Primer juicio
La Fiscalía desinfla la acusación a Villarejo tras oír a Corinna
El Ministerio Público ya no le imputa un delito de calumnias, pero mantiene que el comisario jubilado sí denunció falsamente al exdirector del CNI Sanz Roldán
Al excomisario José Manuel Villarejo, omnipresente protagonista del interminable «caso Tándem» –que le mantiene en prisión provisional desde noviembre de 2017–, se le pudo escuchar ayer por fin en un juicio, el primero que le sienta en el banquillo. No fue en la Audiencia Nacional, donde los archivos que se le incautaron, erizados de conversaciones grabadas a diestro y siniestro, han provocado ya la apertura de casi una treintena de investigaciones sobre sus labores de espionaje parapoliciales.
Tratándose de Villarejo, estereotipado como un hombre con la cara pegada a una carpeta, hasta la difusión de su imagen en directo (la vista oral se retransmitió en streaming incluso con traducción simultánea en inglés) constituía una novedad.
El comisario jubilado vino con ganas de hablar e incluso intentó sin éxito que el juez le dejase interrogar a los testigos personalmente (en su calidad de abogado colegiado). Al fin y al cabo, al igual que Fraga tenía el Estado en la cabeza, él atesora en la suya la ingente documentación que aglutinó en sus innumerables archivos. «Si hubiera podido interrogar hubiera sido diferente, porque conozco el tema», se encargó de recordar en el turno de última palabra.
Pero en su primer round judicial (le esperan ya tres juicios del «caso Tándem» aún sin fecha), Villarejo no salió malparado. Entró con una acusación de la Fiscalía por calumnias y denuncia falsa y una petición de dos años de cárcel y salió de la sala de vistas del Juzgado de lo Penal número 8 de Madrid con una solicitud de condena de un año de prisión, después de que el fiscal retirara la acusación por calumnias tras escuchar el testimonio de Corinna Larsen, la otra gran protagonista mediática de este juicio.
Y es que la examante del Rey Emérito declaró que sí se sintió amenazada por Sanz Roldán y se mostró convencida de que el entonces director de los servicios de Inteligencia actuaba a instancias de Don Juan Carlos. De ahí que la Fiscalía optase al final por no acusar a Villarejo de ese delito por afirmar en el programa «Salvados» de La Sexta que Sanz Roldán amenazó a la consultora danesa.
Pese a ese paso atrás (que no secundó la Abogacía del Estado, defensora del «honor» del CNI, que el abogado del excomisario, Antonio Cabrera, niega que exista al tratarse de una persona jurídica), la Fiscalía sí mantiene la acusación por denuncia falsa contra el ex responsable del Centro Nacional de Inteligencia.
El fiscal sigue creyendo, sin embargo, que Villarejo denunció falsamente a Sanz Roldán en la Audiencia Nacional al atribuirle la publicación, en mayo de 2017, de una fotografía suya en un reportaje de «El País» –titulado «Los tentáculos de Villarejo en el mundo judicial»– bajando de un avión en Melilla donde, según él, había tomado parte como agente encubierto de una operación contra el yihadismo.
Para Villarejo, que siempre ha esgrimido la supuesta inquina de Sanz Roldán hacia él como germen de sus problemas con la Justicia, fue el director del CNI la mano que meció la cuna de esa «gran irresponsabilidad», al dejar al descubierto su identidad.
Su denuncia fue archivada y el propio Sanz Roldán negó ayer, en su declaración como testigo, haber tenido nada que ver y, con una cierta displicencia, afirmó no haber visto en su vida a Villarejo, dudando incluso de que esa operación existiese y cuestionando que el excomisario llevase a cabo realmente labores de inteligencia.
«El CNI no hace estas cosas»
Respecto a esas presuntas amenazas (por las que todavía puede ser condenado, dado que la Abogacía del Estado no ha retirado la acusación), Villarejo (secundado por el testimonio de Corinna) y Sanz Roldán ofrecieron versiones contrapuestas. El excomisario ratificó que fue la propia examiga íntima del Rey Emérito la que se lo trasladó en una reunión en Londres en junio de 2015 a la que acudió, dijo, por orden precisamente del CNI para «proteger a la Monarquía», dado que Corinna Larsen tenía en su poder «documentación muy comprometedora».
Sanz Roldán negó ese extremo: «Jamás he amenazado a una mujer y a un niño». Y, además, se amparó en la Ley de Secretos Oficiales para no responder a las preguntas sobre su encuentro con Corinna en 2012, en el que le habría trasladado que no podría garantizar la seguridad y la de su hijo si no seguía sus indicaciones.
Aunque sí admitió que en esas fechas se encontraba en Londres, desvinculó ese desplazamiento de cualquier actuación como director del Centro Nacional de Inteligencia, pues insistió una y otra vez en que el departamento de Inteligencia no puede actuar en el extranjero. «No hice nada fuera del territorio español. Nada. No puedo decirlo más claro».
El juicio, en todo caso, solo es el primer acto de un largo peregrinar de Villarejo por las salas de vistas. «Ya me lo han quitado todo, pero lo que no me van a robar es mi convicción de que hay justicia en España», enfatizó el excomisario, quien tras resaltar que «hay un miedo atroz a lo que voy a decir», deslizó una advertencia nada velada. «Estoy muy fastidiado físicamente, pero sorprendentemente se ha producido un efecto de neuroplasticidad en mi mente que estoy empezando a recordar todo». Continuará.
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