en apenas dos años en diez de los 16 parlamentos regionales, apoyado exclusivamente en su oposición a la política migratoria de la canciller Angela Merkel.
La mayoría de estos partidos han crecido bajo el paraguas de Vladimir Putin. Ese modelo representa el ideal de los nacionalismos euroescépticos frente a gobiernos percibidos como débiles por haber cedido soberanía a Bruselas. Ya hace dos años, el diario alemán «Bild» se hizo eco de un informe elaborado por un centro de estudios ruso con ideas para ampliar la influencia de Putin en los países de la Unión Europea. El Frente Nacional fue la única formación política francesa que aplaudió la anexión rusa de Crimea. Tuvo premio. Una investigación publicada por la web Mediapart el año pasado reveló el intercambio de SMS entre altos responsables del Kremlin para recompensar el apoyo de Marine Le Pen.
Poco después de la anexión, en abril de 2014, el micropartido Cotelec, que forma parte de la nebulosa Frente Nacional, recibía un préstamo de dos millones de euros de una sociedad chipriota llamada Vernonsnia Holdings administrada por un ex cargo del KGB. Otro crédito de nueve millones de euros llegó directamente a la formación de Marine Le Pen desde el First Czech Russian Bank, con sede en Moscú. En los últimos años se han multiplicado las visitas de personalidades del FN a Rusia y esta misma semana «Le Monde» titulaba en portada «FN y Rusia: un idilio duradero». El efecto Trump puede arrastrar a Europa y Putin lleva años alimentando ese terreno. Un nuevo nacionalismo recorre Europa.
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