Proceso de paz
El Gobierno etíope y Tigray firman un cese de las hostilidades tras dos años de guerra
Representantes de las facciones enfrentadas dieron el miércoles un primer paso para el fin del conflicto con la firma de un alto el fuego inmediato que conllevó “enormes” cesiones por ambos lados
Las facciones involucradas en el conflicto que enfrenta al Gobierno de Etiopía con la región norteña de Tigray firmaron el miércoles un acuerdo de paz histórico que supondría el fin de las hostilidades después de dos años de conflicto. Representantes de Tigray y del gobierno etíope se reunieron el pasado martes en Pretoria (Sudáfrica) y nueve días después han alcanzado el deseado acuerdo gracias a la mediación de la Unión Africana. El tratado acuerda “el fin inmediato“ de las hostilidades, tal y como ha anunciado el Gobierno de Sudáfrica.
Olisegun Obasanjo, representante del equipo mediador de la UA, anunció en la ceremonia de clausura que “las dos partes del conflicto de Etiopía han llegado a un acuerdo formal para dar fin a las hostilidades, así y como llevar a cabo un desarme coordinado, ordenado y sistemático“. Asimismo afirmó que el acuerdo incluye “la restauración de la ley, el orden y los servicios públicos, el acceso a la ayuda humanitaria y la protección de los civiles”. Obasanjo, que fue Presidente de Nigeria entre 1999 y 2007, dijo sin embargo que el proceso de paz no concluye con la firma del tratado, ya que la implementación efectiva del mismo será crucial para dar un término definitivo al conflicto que lleva años machacando el norte de Etiopía.
La firma de este acuerdo supone un antes y un después en la política del continente africano, que ha seguido para su correcta consecución el eslogan “soluciones africanas para los problemas africanos” que esgrime la Unión Africana, demostrando al mundo la capacidad de África para solucionar sus conflictos por cuenta propia y sin la injerencia de terceros. El Promer Ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, publicó en Twitter una carta donde agradecía la mediación de Olisegun Obasanjo, Uhuru Kenyatta (ex presidente de Kenia) y Cirilo Ramaphosa (actual presidente de Sudáfrica), entre otras personalidades del continente que han contribuido en la mediación del conflicto. En el mismo comunicado agradeció a las Fuerzas Armadas etíopes su servicio durante este “periodo de prueba”, una frase que arroja jirones de sombras en la luz del día de ayer, al quedar claro que todavía existen dos bandos diferenciados y que la lucha de los etíopes contra los tigranios será recompensada.
Un camino que sólo ha comenzado
Sin embargo, el tratado de paz ha supuesto amplias concesiones desde ambos lados, algo que nadie imaginaba la semana pasada, al comienzo de las negociaciones. Según afirma un estudio de la Universidad de Ghent, en Bélgica, el conflicto de Tigray se ha cobrado la vida de 600.000 personas, ya fuera por causas directamente relacionadas con el conflicto o por las hambrunas que ha provocado. Alan Boswell, Director para el Cuerno de África del International Crisis Group, habló por todas las pares interesadas al confirmar que, si de verdad cesan las hostilidades, “este será el comienzo de un largo, convulso y dificultoso proceso de paz”, haciendo referencia a la enormes distancia que se ha establecido entre los pobladores de Tigray y el resto de ciudadanos de Etiopía y de Eritrea, país que también se involucró directamente en los sucesos del conflicto.
Entre los requisitos a cumplir para llevar el proceso de paz a buen puerto entra la creación de una Etiopía más inclusiva y que dirija los motivos que iniciaron el conflicto en 2020, cuando los tigranios se alzaron en armas como protesta por el aislamiento político que decían padecer desde la llegada de Abiy Ahmed al poder. El diálogo debe continuar y las víctimas deben ser recompensadas. Nadie olvidará hasta dentro de años los bombardeos a civiles realizados por el Ejército etíope ni las masacres de civiles perpetradas por ambos bandos a lo largo de los últimos años. La fragilidad de la paz deberá fortalecerse con las acciones adecuadas, la restauración de servicios básicos que fueron arrebatados hace meses a los tigranios y, en opinión de los norteños, la descentralización del poder de Addis Abeba en una nación cuya variedad cultural exige una estructura de estado que se acerque aún más a un sistema federal.