Bruselas
Mia Farrow delata a Naomi
La actriz lo confirmó ayer en La Haya: la modelo sí recibió un «diamante enorme» del genocida Charles Taylor. La ex agente de Campbell lo ratificó después ante los jueces
Para unos, la sesión de ayer en el Tribunal Especial para Sierra Leona, que celebra su cuarto pleito en La Haya, será recordada como una jornada histórica, en la que por primera vez los testimonios expuestos durante la vista vincularon al ex mandatario liberiano, Charles Taylor, con los «diamantes de sangre» y el conflicto de la región en los años 90. Para otros, sin embargo, pasará a las hemerotecas como el día en que una supermodelo quedó en evidencia ante un tribunal internacional que, hasta la aparición de la propia Naomi Campbell, había caminado entre la más absoluta irrelevancia durante los tres casos anteriores en Freetown. Para añadirle más color rosa al asunto, la que destapó semejante escándalo es Mia Farrow, actriz y agente la modelo.
La llegada ayer de Farrow ante la corte abrió un nuevo capítulo en el transcurso del juicio. Los testimonios de la ex mujer de Woody Allen y de la agente de la modelo, Caroline White, que declaró después, acercaron más la posibilidad de que Taylor se convierta en el primer jefe de Estado condenado por un Tribunal, y derrumbaron la versión de la maniquí. Farrow aseguró ayer que Campbell le dijo que el mandatario africano le dio un «diamante enorme» cuando era presidente de Liberia. Su relato puso así apellidos y detalles a la historia que contó la supermodelo la semana pasada, cuando explicó que recibió unas «piedrecillas pequeñas y sucias», tras una cena de caridad en casa de Nelson Mandela en 1997, aunque no precisó si se trataba de diamantes ni tampoco concretó si procedían de Taylor.
Una «noche inolvidable»
Tras la cena, Campbell contó en un desayuno al día siguiente los detalles de una noche en la que vivió «algo así como un momento inolvidable», según la actriz. «Dijo que había sido despertada por unos hombres que llamaron a su puerta y que dijeron que habían sido enviados por Charles Taylor. Y le dieron un diamante enorme», relató Farrow ante la corte, quien también añadió que la modelo estaba «bastante excitada» y «feliz» ante lo sucedido. La actriz también contó que Campbell dijo entonces que tenía intención de donar el diamante a la Fundación de Mandela para los niños, según Reuters. Al insistir la fiscalía en sus preguntas ante la contradicción de las dos historias y el origen de los diamantes, Farrow insistió en que «Naomi Campbell dijo que procedían de Charles Taylor».
La ex agente de la modelo en aquel periodo, Carole White, precisó aún más el relato ante el Tribunal. «Dos hombres llegaron a casa donde se alojaba Campbell en mitad de la noche y sacaron un papel sucio y se lo dieron diciendo ‘aquí están los diamantes'". La ex representante mantiene un pleito con la modelo, lo que fue utilizado por la defensa de Taylor para minar su imparcialidad. White añadió que el africano prometió a la modelo que le haría llegar unas gemas en su charla durante la cena de 1997, en la que ambos habían «coqueteado».
La semana pasada Campbell llegó a decir que no sabía «nada sobre Charles Taylor, nunca había oído hablar de él antes, nunca había escuchado antes sobre Liberia, ni nunca había escuchado el término «diamantes de sangre» con anterioridad». La reina de ébano, famosa tanto por sus desfiles como por su duro carácter fuera de las pasarelas, había negado con anterioridad haber recibido diamante alguno por parte del acusado, y fue obligada a testificar ante la corte tras rechazar cooperar.
A pesar de la invisibilidad mediática hasta la irrupción del «glamour» de las pasarelas, el juicio tuvo su relevancia garantizada desde que Taylor se sentó en el banquillo. Por primera vez, un jefe de Estado africano era juzgado por una corte internacional por crímenes de guerra, rompiendo así la impunidad «de facto» de la que disfrutaban los jerarcas del continente olvidado, que escapaban impunes de mandatos salpicados de brutalidad por la pasividad de la comunidad internacional y la colaboración de países vecinos en los que se refugiaban.
La corte acusa al ex dirigente de crímenes contra la humanidad e intenta probar su vinculación con el conflicto de Sierra Leona, que costó la vida a más de 250.000 personas. Taylor intentó controlar el negocio de los diamantes y ampliar su radio de influencia en el África occidental apoyando a una de las facciones rebeldes, a quienes no sólo acogía y entrenaba en su suelo, sino también con quienes comerciaba. Según intenta demostrar la fiscalía, Taylor recibía los diamantes de los rebeldes, y a cambio les proporcionaba apoyo y armas.
En el caso de Taylor, de 62 años, la corte le acusa de intentar ganar el control de los diamantes de la vecina Sierra Leona a través de su apoyo a los sanguinarios rebeldes, que reclutaron a miles de niños soldados durante el enfrentamiento civil que se alargó durante una década. El conflicto terminó tras la intervención de las tropas británicas en su ex colonia en 2002. Un año después, Taylor cayó, con cargos ya sobre su espalda de la corte, formada por jueces locales y extranjeros. Aunque se exilió en Nigeria, ante la presión de EE UU, Lagos lo capturó cuando intentaba huir y lo entregó al nuevo Gobierno de Liberia que había solicitado su extradición.
De ser sentenciado, será el primer dirigente condenado por una corte, marcando un hito en la historia de la justicia internacional.
Desviar la atención
Aunque el testimonio de Farrow y White acercaron un poco más un futuro detrás de los barrotes para el acusado, el proceso atraviesa un futuro incierto. Algunos países como EEUU, Reino Unido y Holanda han aportado donaciones para mantener un proceso vivo que ha cerrado tres casos, pero algunos analistas creen que con los fondos actuales el juicio no llegará más allá de octubre, mucho antes de que concluya el pleito contra Taylor. Además, algunos ya lamentan que la excesiva atención desviada hacia la vinculación del ex presidente con la guerra civil, y sobre todo con los diamantes de sangre, haya desviados esfuerzos por depurar las responsabilidades de las violaciones de derechos humanos ocurridas desde 1991.
Un lavado de imagen urgente
Desde que se supo que la «diosa de ébano» iba a declarar en el Tribunal Internacional de La Haya por el turbio caso de los «diamantes de sangre», el entorno que guía los pasos de la modelo se ha preocupado por que el desenlace manche lo menos posible la ya de por sí maltrecha imagen de Campbell. Vistos los últimos acontecimientos, la maquinaria se ha puesto en marcha y urge un lavado de imagen de la maniquí, que tendrá que volcarse a partir de ahora en obras de caridad e incrementar los desfiles benéficos a los que es tan asidua (en la imagen, en uno para recaudar fondos para Haití). Así, y aún antes de conocerse el testimonio de Mia Farrow y el de su ex agente Caroline White, Campbell, muy bien asesorada, decidió aumentar la ayuda a diferentes ONG en las que participa, como la que preside Sara Brown, esposa del ex primer ministro británico Gordon Brown, y con la que le une una buena amistad. De hecho, Naomi Campbell, como si quisiera despertarse de la pesadilla que vive, declaraba: «Quiero acabar con esto cuanto antes para poder seguir con mi vida de siempre». Y es que ni en sus peores sueños hubiera podido imaginarse que su vida iba a dar un giro copernicano
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