Nueva York
La peligrosa generación «baby doll»
Apenas alcanzan el metro y medio de estatura, pero son musas para las grandes firmas; no calzan más de una talla 30, y ya usan tacones; y, aunque ni las ojeras ni las arrugas de expresión se han instalado en su rostro, son adictas al maquillaje. Ellas pertenecen a una generación dispuesta a acabar con la máxima de que la infancia es inocente. Son niñas que se han saltado la adolescencia para jugar en un mundo de adultos.
Atrapadas en una estética y en unos modos inapropiados, para los expertos son el símbolo de una generación a la deriva. Protagonizan campañas de publicidad, se visten con las ropas de los mejores diseñadores, se convierten en las estrellas de las películas y se introducen en un mundo de adultos que, definitivamente, les viene grande. «No se trata sólo de su físico, sino de lo que esa apariencia exterior conlleva. De esa actitud se extraen a la larga obsesiones como ser popular, tener éxito entre los hombres o querer estar delgadas», explica la psicóloga infantil y juvenil Isabel Menéndez.
A pesar de la polémica, algunas grandes firmas de moda no han dudado en hacer del escándalo su mejor plataforma de promoción. Uno de los casos más debatidos fue el de Thylane Loubry Blondeau, una modelo de diez años de edad, que protagonizó la portada de «Vogue» París con una fotos de estética Lolita y actitud provocativa. A pesar de su corta edad, Thylane puede presumir de un amplio currículum trabajando con las grandes marcas, como Lacoste o Dani Brubaker. A sus diez años, domina los modos de las mejores «femme fatale». Pero ¿cuáles son los peligros de jugar a ser adulto? Para los psicólogos el principal problema es la falta de madurez del cerebro, que no suele hacerse efectiva hasta los 21 años. «Las conexiones de los lóbulos frontales, que son los encargados de planificar, de frenar impulsos y de establecer prioridades, no se han completado», explica Menéndez. Por este motivo, entran en convivencia con un mundo adulto sin saber calibrar las consecuencias de sus actos. Además del contacto con las drogas y el alcohol –el caso paradigmático en este sentido sería el de Macaulay Culkin, protagonista de «Sólo en casa»– las jóvenes adelantan su sexualidad. Soya Keaveney, una niña británica que con tan sólo 12 años se sometió a una estricta dieta para cumplir su sueño de poder convertirse en modelo, es un buen ejemplo. Después de haber levantado ampollas con su colección de fotografías en bikini –en las que hacía alarde de una sensualidad impropia para su edad–, a sus 15 años ya espera su primer hijo, a pesar de que, como su madre llegó a confesar, la joven estuvo tomando píldoras anticonceptivas. «La adolescencia dura cuatro o cinco años y es un proceso hacia la madurez que debe hacerse de forma paulatina. Estos chicos pasan de una etapa infantil en la que están jugando con muñecas a asumir rasgos de adulto y es peligroso», comenta la psicóloga.
En plena efervescencia
Y lo que es peor: parece que esta generación de «baby dolls» está en plena efervescencia. A sus 13 años, Elle Fanning –que actuó en la película «Super 8» y ya ha trabajado junto a Sean Penn, Eddie Murphy y Brad Pitt– ahora se ha convertido también en la protagonista de la campaña de Marc Jacobs. La también actriz Hailee Steinfeld, que saltó a la fama por su papel en «True Gril», a los 14 años es la imagen de la firma Miu Miu. «Su personalidad no está desarrollada. Son niñas pequeñas, no tienen recursos para defenderse en un mundo de adultos y cuando llegan a los 20 años están de vuelta de todo, no les queda ilusión por vivir, ni entusiasmo por nada». Además, en este tipo de adultos precoces suele producirse un deseo de vivir su edad frustrada de forma tardía. «Es una etapa que querrán retomar a posteriori y la pasarán de una forma más virulenta y descontrolada. Con 18 años, cuando se den cuenta de que se han quedado a medias, de que vivieron por y para la popularidad, verán su fracaso y estarán abocados al fracaso vital y profesional», lamenta Meléndez.
La generación Disney
Pero no sólo de rostros conocidos se aprovechan las grandes marcas. Hace unos días, Jours Après Lunes lanzó una campaña de lencería protagonizada por niñas de cuatro años. A pesar de que la marca diseña ropa interior con tallaje a partir de los tres meses, la polémica surgió porque las pequeñas estaban caracterizadas como adultas gracias a los cosméticos y a sus voluminosos peinados.
Un inapropiado juego en el que también entra a formar parte la prole de los famosos, como Lourdes León, la hija de Madonna, que acaba de lanzar su propia línea de maquillaje «Material Girl Beauty». La presentación de su nuevo proyecto fue en Nueva York y la joven, de 14 años, (que ya cuenta con una colección de ropa y que ha sido portada de la revista «Quality» hace un año) se pasea a su aire durante las vacaciones junto a su madre en el sur de Francia y no duda en escamotearse con su novio siempre que puede.
Algo mayor que Lourdes es otra de las «celebrities» precoces por excelencia: Miley Cyrus, que a pesar de triunfar a los 14 años gracias a su personaje en la serie «Hannah Montana», de Disney Channel, ha decidido renegar de su pasado para centrarse en su carrera como cantante y compositora y, de paso, aligerar un poco su vestuario y bailar al más puro estilo de Beyoncé.
Algo que no tardará en hacer otra de las «teenager» estrella de la generación Disney, que ya comienza a hacer sus pinitos en la industria musical: Selena Gómez. Aclamada por su papel en «Los magos de Waverly Place», ocupa las portadas de las revistas del corazón por su relación con Justin Bieber. Para Meléndez uno de los principales problemas es que estas generaciones de chicas representan un retroceso: «son objetos», sentencia. Y añade: «de mayores se convierten en adultos muy vulnerables. Conocen el éxito y los halagos tan pronto que desarrollan un súper ego que les incita a asumir que la pérdida de ese físico es un fracaso, que vendrán otras detrás y les arrebatarán su puesto.
El peligroso juego de la anorexia
Su fotogenia y su belleza son indiscutibles, aunque la forma en la que posa ante las cámaras la han rodeado de polémica. A sus diez años, Thylane Léna-Rose Blondeau es una pequeña top que convive con el escándalo: el primero llegó con su portada para «Vogue» París (en la imagen). Nacida en Costa de Marfil, la pequeña es hija de la diseñadora Véronika Loubry y del ex futbolista Patrick Blondeau. Ambos progenitores están de acuerdo con la prematura carrera de su hija. Algo que suele ser bastante frecuente en este tipo de casos. Los expertos indican que muchas veces, detrás de niños prodigio se encuentran padres que proyectan sobre ellos sus sueños y frustraciones. Un hecho que perjudica mucho a los pequeños porque «no son ellos los que establecen los límites», como explica la psicóloga Isabel Menéndez. Además advierte de que son peligrosos modelos a seguir entre los jóvenes porque fomentan un mensaje equivocado y una visión de la mujer como objeto de placer.
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