Barcelona
El rastro del dinero: joyeros en el punto de mira
Algunas profesiones se han declarado objetivo preferente de los ladrones. En especial los joyeros, que sufren desde hace décadas a pie de calle los reiterados ataques al sector. Hay quien piensa que estos profesionales son ricos hacendados que tienen un comercio para entretener su ocio, pero la realidad es que la mayor parte del sector está compuesto por esforzados trabajadores, a veces de un clan familiar que lleva mucho tiempo defendiendo sus negocios a base de una entrega total. Uno de esos trabajadores era sin duda Eduardo Gómez Castro, vendedor ambulante o viajero de joyería, al que se supone encontrado muerto en el maletero de su coche cerca de Villafranca de los Caballeros, en Toledo. El director del banco Y mientras la presión contra el gremio de joyería no disminuye, impulsando a muchos de sus miembros al borde del cierre, vuelve con fuerza un género de delito casi olvidado: el seguimiento y asalto del empleado de Banca para, a través de él, robar una sucursal. Eso ha ocurrido hace sólo unos días en una oficina de Mollet del Vallès (Barcelona). Cuatro individuos encapuchados, de los que no ha trascendido si tenían acento extranjero o hablaban en un idioma distinto del castellano, sorprendieron al director del banco en su casa un jueves por la noche, junto a su familia. A todos ellos los tuvieron de rehenes hasta la mañana siguiente, cuando obligaron al directivo a llevarles a la sucursal y vaciaron su cuenta corriente. Esta modalidad delictiva, por una parte un «secuestro ex-prés» y por otra un atraco con detención ilegal, como se dice ahora con toda cursilería, supone una amenaza añadida sobre los empleados de Banca. Los criminales, que no se cansan de innovar, incluso mezclando géneros o modalidades delictivas, quieren ir sobre seguro y no les basta con el albur de si habrá dinero en la caja. La presión de la banda sobre el bancario fue tal que no necesitaron dejar vigilantes mientras limpiaban la cuenta. La intimidación de llevarse bajo amenazas al padre fue suficiente para mantener en silencio a los familiares hasta que supieron que el secuestrado había quedado en libertad. La horrible experiencia se asemeja en todo con la vivida por el joyero ambulante que vivía en Moral de Calatrava, Ciudad Real, y tenía clientes a los que visitaba en coche, en pueblos más o menos lejanos, especialmente los fines de semana. La esposa del fallecido se dio cuenta de que algo iba mal al ver que su esposo no regresaba a media tarde. Asustada, puso una denuncia ante la Guardia Civil. Los agentes encontraron presuntamente al joyero en el maletero de su Mercedes, sin vida y calcinado. Normalmente, quienes prenden fuego a los cadáveres pretenden borrar las huellas, puesto que en todo homicidio hay un intercambio: el homicida se lleva y deja siempre algo. Las pistas indican que el motivo de esta muerte, como el del secuestro, pudo ser el robo. En el gremio apuestan mayoritariamente por ello, dado el acoso que sufren de las bandas. Tal vez lo más destacado del caso es que Eduardo, de 40 años, era un hombre cordial dispuesto a no jugarse la vida por el muestrario. Incluso era partidario de desprenderse de las joyas antes que sufrir daño alguno. Es decir, que probablemente quien le robó lo mató y prendió fuego a su cuerpo era alguien a quien podría identificar si sólo le hubiera despojado de las cosas de valor. Joyeros y empleados de banca tienen que extremar las medidas de seguridad. Los nuevos delincuentes actúan tras vigilar los movimientos de sus presas. Es fácil seguir a los joyeros, porque visitan su negocio y salen de él a veces con encargos. A los empleados de Banca se les hace una vigilancia al revés: desde el banco hasta su domicilio, para sorprenderles en familia, vulnerables y entregados. Por desgracia, salir de la sucursal y mirar atrás por si te siguen es el nuevo tic de los empleados de Banca, en especial los directivos.
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