
Res non verba
Engollipados
Bienvenidos al Zascódromo de los Diputados, donde me preguntas por peras y te contesto que manzanas traigo. Como un día se muerdan, se van a envenenar

A Sánchez se le ha agriado el semblante. Ya es un hecho constatado. Aquellos días en los que entraba en el hemiciclo del Congreso con los ojos ligeramente entornados y la sonrisa del que se sabe con buena planta y dominador de la situación son ya tiempo pretérito. Todos somos siete años más viejos, pero lo del presidente es algo más. Desde que sus aledaños familiares pisan los juzgados, en Moncloa ha habido un parteaguas. La sesión de control de esta semana amenazaba tormenta porque la política española lleva tiempo generando más polémicas de las que puede metabolizar en una decena de interpelaciones. Debía ser la sesión del gasto en Defensa, pero se juntaron por aluvión el acuerdo de Mazón con Vox en Valencia y el pacto de Sánchez con Junts para encasquetar a los menores inmigrantes como fardos humanos con los que hacer la puñeta al adversario.
Los guionistas monclovitas repartieron a la entrada chubasqueros y paraguas para soportar el aguacero semanal en forma de dos letanías: cuando pregunten que cómo vamos a gastar más en Defensa si ni estamos de acuerdo entre nosotros, decimos que vamos a cumplir con el 2% que el PP prometió pero no alcanzó. Y sobre el pacto xenófobo con Junts, decimos que Vox ha absorbido al PP. Y si nos salen con algo imprevisto, pues, joder… improvisáis que, total, es lo que llevamos haciendo siete años. Mike Tyson dejó dicho que todo el mundo tiene un plan hasta que le dan el primer guantazo y Feijóo no tardó en soltar el primero a Sánchez: las presiones del Gobierno para garantizarse la docilidad de Prisa. A Sánchez le debe haber dolido tanto que el máximo accionista se haya rebelado contra los planes mediáticos de Moncloa, y que le haya comparado con Franco desde su diario de referencia, que optó por ignorar la pregunta y centrarse en la letanía prefabricada del gasto militar. Comenzaba una sesión en la que el Gobierno no contestó a ninguna de las preguntas formuladas. Bienvenidos al Zascódromo de los Diputados, donde me preguntas por peras y te contesto que manzanas traigo.
Ante dinámica tan tediosa, el espectador se consuela con el homenaje al cine mudo que son los primeros planos de Sánchez y María Jesús Montero, mientras escuchan preguntas hostiles. El presidente pone cara de resignado; la vicepresidenta niega y mira al techo con tal énfasis que solo le falta cerrar un ojo para clavar la mejor imitación de Millán Salcedo que jamás se haya ejecutado en sede parlamentaria. Jatetú. También salió a nuestro rescate Gabriel Rufián, recuperando su lado más cani, de cuando se sacaba impresoras y esposas de la chistera. Esta vez tocaba demagogia ferroviaria de la buena, blandiendo un billete de los cercanías catalanes y asegurando que ERC es la única formación que se preocupa de que los trenes lleguen a su hora. «El peor momento del día, la entrada al infierno», dicho por un partido al que durante el «procés» los problemas diarios de los catalanes se la trajeron al pairo. En todo caso, Rufián también tuvo su «yo acuso» contra Junts por correr a colocar a sus peones en el nuevo ente ferroviario. El PSOE asiste con disimulado gustirrinín a estos roces intestinos en la galaxia indepe, porque cree que eso es calidad de vida para Salvador Illa.
Sea como sea, lo que empieza a ser un subgénero sublime es el choque Montero-Bendodo. Subgénero andaluz en el que el resto de españoles salen con un máster en habla sureña. Apamplá quiere decir «quedarse sorprendida», que es como se quedó Montero cuando Bendodo le comunicó que la Audiencia de Sevilla ha decidido acudir a la Justicia europea por considerar ilegal la sentencia del Constitucional que borró el castigo de los ERE. Se encorajinó tanto la vicepresidenta, habló tan deprisa, tan alto y se le secó tanto la boca, que un perdigón de saliva se le atragantó en el gañote y se quedó afónica. Tuvo que desistir de contestar a Bendodo porque ni con el agua y las pastillas de sus compañeras de escaño fue capaz de remontar. Una pena porque no pudo culminar la clase de habla sureña explicando que a ese tipo de atragantamiento se le llama «engolliparse».
Quedaba un duelo de altura entre Félix Bolaños y Cayetana Álvarez de Toledo. El ministro fue como el lateral derecho al que le toca frenar al extremo izquierdo que te hace sufrir. Bolaños llegó a beber agua para no engolliparse en la respuesta cuando Cayetana le preguntó si él también ha cambiado de móvil y borrado mensajes. Al no poder negarlo, el ministro hizo lo que hacen los laterales cuando se cansan del extremo: tirarse al suelo con los tacos por delante, preguntando a la diputada popular si tiene dinero en el extranjero. Siniestro juego de insinuaciones, huérfano de toda prueba como reconoció el propio Notario Mayor del Reino. ¿Usaría el Gobierno los datos de Hacienda para tener munición parlamentaria? Algunos no se engolliparon, pero está todo tan agrio (y no solo el semblante del presidente) que, como un día se muerdan la lengua, se van a envenenar.
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