PP y Cs entrarán en colisión por la lista más votada

Romper con este principio siembra más dudas sobre los gobiernos que podrá mantener el PP.

La reforma electoral se quedará en ruido mediático, pero no se concretará en esta legislatura. Aunque en esta discusión electoral sí hay un elemento que puede acabar haciendo estallar la relación entre el PP y Ciudadanos (Cs), más allá del distanciamiento parlamentario.

El partido de Albert Rivera ya ha empezado a activar su maquinaria para las próximas citas electorales: primero, andaluzas, previsiblemente; luego, autonómicas y municipales. Y la cúpula popular trata de calmar la preocupación en sus filas por estos exámenes electorales con dos básicos argumentos, el de que la formación naranja falla en su estructura y en su implantación territorial, y el de que el respeto a la lista más votada favorecerá que puedan incluso recuperar gobiernos perdidos.

Estos cálculos fallan en su raíz porque de entre todos los puntos de colisión entre los dos partidos va a entrar también en juego el debate sobre si hay que respetar el principio de que gobierne la lista más votada. Cs advierte de que «no está escrito que tenga que gobernar la lista más votada y que no hay ningún acuerdo en ese sentido». Y a día de hoy ésta es la posición del partido de Rivera. Territorialmente parece que se impone el criterio de no atarse a esta regla y sostener las negociaciones que tengan que abrirse sólo en las cuestiones programáticas. De momento no hay posición oficial, pero los resultados de algunas de las alianzas que Ciudadanos y PP firmaron tras las elecciones de 2015 llevan a anticipar que si las urnas no son claras y se impone la fragmentación, el PP no tiene asegurado el poder aunque sume con Ciudadanos. Valga como ejemplo la situación en Murcia, donde el líder de Cs, Miguel Sánchez, ha dejado más que claro que no se guiará por el principio de la lista más votada. El pacto de investidura con el PP murciano saltó por los aires por los problemas judiciales de quien entonces era el presidente autonómico, Pedro Antonio Sánchez.

Si a nivel nacional en las últimas semanas se está visualizando con claridad meridiana que Mariano Rajoy y Albert Rivera no sólo chocan por la política, sino que les separan profundas diferencias personales que afectan incluso a su confianza, puede afirmarse que la situación territorial entre los líderes de los dos partidos no es mejor. La competencia electoral ha tensado tanto la cuerda que también ha dañado las relaciones personales, que en muchos casos son peores que las que mantienen los dirigentes de estos partidos con sus homólogos de la izquierda.

En cuando al déficit de implantación territorial, tanto de estructura como de respaldo en el voto menos urbano, Ciudadanos intentará cubrir esas lagunas con el liderazgo de Rivera y de Inés Arrimadas. Los dos tendrán una participación muy activa en las próximas elecciones andaluzas. Y la estrategia será tirar también de su marca y de la ventaja de aparecer como un partido inmaculado en corrupción y sin desgaste de gestión. «Es muy fácil hablar sin gobernar», les reprochan los populares.

El PP, por su parte, mantendrá la presión sobre su propuesta «limpia y pura» –alegan– de que gobierne la lista más votada. Las encuestas que manejan confirman de momento que Ciudadanos mantiene su tendencia al alza, pero no tanto como para hablar de sorpasso. La cúpula popular confía, además, en que el tiempo juegue a su favor, y no en favor de Ciudadanos. Frente a la presión territorial para que actúen ya y se reaccione con más contundencia ante la iniciativa de Rivera, en la dirección popular se impone el criterio de Rajoy. Es decir, no gastar las «balas» antes de tiempo porque el camino hasta las elecciones todavía es muy largo. «Algunos se ponen demasiado nerviosos. Y otros se ven demasiado pronto vencedores», comentan.