Literatura
La esencia de la mujer moderna
En un momento de esta novela, la protagonista, Antonia, se define a sí misma como una «mujer sin esencia», quizá en cierto modo paralela a aquel «hombre sin atributos» de Musil. ¿Qué nos cuenta Elvira Lindo en su nueva novela, «Lo que me queda por vivir»? Quizá como una mujer de veintiséis años, separada y con un niño de cuatro, ensaya su vida en el Madrid de los 80.
Periodista y guionista en los medios, tiene que volver a recomponer su mundo en un momento en que la vida ya no es literatura, sino dolor y realidad ácida. Antonia tendrá que luchar en una España que estrena posmodernidad para ser una mujer «con esencias», con la sola isla del tesoro de su hijo.
Con una prosa envolvente, de párrafo largo y con esa textura donde el lector se siente como patinando sobre las palabras, Elvira Lindo construye de forma intimista un personaje que tiene que «hacerse» a sí misma, tras el pasaje desolado de la pérdida de los sueños de la infancia. Y así, gritará Antonia, antes de tomar un taxi, la frase: «¡Yo soy infantil!», como desafío y a la vez, definitiva reivindicación. Si «Una palabra tuya» era el milagro de la intimidad de dos barrenderas, y en «Algo más inesperado que la muerte» se nos mostraba el mundo sórdido de los ambientes de la «cultureta» literaria, en «Lo que me queda por vivir» se amalgama la intimidad fascinante de madre e hijo, con el mundillo de las radios y las televisiones en una España que pasó del pelo de la dehesa a la depilación púbica total, sin intermedios.
A veces con fugaces ironías en clave, pero siempre con una ternura envolvente de quien sabe que a todos «nos queda algo por vivir». Bajo la ternura y el dolor de los personajes de Elvira Lindo hay tristeza.
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