Artista
Laura Valenzuela, la niña “cirujana” que acabó siendo un icono de la televisión
La actriz ha tenido una larga vida llena de éxitos
Sevillana de nacimiento y madrileña de adopción, Laura Valenzuela es el nombre artístico de Rocío Laura Espinosa López-Cepero, a la que bautizaron como Rocío por la devoción que su madre sentía por la Virgen del Rocío.
De pequeña no era una aprendiz de artista, sino una aspirante a cirujana. Se dedicaba a escayolar y poner vendas a sus muñecas montando un improvisado hospital en su casa. En su adolescencia, me contó en una ocasión, “no encontraba un novio de mi estatura, todos los chicos a los que conocía eran más bajitos que yo. Pero mi altura me sirvió para que me contrataran como modelo”. Fue una amiga suya, dueña de una tienda de ropa, quien la contrató como dependienta y la animó para deslizares por las pasarelas.
Su paso por el establecimiento acabó el día en que apareció por allí la duquesa de Alba. Con tan mala suerte de que Laura le diera a probar una prenda con la percha puesta. Doña Cayetana se agarró tal enfado, suponemos porque se debió clavar en la espalda la percha, que despidieron a la empleada. Por aquel entonces, la futura artista encontró su amor platónico en un pianista joven al que todos los días veía desde la ventana de su casa interpretando la melodía “Ojos negros”. Antes de eso cursó estudios en la Escuela Central de Comercio madrileña y trabajó como administrativa y secretaria. “No era lo mío, me equivoqué al meterme en esos estudios, me aburría soberanamente en la oficina”. Su camino iba por otros derroteros. En 1956 se convertía en la primera mujer presentadora de TVE, y dos años antes había debutado en el cine con la película “El pescador de coplas”.
Laura me confesó que “en los inicios de la tele hacía de todo, recuerdo que hasta me convertí en imagen de una marca de neveras. Presentaba concursos, cantaba en programas musicales, era una especie de chica para todo. En más de una ocasión tuve que barrer el plató… Cobraba menos de cuatrocientas pesetas, y me daban cuarenta duros más en concepto de afinadora de pianos”.
Uno de los episodios más duros de su vida fue cuando en el 2005 le diagnosticaron un cáncer de mama. Viajó hasta Houston y allí coincidió con Rocío Jurado, que sufría uno de páncreas. La enfermedad las unió muchísimo y se convirtieron en confidentes.
Ironías de la vida, y volviendo a lo de los hombres de menor estatura que ella, acabó casándose con el productor cinematográfico José Luis Dibildos, un hombre más bajito. Trece años de noviazgo, un embarazo que determinó una boda en 1971 y la imposición del marido: “me caso contigo si dejas de trabajar y te quedas en casa”. Fue una relación un tanto extraña, él trabajaba en su domicilio toda la noche y se despertaba para comer, mientras ella hacía su vida de día.
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