Gobierno de España
El «núcleo duro» supo que repetía el sábado
Se acabó el G-8 y el G-4 ahora todos somos «marianistas» puros dice uno de los nuevos ministros
Prefiero cuarenta investiduras a decir adiós a un amigo. Así se lo dijo Mariano Rajoy a su paisano Alberto Núñez Feijóo durante la larga cena que mantuvieron la pasada semana a solas en La Moncloa. El presidente del Gobierno había citado al líder gallego para comentar los cambios en el gabinete, pero también para hablar de los posibles trasvases de dirigentes del partido a nuevas tareas. Cimentada la decisión de mantener a Soraya Sáenz de Santamaría, la auténtica jefa de la maquinaria de la Administración, a Rajoy le quedaban algunos matices para equilibrar la entrada de María Dolores de Cospedal, despedir a dos de sus más fieles amigos y premiar a dirigentes territoriales con peso. «Haz un encaje de bolillos», le dijo Feijóo al presidente en esas horas previas a la designación.
Soraya fue de las pocas en conocer pronto su destino, manteniendo la única vicepresidencia y, con toda lógica, dejando la portavocía por algo mucho más importante: la Administración Territorial, las relaciones con las Comunidades Autónomas y el tema clave de esta Legislatura: el nuevo modelo de financiación autonómica. A ella corresponderá ahora lidiar este espinoso tema y, sobre todo, la compleja relación con Cataluña, que conoce de primera mano por sus frecuentes viajes y reuniones con el vicepresidente y líder de ERC, Oriol Junqueras. Una vez más, Rajoy ha depositado una enorme dosis de confianza en Soraya, su mano derecha en todos estos años y el enlace perfecto con el grupo parlamentario del Congreso. Hace unos días, ambos mantuvieron un almuerzo y perfilaron los términos del cargo. Su etapa como portavoz del gobierno, dónde todos los viernes ha dado la cara como una jabata, deja paso a algo de mucho más voltaje político: las Administraciones Públicas y el nuevo marco territorial del Estado. Así lo acordaron ambos en esa comida, dónde Rajoy le desveló su intención de mantener a Luis de Guindos y Cristóbal Montoro en el área económica.
Su eterna rival, María Dolores de Cospedal, no estará en liza dado que la cartera de Defensa imprime carácter propio. Así lo ha visto Rajoy y así lo entendió Cospedal, quien mantuvo varias reuniones con el presidente y le hizo saber su intención de seguir en la Secretaría General del PP. Es la segunda mujer después de Carmen Chacón en asumir el máximo rango de las Fuerzas Armadas, y a ella le hacía ilusión. En su entorno aseguran que, puestos a escoger prefería el partido, pero que el hecho de ser la segunda mujer en la historia en asumir Defensa colmaba sus aspiraciones. «A partir de ahora, María Dolores, mucho más firme y más galones», le dijo Rajoy con fina ironía al comunicarle su decisión.
A la mayoría de los ministros del «núcleo duro», el presidente les llamó nada más terminar el debate de investidura. Fue el caso de Cristóbal Montoro, Luis de Guindos y Fátima Báñez, a quienes confirmó en sus puestos de inmediato. Con sutileza, lidió la pugna entre los dos ministros económicos, y tuvo palabras de elogio hacia Báñez, una mujer muy valorada también en los grupos de la oposición. A Álvaro Nadal, un colaborador muy estrecho en la Moncloa le llamó hace dos días y le notificó su nuevo ministerio, algo muy reclamado sobre todo en el sector turístico. «Es de los de casa», dicen en Moncloa sobre quien ha sido el «cerebrito» de la Oficina Económica, un «sorayo» bien preparado, silente y discreto, como le gusta al presidente. Junto con Montoro, Báñez y Rafael Catalá conforman el «núcleo pata negra» de la vicepresidenta frente a la liquidación total del antiguo G-8, luego G-4 y ahora ya G-nada. Se acabaron los bandos, ahora todos somos «marianistas» puros, dice uno de los nuevos ministros.
Entre ellos, Rajoy llamó el pasado lunes a Juan Ignacio Zoido, Iñigo de la Serna y Dolors Monsterrat. El sevillano y el alcalde de Santander fueron sugeridos por Javier Arenas y la propia María Dolores de Cospedal, para compensar el poder territorial. La catalana fue propuesta por Jorge Fernández, un amigo leal del presidente de muchos años y a quien, según fuentes de Moncloa, le ha costado mucho cesar en el cargo. Caso diferente es el de García Margallo, el «verso suelto» del gobierno, muy enfrentado con la vicepresidenta y bastante quemado en el puesto. Según fuentes gubernamentales, Rajoy mantuvo con ellos una larga conversación, «franca y personal», para decir adiós a una etapa sin ninguna acritud y mucho agradecimiento. Al nuevo inquilino del Palacio de Santa Cruz, Alfonso Dosti, un diplomático acreditado en Bruselas, le confirmó en el puesto tras hablar con Margallo.
En cuanto a Íñigo Méndez de Vigo, las mismas fuentes indican que Rajoy había hablado con Soraya sobre su nueva competencia de portavoz del Gobierno, y ambos así lo acordaron. Hombre de talante abierto, afronta ahora el reto de comparecer ante los medios, una delicada tarea tras la brillante etapa de Soraya. «Con risa e ironía, lo harás muy bien», le dijo Rajoy al comunicarle su decisión. En efecto, le harán falta para tal cometido. Una vez más, Mariano Rajoy ha jugado al equilibrio, le ha costado desgajarse de amigos como Jorge Fernández pero, como dicen en su entorno, nuevos tiempos para una etapa bien distinta.
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