Francia
Ego ciudadanía por José María Marco
Al final del debate entre Sarkozy y Hollande, Sarkozy hizo una reflexión interesante acerca de su adversario. Después de reprocharle sus ambigüedades y sus contradicciones (también Hollande se las reprochó a él: los políticos franceses son probablemente los últimos en saber debatir de verdad), Sarkozy le dijo que era el candidato del «yo, yo, yo, yo…».
Hollande no responde del todo a este prototipo. Parecía un hombre sin personalidad para ocupar el Elíseo y se ha revelado como un excelente candidato, correoso, arrogante, implacable. Un auténtico mandarín, muy bien preparado y consciente de pertenecer a la élite que siempre ha regido los destinos de la República. Sarkozy tiene una personalidad muy distinta. A pesar de llevar cinco años en la Presidencia y otros cinco en el Gobierno, sigue siendo un «outsider», el hijo de un inmigrante, un hombre hecho a sí mismo sin pasar por las «grandes escuelas». Sarkozy sabe que la sociedad francesa aprecia a sus élites políticas y administrativas, así que no hizo a su adversario ningún reproche en este aspecto. Le respondió en cambio con la observación acerca del egocentrismo del candidato. Sarkozy venía a sugerir que Hollande no define una posición objetiva sobre la realidad, sino que crea una imagen adaptable a los diversos intereses de los electores a los que apela.
Según esto –insisto en que es la perspectiva de Sarkozy– Hollande representaría una combinación novedosa entre las grandes élites republicanas y las últimas derivas del 68. Hay precedentes, como los antiguos militantes izquierdistas que se sientan en el Parlamento Europeo. Aun así, hasta ahora no había habido en Francia una simbiosis de este estilo. Por un lado, está la forma tradicional de selección del personal político. Por otro, una nueva concepción de la política que no se rige ya por una determinada definición del bien público, sino por la capacidad del político para adoptar la perspectiva propia de cada elector, que debe sentirse comprendido y reconfortado. La palabra clave es la empatía, piedra de toque de la política moderna. El elector respaldará a quien sepa hacerle entender que es capaz de ponerse en su lugar. Lo importante no es lo que yo pueda aportar a mi país, sino lo que el país me puede dar a mí. Por eso el centro de todo es «yo», la «ego ciudadanía».
Sarkozy hizo del anti-Mayo 68 uno de los motivos clave de su anterior campaña electoral. Cinco años después, se encuentra con un adversario que ha recreado la actitud sesentayochista en una nueva imagen, similar –con todas las diferencias que se quiera, que son muchas– a la que encarna Obama o a la que representó aquí nuestro presidente socialista. Hay que reconocer que el domingo lo tendrá muy difícil.
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