La Rioja
Una mujer contra el «dios» del vino
Y el «dios» es Robert Parker. Una frágil mujer, Alice Feiring, lo ha desafiado en un libro que todos los bodegueros deberían leer. Le acusa de globalizar el gusto y provocar que todos los vinos sepan a lo mismo. ¡Tiembla Parker!
Quién teme a Robert Paker? Desde luego todos los bodegueros, el nuevo y viejo mundo elaboran cosechas y facturan vinos cada año a la espera de los temidos «puntos parker». El abogado neoyorquino Robert M. Parker lleva fustigando con su látigo a la enología internacional en un ejemplo de «gurú» insólito en cualquier otra disciplina. Pero desde luego a Alice Feiring no le asusta la longa mano del todopoderoso crítico estadounidense.
Alice es pequeña y tímida, y muy pelirroja. Con su cabello color vino y su menuda figura se ha convertido en la oponente del emperador Parker. Mujer de armas tomar, ha vertido en un libro de impacto mundial su diatriba contra le hegemónica manera de entender el vino por Parker y los parkerianos.
De la misma manera que pasaba con Borges, seguramente Parker no sea responsable de todo el séquito que lleva detrás cada una de sus apreciaciones enológicas, pero claro, los parkerianos, contra los que lucha la Feiring, han establecido que los vinos deben tener un acabado idéntico, en una especie de globalización de las añadas, con independencia de su lugar de elaboración. Hay un fenómeno conocido como la parkerización, auténtico pensamiento único, contra el que arremete Alice Feiring en el libro titulado: «La batalla por el vino y el amor o como salvé al mundo de la parkerización». Este alegato, editado en España por Tusquets, en su prestigiosa colección «Los cinco sentidos», desmonta la tiranía del famoso abogado y enólogo.
La escritora es también la responsable de uno de los blog enológicos más combativos y clarividentes llamado «Veritas in vino». La columnista de vinos de «Los Angeles Times Magazine», «New York Times» o «Wall Street Journal» nos lanza una mirada añorante, nostálgica y hermosa, sobre un vino que se escapa entre los dedos. Los vinos españoles tampoco se salvan de la quema y, llamativamente, dice la Feiring que cuando viaja a Bilbao ya no sabe qué vino beber, pues todos los ejemplares saben a lo mismo. Aromas y sabores Parker. Salvo para ella, los genuinos vinos López de Heredia.
El vino ha sido la expresión de un terruño, de unos viticultores que hablan lenguas diferentes y de unos bebedores con paladares autóctonos. El imperio Parker, según la autora, propicia la homogeneización, y huye de vinos «que hagan pensar, sonreír, reír, o sentirse sexy». Especialmente esta dama de hierro de la enología, ya convertida para muchos en heroína, arremete contra los vinos elaborados con demasiados sulfitos y componentes químicos. El vino debe contar su historia, arrullar al bebedor y liberarle según el gusto de cada persona.
Todo empezó cuando un oscuro leguleyo estadounidense pasó de un bufete que quería convertirse en defensor de los derechos de los consumidores a un sorprendente apóstol con su «the wine advocate» desde 1979. El mundo de las finanzas, a la planta de un rascacielos, desde la que dicta sentencias sin recurso alguno para bodegueros y distribuidores mundiales. Cuando Parker nos visita cada año, su lista hace temblar los mercados, muchos se desesperan, otros brindan por la cantidad de dinero que supone en su cotización, y los más se ponen a pensar en cómo agasajar la próxima temporada al príncipe Parker.
Impartiendo doctrina en España
Este mesías ha estado este año impartiendo doctrina por España, alardeando de amor por las garnachas y por su caprichosa selección que, según los iniciados, le inspira uno de sus esbirros llamado Jay Miller. La dulce y feroz Alice denuncia que La Rioja ya no es la misma.
Habla de que Parker ha abducido a los viticultores riojanos en pos del tanino artificial, la microoxigenación, una irrigación manipulada, un envejecimiento prematuro y extraño y una snob hipermaduración... Casi nada. Incluso se habla de un canon represivo de sabores. En este debate, que seguramente vaya a socavar los cimientos del gigante con pies de barro llamado Robert Parker, hay una revindicación por la autenticidad.
