Res non verba

El cohete proveerá

Separado el grano del relato, lo de ayer sirvió para confirmar que Sánchez fía casi todo a la ayuda externa

Comparecencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para informar sobre el nuevo escenario geopolítico de la Unión Europea y de las conclusiones del Consejo Europeo de los días 20 y 21 de marzo de 2025, entre otros asuntos. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 26 03 2025
Comparecencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ayer en el CongresoAlberto R. RoldánFotógrafos

Hace tiempo que el morbo de Pedro Sánchez como actor político reside básicamente en cuál será la próxima línea roja que traspase. Ya saben, el juego de «no se atreverá a hacer eso porque lo negó y además sería inconstitucional… ah, vaya, pues sí se ha atrevido». Así, lo de las flagrantes contradicciones es algo a lo que nos hemos ido acostumbrando, aunque hay que reconocer que observar cómo engarza una verdad con un embuste sigue teniendo algo de espectáculo hipnótico. En el pleno sobre el aumento del gasto de Defensa, el presidente fue previsible cuando, después de muchas vueltas y un tostón sobre Monet y Schuman, vino a reconocer que no tenía nada que contarnos. Le faltó decir: «Hasta que no tenga claro de qué pasta dispongo y con qué acuarelas puedo maquillar el resto del cuadro, no me pidáis un plan». Es un Sánchez tan condicionado por sus socios catalanes que incluso pareció parafrasear a aquel genio de Palafrugell que, al ver los rascacielos de Nueva York, se preguntó: «¿Y esto quién lo paga?». El presidente, eso sí, cambió el quién por el cuánto y el cómo, que es una manera de dejar claro que él no quiere ser el quién ni muerto.

Sánchez anda buscando monedas entre los cojines del sofá y en los bolsillos de los abrigos porque no quiere pagar. Sánchez anda cavilando un plan de maquillaje del gasto en defensa que amenaza con incluir hasta los burladeros de las plazas de toros porque no quiere enojar a sus socios ochenteros anti-OTAN y porque no desea aflojar la manteca que no le sobra. Y a pesar de esa frugalidad, Sánchez, ese mismo Sánchez, es capaz de presumir en el mismo discurso del milagro de los panes y los cohetes.

Según el presidente, la economía española va como un cohete (o una moto, según el día) y eso es lo que nos permitirá no tener que elegir entre defensa o escudo social: «No habrá que elegir» fue la frase lapidaria que podría lucir en el frontispicio de esta comparecencia sobre el plan de defensa sin plan de defensa. El cohete proveerá. Se vino tan arriba el presidente que llegó a decir que esto es lo bueno de tener unas «cuentas saneadas». Con una deuda pública de 1,64 billones (por más que la creatividad sanchista trate de reducir el porcentaje respecto al PIB), hay que tener desparpajo. En el manual del buen populista hay un capítulo dedicado a la dicotomía. Si la realidad no te plantea una buena dicotomía, la fuerzas tú mismo para obligar a la gente a arrimarse a tu abrevadero. Seguridad o protección social. Binomio con el que Sánchez se presenta como el héroe que nos permitirá esta vez no tener que sacrificar una por otra mientras él siga en Moncloa. Fue un instante fugaz en el que el presidente dejó entrever su condición mortal, con la que añadir un punto de patetismo a su sobreactuada épica.

La cuestión es que, separado el grano del relato, lo de ayer sirvió para confirmar que Sánchez lo fía casi todo a la ayuda externa. Reconoció que anhela el momento covid, porque en aquella crisis los fondos comunitarios le cayeron del cielo como una lluvia salvadora. Esta vez, el «deus ex machina» serían los fondos de transferencia. Y es tanta la fijación que tiene por repetir aquella jugada del maná bruselense que, aunque todavía no tiene plan, sí que tiene ya pensado un nuevo chiringuito potencial con el que centralizar el plan. Los fondos europeos para salir de la pandemia fueron férreamente canalizados por Moncloa y ahora el presidente anuncia otro plan parecido para impulsar, y atar en corto, las posibles inversiones en seguridad.

Ahora bien, las deseadas transferencias comunitarias y la promesa de que «no habrá que elegir» nos arreglarían vagamente el cómo se pagaría el aumento en defensa. Pero volvamos al cuánto y, sobre todo, al qué. ¿En qué deberíamos gastar más? Momento con redoble de tambor en el que los socios ochenteros pusieron las orejas tiesas para ver si Sánchez seguía esquivando la palabra rearme. Bueno, pues Sánchez nos contó que, más que a los misiles balísticos de Putin, un país tan sureño y occidental como el nuestro debe temer a la guerra híbrida. Fue el pasaje que más asustó a las ancianas, al relatarnos que nos podemos quedar sin fibra óptica o sin aeropuertos en pleno verano. Más ciberseguridad y no tantos misiles. Un guiño para Sumar, que insistió en salir de la OTAN, mientras Sánchez apuesta por acercarse comercialmente a China y criticar a Trump sin mencionar demasiado su nombre («la Administración estadounidense»). Con todo, el presidente tuvo tiempo de indignarse con Feijóo por acusarle de tener tics autocráticos y también de gustarse en el navajo de la política doméstica. Finalmente, trató de sacar a sus socios de la adolescencia antibelicista con una admonición: ya no podéis fiaros de la buena voluntad de los demás ni estar al albur de los cambios de opinión de otros. Ni que estuviera hablando de sí mismo. Qué manera de padrearse de todos y de todo.