China
Wanda, obligado a pisar el freno
El gigante inmobiliario chino deja atrás su voraz apetito comprador por todo el mundo y desinvierte a toda velocidad, animado por Pekín, para compensar la enorme deuda del grupo y del país.
El gigante inmobiliario chino deja atrás su voraz apetito comprador por todo el mundo y desinvierte a toda velocidad, animado por Pekín, para compensar la enorme deuda del grupo y del país.
Cuando en 2013, Wang Jianlin, presidente del gigante inmobiliario Wanda, tomó el estrado para anunciar en una fastuosa ceremonia la construcción del mayor estudio de cine del mundo en la localidad costera china de Qingdao, a su vera brillaban rutilantes astros hollywoodienses de la talla de John Travolta, Nikole Kidman o Leonardo Di Caprio para dotar de glamour y relevancia al evento.
Cuatro años y medio más tarde, mucho han cambiado las cosas para Wanda, y la lista de invitados que acudieron a la inauguración oficial de esta «ciudad del cine» de 8.000 millones de dólares estaba copada por burócratas de alto nivel del Partido Comunista chino y por representantes de los estudios estadounidenses. La única figura cinematográfica presente en la ocasión fue el actor local Huang Bo, que casualmente se encontraba en la ciudad filmando una película.
Para los analistas, esta sobria ceremonia fue todo un símbolo de cómo Wanda y su carismático fundador han pasado en tan solo un lustro de ser estrellas en ascenso que aspiraban a comerse el mundo a ser uno de los mayores grupos deudores de China, lo que les ha llevado a desinvertir a un ritmo vertiginoso ante la atenta mirada de las autoridades comunistas que no quieren ni un sobresalto para su economía y que han cortado el grifo a su política de créditos baratos a las grandes empresas que, como Wanda, salieron de compras al exterior para convertirse en gigantes globales.
Con el buen hacer de la economía china y el aumento de su clase media demandando mayor oferta de ocio de fondo, Wanda no escatimó recursos para convertirse en “la mayor empresa de turismo del mundo” para 2020. Así llegaron la compra de los estudios Legendary Entertainment (3.500 millones de dólares), la cadena de cines AMC (2.600 millones) y Odeon (1.100 millones) o el 20% del Atlético de Madrid, entre otras. En total, más de 13.000 millones de euros de inversión por todo el mundo.
Además, se dedicó a comprar propiedades inmobiliarias por Estados Unidos, Australia y Europa -incluido el Edificio España, en Madrid, por 265 millones de euros- y planeaba la construcción de 20 parques de atracciones con los que desbancar a Disney.
Pero si antes el Gobierno chino animaba a sus empresas a que compraran en el extranjero, el exceso de deuda del país -considerado como uno de los grandes riesgos para su sistema financiero- llevó hace año y medio a las autoridades a tratar de poner freno de inmediato a esas inversiones en sectores no prioritarios como el del entretenimiento o el inmobiliario y a revisar los préstamos concedidos a cinco de los grandes conglomerados más “gastones” de los últimos años, Wanda incluida.
Entra las otras afectadas se encuentran otros grupos otrora todopoderosos como Fosun -que ya se ha desecho del 20% que poseía en Osborne- o el grupo HNA – que anunció su salida de la hotelera NH-. Pero sobre todo, destaca la situación de la aseguradora Anbang, protagonista de sonadas operaciones como la compra del Waldorf Astoria de Nueva York por casi 2.000 millones de dólares y que en febrero fue intervenida por Pekín ante su peligrosa situación financiera y su presidente, Wu Xiaohui, fue procesado por “crímenes económicos”.
Para evitar correr una suerte similar, Wanda se embarcó en una carrera frenética para sanear su cuenta de resultados vendiendo activos -hoteles, el Atlético de Madrid, el Edificio España o los parques de atracciones entre otros- y mantener la credibilidad del grupo, que rozó sus cotas más bajas cuando el verano pasado corría el rumor de que a Wang se le había prohibido abandonar China. Aún así, el multimillonario venido a menos siempre ha dado la cara por la empresa asegurando que siempre pagan sus deudas y ha tratado de quitarle hierro a la situación, quizás esperando a que vuelvan tiempos mejores. El éxito -o fracaso- de sus nuevos estudios serán una buena vara para medirlo en el futuro.
de cómo Wanda y su carismático fundador han pasado en tan solo un lustro de ser estrellas en ascenso que aspiraban a comerse el mundo a ser uno de los mayores grupos deudores de China, lo que les ha llevado a desinvertir a un ritmo vertiginoso ante la atenta mirada de las autoridades comunistas que no quieren ni un sobresalto para su economía y que han cortado el grifo a su política de créditos baratos a las grandes empresas que, como Wanda, salieron de compras al exterior para convertirse en gigantes globales.
Con el buen hacer de la economía china y el aumento de su clase media demandando mayor oferta de ocio de fondo, Wanda no escatimó recursos para convertirse en «la mayor empresa de turismo del mundo» para 2020. Así llegaron la compra de los estudios Legendary Entertainment (3.500 millones de dólares), la cadena de cines AMC (2.600 millones) y Odeon (1.100 millones) o el 20% del Atlético de Madrid, entre otras. En total, más de 13.000 millones de euros de inversión por todo el mundo.
Además, se dedicó a comprar propiedades inmobiliarias por Estados Unidos, Australia y Europa –incluido el Edificio España, en Madrid, por 265 millones de euros– y planeaba la construcción de 20 parques de atracciones con los que desbancar a Disney.
Pero si antes el Gobierno chino animaba a sus empresas a que compraran en el extranjero, el exceso de deuda del país –considerado como uno de los grandes riesgos para su sistema financiero– llevó hace año y medio a las autoridades a tratar de poner freno de inmediato a esas inversiones en sectores no prioritarios como el del entretenimiento o el inmobiliario y a revisar los préstamos concedidos a cinco de los grandes conglomerados más «gastones» de los últimos años, Wanda incluido.
Entra los otros afectados se encuentran otros grupos otrora todopoderosos como Fosun –que ya se ha desecho del 20% que poseía en Osborne– o el grupo HNA –que anunció su salida de la hotelera NH–. Pero sobre todo, destaca la situación de la aseguradora Anbang, protagonista de sonadas operaciones como la compra del Waldorf Astoria de Nueva York por casi 2.000 millones de dólares, y que en febrero fue intervenida por Pekín ante su peligrosa situación financiera y su presidente, Wu Xiaohui, procesado por «crímenes económicos».
Para evitar correr una suerte similar, Wanda se embarcó en una carrera frenética para sanear su cuenta de resultados vendiendo activos –hoteles, el Atlético de Madrid, el Edificio España o los parques de atracciones, entre otros– y mantener la credibilidad del grupo, que rozó sus cotas más bajas cuando el verano pasado corría el rumor de que a Wang se le había prohibido abandonar China. Aún así, el multimillonario venido a menos siempre ha dado la cara por la empresa asegurando que siempre pagan sus deudas y ha tratado de quitarle hierro a la situación, quizás esperando a que vuelvan tiempos mejores. El éxito –o fracaso– de sus nuevos estudios serán una buena vara para medirlo en el futuro.
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