El mercado, el bendito mercado. El que diluye la personalidad de los albariños gallegos o el del barolo italiano. Todos los vinos hechos según el molde parkerista huelen a vainilla y cereza. Burdeos y la californiano «Napa Valley» son el eje ideológico del picapleitos que sólo ejerce demandando a quien se aparta de su jurisprudencia.
Pero hoy la cresta de la ola, a pesar de lo que tanto Feiring, como el polémico documental «Mondo vino» han explicado, lo que priva es el sistema de puntos de Robert Parker, auténtica bolsa del vino internacional, sin parangón en cualquier otro mercado económico o cultural. Se ha divinizado este canon y este protocolo enológico. Los importadores, japoneses, rusos, árabes, o de cualquier latitud, llevan a la manera de pistola, para disparar al que se mueva, las puntuaciones de Robert Parker.
Con una nariz asegurada, según cuentan, en más de un millón de dólares, el crítico-financiero va desgranando una guía única y sin muchas discrepancias. Alice Feirinig se ha metido en la boca del lobo y ha apostado por la diversidad enológica. Auténtica guerra de talento y de opiniones apasionadas, esta antagonía que acaba de nacer con el libro de Alice Feiring, llamado a ser la comidilla del vino, va a colocar a cada uno en su sitio. Las primeras reacciones han sido de agradecimiento de todos los apátridas y perseguidos por la dictadura parkeriana.
Seguramente la descalificación de Alice vendrá por su condición femenina en un mundo de varones, y por todos los iniciados que han ido cambiando el proceso de creación vinícola al ritmo de los oscars de Parker. Es tal el dominio de éste en la escena del vino planetaria, que no hay nadie que le haga ligeramente sombra. Todos los comentarios que se largan en contra del abogado se transforman en alborozo cuando al bodeguero le toca la rifa de los noventa y tantos puntos Parker.
Pero además, Parker es responsable de una nomenclatura muy singular. Todo el lenguaje entre hermético y arbitrario que hoy se despacha en las criticas de vino es también herencia del hombre de leyes enológicas. El taninopino, los aromas a asfalto de carretera mojada en el medio oeste americano y otras sandeces de este estilo son la lingua franca del planetavino, la sombra de Parker es alargada, aunque para la Feiring esté lleno de trampas. Cotizar o no, esa es la cuestión. Ser premiado con los puntos o no, es el «bussiness». La autora de un libro llamado a ser la «Biblia Negra» del apóstol Parker reclama con rotundidad que hay alternativa: básicamente dejar que cada vino cuente su historia. Aunque en el fondo hay un deje pesimista en todo este panorama y una batalla con sensación de derrota. Los mas de 4.000 bodegueros españoles deben dedicar un rato entra barrica y barrica para leer esta batalla del vino y del amor.
El amor por la autenticidad de los viñedos que no conocen de periódicos digitales ni de transacciones mercantiles. La revolución ha llegado. ¡Tiembla Robert Parker!
¿Hay un parker español?
No. El fenómeno de «gurú» del vino tiene algunos ejemplares españoles. Pero ni de lejos es algo parecido al neoyorquino. José Peñín, autor de su célebre guía verde de los vinos españoles, es lo más parecido al papa americano. Desde hace muchos años Penín viene calificando las añadas celtibéricas, es autor de muchos libros sobre la materia y ha dirigido la revista «Sibarita», recientemente desaparecida por la crisis del sector. Ejemplo de un crítico de larga trayectoria, Penín tiene detractores y partidarios en el «mondovino» español.
De la misma manera Andrés Proensa, el más sagaz y técnico de los periodistas del vino, edita una guía anual, dirige una revista selecta llamada «Planetavino» y posee las opiniones más influyentes entra la casta de bodegueros y vagabundos del vino. Carlos Delgado, otrora director de revistas, crítico de periódicos de tirada nacional, Bartolomé Sánchez, Juan Fernández-Cuesta, entre otros, vienen ocupando las tribunas enológicas sin haber roto la difusión de un público muy especializado y con división de opiniones. Pionera de todo esto fue Isabel Mijares, que conmocionó con un lenguaje directo y a veces insólito las estructuras de un inmovilista entorno vinícola español. Ninguno de ellos tiene el poder de Parker.
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