Opinión
La Segunda Guerra Fría
EE UU, China y Rusia maniobran para hacerse con los recursos que yacen bajo el Ártico
De un día para otro, EE UU creció en una extensión similar a dos veces España. Lo más propio sería decir de una noche para otra, pues esta expansión fue de madrugada. Esa noche del 19 de diciembre, Washington amplió su zona económica exclusiva más allá de las 200 millas náuticas que determina la legislación internacional, una superficie de un millón de kilómetros cuadrados, en gran medida frente a las costas de Alaska. Que la mayor parte de esta expansión se produzca en medio de posibles rutas del futuro tránsito naval del Ártico y frente a las costas asiáticas rusas no es circunstancial.
La ganancia de terreno en la plataforma continental otorga a EE UU futuros derechos de explotación de los recursos, tanto pesqueros como mineros o de hidrocarburos, y de tránsito ante posibles litigios con otras potencias como Rusia. Y es que el Ártico se derrite al mismo ritmo que los cubitos de un gintónic. Se tuesta dos veces más rápido que el resto de la Tierra. En los últimos 30 años, se han diluido más de tres cuartas partes de un manto que ha permanecido helado durante más de 800.000 años. La extensión del casquete polar ha venido menguando a un ritmo del 12,6% cada década desde 1980 y las nuevas proyecciones apuntan a que el Polo Norte perderá todo su hielo por primera vez en las próximas dos décadas, lo que lo hará completamente navegable y ahorraría un 40% del tiempo y del dinero que requiere unir los puertos europeos con los asiáticos.
Como el deshielo es un hecho, los países más próximos al Polo Norte se preparan para conquistar el jugoso botín que está a punto de emerger. Sólo en recursos energéticos, bajo el Ártico descansan el 22% de las reservas de petróleo, lo que convertiría a la zona en el octavo productor mundial, y más del 30% de las de gas. Por no mencionar uranio, níquel, cobre, oro, diamantes o a la última e inmensa pesquería intacta.
El Consejo de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos acaba de retomar las negociaciones para avanzar en un código que regule la minería submarina. 24 países, entre ellos España, Brasil, México, Francia y Reino Unido, defienden una moratoria o incluso la prohibición de la minería submarina. Pero no es suficiente. Si EE UU, China y Rusia no se detienen ya, la Guerra Helada será un hecho.
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