Editorial

Boicotear las Cortes es boicotear la democracia

Sánchez no cumple con la democracia, sino que la boicotea. No cree en ella. La oposición debe perseverar contra una Presidencia que los españoles no merecen

Pedro Sánchez en un pleno del Congreso de los Diputados.
Pedro Sánchez en un pleno del Congreso de los Diputados. Gonzalo Pérez La Razón

Disponemos de la evidencia empírica suficiente en estos seis años de sanchismo para haber constatado que prácticamente no existe código de buen gobierno que no haya sido incumplido por la coalición en el poder. Está Sánchez preocupado por pasar a la historia del viejo Reino, pero esa dignidad no la regalan con el cargo. Su desempeño no se corresponde al que ostenta la primera magistratura en un estado de derecho, sino a un modelo cesarista abrazado a la arbitrariedad y la discrecionalidad inherentes al totalitarismo democrático que tanto profesan sus iguales bolivarianos. Sin división de poderes, sin respeto a la independencia de cada uno de esos pilares que significan y encumbran los equilibrios, la democracia ni es plena ni real. Si el poder se confabula con otros elementos para desactivar todos los contrapesos y neutralizar los blindajes, hablamos de subversión constitucional.

El sanchismo encarna y promueve ese plan de mutación del régimen de libertades cual caballo de Troya tóxico que persigue por encima de todo perpetuarse en el poder y eliminar la alternativa y con ella la clave de bóveda que supone la alternancia para un modelo en libertad. El objetivo de trucar las reglas de la democracia hasta desvirtuarlas define un fraude a la nación y a sus ciudadanos. Además de la colonización espuria de las instituciones hasta haberlas convertido en satélites de Moncloa en una involución desconocida en Europa, el boicot del Ejecutivo a las Cortes, y especialmente al Senado, es la consecuencia de esa pulsión despótica que denunciamos.

No podemos normalizar que el gobierno en pleno eluda regular y conscientemente una parte notable de sus obligaciones parlamentarias. Actúa como si fuera libre de atenderlas e incluso de hacerlo sin justificación alguna. Que se acumule alrededor de una cuarentena de ausencias a sesiones de control en dos semanas de actividad parlamentaria en el Congreso y el Senado no puede ser casualidad, sino que responde a un patrón enmarcado en una estrategia de cancelación del Parlamento, neutralizando de esta manera uno de los canales y de las capacidades principales de la oposición para ejercer su derecho y su obligación de fiscalizar el poder.

Conviene recordar que Moncloa cerró inconstitucionalmente las Cortes durante la pandemia. Por eso, que Sánchez acumule semanas de absentismo parlamentario con su gabinete en récord de espantadas rubrica su respeto a las reglas de la democracia, a las instituciones y a la soberanía nacional que reside en el pueblo español. Le incomoda la transparencia y la rendición de cuentas por la corrupción y se aprovecha de una agenda internacional para poner tierra de por medio y huir del acoso judicial. No cumple con la democracia, sino que la boicotea. No cree en ella. La oposición debe perseverar contra una Presidencia que los españoles no merecen.