Hollywood
Andrés Pajares contra sus fantasmas
El actor lucha para superar su depresión que arrastra desde hace años y espera el alta de la clínica López Ibor para la semana que viene
Hipocondríaco, divertido, exigente, tan frágil por dentro, Andrés Pajares pisó las tablas hace más de cincuenta años. Y aún no se ha bajado de ellas. Guarda un deseo (que comparte de vez en cuando con alguien): volver, actuar. «Pocas veces – y he tenido mucha suerte con los actores–, he trabajado con un actor tan inteligente y dúctil con Andrés Pajares (...) Pajares es un gran actor, un actor que sorprende por su increíble capacidad para la representación; es un inventor nato, un creador de situaciones, de gestos y de frases. Andrés Pajares podría ser nuestro actor por excelencia. No lo será porque aquí no es fácil se Woody Allen». Son las palabras de Carlos Saura, quien le dirigió en «¡Ay Carmela!» en 1990. Eran los tiempos en los que tuvo un pie puesto en Hollywood, pero prefirió quedarse en Madrid, en su casa grande de Fernández de la Hoz. Y saludar, como ha hecho cada mañana desde hace treinta años a Pedro, el portero de la finca.
El eterno plató
El jueves, el programa «Sálvame» anunciaba que estaba ingresado en la madrileña clínica López Ibor «por un nuevo brote psicótico». Al parecer, su hija María le había encontrado tendido en el suelo de su domicilio e inconsciente cuando le iba a llevar el desayuno. Inmediatamente fue trasladado al centro hospitalario, donde aún se encuentra. A su lado y sin separarse de él, están su hija y su ex mujer, Chonchi Alonso. Madre e hija han hecho una piña alrededor del actor y vigilan que poco o casi nada de lo que está sucediendo entre las cuatro paredes de la habitación salga a la luz para evitar episodios del pasado en los que la familia Pajares y adosados –padres, hijos, yernos, cuñadas, secretarios y asistentes– puedan sentarse en un plató de televisión dispuestos a contar verdades a medias por un puñado de euros. Ayer, LA RAZÓN habló con su secretaria, Juani, quien confirmó que «se encuentra mucho mejor, más animado y con ganas de salir adelante». A las seis de la tarde, Pajares estaba en plena rehabilitación con la fisioterapeuta del centro, debido a los problemas que tiene de espalda (fue operado hace más de un año de urgencia). Un ritual que repite cada día de la semana: natación, tabla de ejercicios, magnetoterapia. «Ésa es su rutina diaria», aseguraba quien es su mano derecha. «La depresión que padece desde hace tiempo empeoró precisamente porque se empezó a encontrar peor de la espalda. Cada uno lleva su dolor como puede». Confirmó también que lleva ingresado desde hace diez días y que fue su médico quien recomendó su hospitalización.
«No hemos querido que la noticia trascendiera porque después oyes lo que no quieres oír. Las cosas se han vuelto a sacar de madre. He tenido que escuchar tantas barbaridades desde esta mañana...», confesaba Juani, quien no se atrevió a dar una fecha definitiva para el alta: «En este tipo de hospitales te lo dan de un día para otro. Le están haciendo pruebas y esperamos todos que sea lo antes posible».
Los proyectos que no se hicieron realidad
Jesús Bonilla le dio sus dos últimas oportunidades en el cine: «El oro de Moscú» (2004) y «La daga de Rasputín» (2011). No atravesaba un buen momento, pero la ilusión por trabajar, que no le ha faltado jamás, pudo con todo. Tenía varios proyectos, pero al final costaba que llegaran a puerto. Uno de ellos pretendía reunirle con su pareja cinematográfica de siempre, Fernando Esteso, con quien firmó un puñado de las grandes películas de humor de finales de los setenta y ochenta. Quizá habían pasado demasiados años. Quizá cada uno había vivido demasiado intensamente. Quizá fuera que los tiempos ya no eran los mismos, y el cine tampoco. Ayer, Andrés Pajares aseguró en «Sálvame» que se encontraba mejor y que «mi familia me apoya lo que puede y cuando puede». A la pregunta de si tenía fuerzas para salir adelante aseguró tajante, muy en su estilo: «Hombre, si te parece voy a salir hacia atrás».
Amar en tiempos revueltos
Las diferencias que habían hecho mella en la familia Pajares parece que se habían disipado en los últimos años. Chonchi, Andrés Burguera (hijo de su primera pareja), María (que tuvo con Chonchi) y él ofrecían esta estampa, muy alejada de las agrias disputas de los tiempos en que eran carne habitual de los platós. Su hija, a quien está muy unido –«mis padres son los pilares de mi vida», ha dicho–, no se ha separado de él desde que ingresó en la clínica
madrileña.
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