Editorial

Alemania abocada a otra «gran coalición»

Pactar con la AfD plantea problemas no sólo de índole moral o ideológico, sino de incompatibilidad política en asuntos esenciales para el futuro germano.

Friedrich Merz MICHAEL KAPPELER - DPA 23/02/2025 ONLY FOR USE IN SPAIN
Alemania.- Merz asegura que van a gobernar Alemania tras ganar las eleccionesDPA vía Europa PressEuropa Press

A la hora de cierre de esta edición, el resultado de las urnas en Alemania no se alejaba mucho de las previsiones de los sondeos, con una victoria significativa del centro derecha de la CDU/CSU, pero insuficiente para gobernar en solitario pese al desplome de los socialistas, que habrían obtenido el peor resultado desde 1949. Al candidato conservador, Friedrich Merz, se le plantea una disyuntiva política muy poco halagüeña, por cuanto puede sostener su palabra y mantener el «cordón sanitario» a la ultraderecha de la AfD, que ha doblado apoyos y se ha convertido en la segunda fuerza alemana, tendiendo la mano a socialdemócratas y verdes en busca de otra «gran coalición», la fórmula que, precisamente, ha llevado al crecimiento de la extrema derecha por un lado y al surgimiento de nuevas formaciones comunistas de variados perfiles, siempre en la radicalidad, que también han crecido electoralmente, aunque no lleguen a ser parlamentariamente condicionantes.

Pese a ello, la otra opción, pactar a su derecha, plantea problemas no sólo de índole moral o ideológico, sino de incompatibilidad política en asuntos esenciales para el futuro germano. Porque la AfD que lidera la populista Alice Weidel, más allá de sus programas contra la inmigración musulmana, aboga por recuperar los lazos con Moscú –una constante en la política exterior alemana desde casi el final de la Segunda Guerra Mundial–, aflojar los que les ligan a la Unión Europea y, en consecuencia, respaldar la posición de Donald Trump, que ha enviado sus calurosas felicitaciones, frente a Ucrania.

No son diferencias fáciles de sortear, precisamente, cuando en una buena parte de la sociedad alemana empieza a considerarse que ha sido la dependencia energética de Rusia y de su mercado importador una de las causas principales de la crisis económica y política que vive el país, con dos años ya en recesión. Sin producción energética de respaldo, tras el desmantelamiento de las centrales nucleares, la subida de los costes de producción ha acabado por dar la puntilla a un modelo de producción industrial que no había sabido adaptarse a las nuevas tecnologías.

Un modelo que no contaba con el recurso de la inversión privada, con un sistema bancario en constante retroceso, y que tiene limitado el endeudamiento público, incluso para inversiones I+D, por una estricta normativa constitucional. Alice Weidel adelantó ayer que está dispuesta a entrar en un gobierno de coalición con Merz desde la realidad de que se ha convertido en la líder de la segunda fuerza política de Alemania, por encima de los socialistas, y desde la convicción de que no se puede ignorar la voluntad del 20 por ciento de la población. Tal vez, pero no parece que sea la mejor opción para una Alemania hoy cogida en la pinza entre la Rusia de Putin y los Estados Unidos de Trump.