Asalto a Twitter

Elon Musk: Wall Street baila al ritmo marciano del dueño de Tesla

Supervillano o genio, la mayor fortuna del mundo, con 200.000 millones de euros, representa la nueva América: renacentista, innovadora y tecnológica

El dueño de Tesla, Elon Musk
El dueño de Tesla, Elon MuskPatrick PleulAgencia AP

El picante en todas las salsas. Así podría definirse al multimillonario surafricano, de pasaporte canadiense (aunque reside en Texas), Elon Musk, que está metido en todos los ajos sin que nadie sepa muy bien de dónde mana tanto dinero para sus proyectos megalómanos, como los supervillanos de Bond, cuyas fortunas son etéreas como etérea es la última apuesta del empresario: la red social Twitter, de la que ya tenía el 9% y que adquirirá por unos 41.539 millones de euros si nada se tuerce.

Y es que donde hay lío, allí está Musk. En la guerra lunática contra Jeff Bezos, su reverso. En la carrera para lanzar con Optimus, el primer robot humanoide que sirva para algo. Orbitando el sol porque sí. A bordo de su propio coche que no quema petróleo y no necesita conductor. Atizando a la ONU y a todo lo que se mueva en Twitter. Escandalizando al mundo con su vida sin filtros ni reglas que le permiten aparecer en público fumando maría y bebiendo whisky. En el lío entre Johnny Deep y la actriz y modelo Amber Heard, con la que mantuvo un romance tras la ruptura del hollywoodiense matrimonio. En Iron Man, Los Simpson, South Park o Big Bang Theory, pues como Donald Trump, que ha proclamado su regreso a Twitter tras anunciarse que la compañía cambia de manos, Musk es adicto a los cameos más variopintos. En 2008, estaba al borde de la bancarrota. Hoy, todo lo que propone, por absurdo que parezca, vuelve locos a los inversores.

Solo se vive una vez, pero Musk parece empeñado en vivir varias vidas en una sola. Personaje del pasado año para «Time», aunque podría serlo todos los años desde su primer gran éxito empresarial.

Excéntrico, visionario, maniático, delirante, gurú de Wall Street... Musk no deja indiferente a nadie en su afán por superar las extravagancias que décadas antes protagonizó Sir Richard Branson, fundador de la discográfica Virgin, reconvertida en un conglomerado con líneas aéreas, la pionera de los viajes privados al espacio Virgin Galactic o la división Media, socia de la filial británica de Telefónica O2. Y es que los paralelismos entre ambos empresarios son más que patentes pese a que Musk apenas balbuceaba sus primeras palabras cuando Branson fundaba a principios de los 70 Virgin Records.

Ambos se granjearon fama de pillos en sus orígenes y se han creado una imagen de empresarios «pop» alejados del esnobismo de los clubes privados, el polo y la opulencia pese a que sus orígenes son de todo menos humildes. De hecho, Musk vive de prestado en casas de amigos o en sus oficinas tras haber vendido por 60 millones de dólares todas sus propiedades inmobiliarias.

De Musk sabemos que tuvo una infancia compleja. Con síndrome de Asperger y una familia poco convencional en la que destaca la figura de su padre Errol, ingeniero con un coeficiente intelectual desmedido como desmedido es su ego y del que Elon echa pestes. «Mi padre es un horrendo ser humano. No tienes ni de idea. Casi todos los crímenes que se te puedan ocurrir, él los ha cometido ya», declaró a la revista «Rolling Stone».

El caso es que hay también ciertos paralelismos entre Elon y su padre. Entre ellos, el éxito empresarial. Musk padre amasó una fortuna con las minas de esmeraldas en Zambia por lo que Elon, el primero de tres hermanos (Tosca, directora de cine, y Kimbal, con quien Elon está asociado), creció en la casa de una familia adinerada. Pero Elon comparte también con su padre una vida personal de lo más agitada.

El patriarca de los Musk se casó en 1970 en Pretoria, donde nació el hombre más rico del planeta (con un patrimonio de casi 200.000 millones de euros que supera el PIB de 150 países del mundo) con Maye Musk, con la que Elon está estrechamente vinculado. La pareja se separó en 1979 y hoy Mayne, licenciada en dietética y modelo, se ha convertido a los 70 años en imagen de numerosas campañas publicitarias mientras ejerce de amorosa abuela. Mientras, Errol volvió a ser padre en 2018 tras tener un hijo con su propia hijastra, para escándalo de la familia.

Por su parte, Elon ha tenido dos esposas, pero tres matrimonios. Con su primera esposa, la empresaria y escritora Justin Wilson, tuvo cinco hijos «in vitro» (Griffin y Xavier, de 18 años, y los trillizos Kai, Saxon y Damian, de 16). Con la actriz Talulah Riley, con quien mantuvo una turbulenta relación, repitió nupcias sin hijos. Con su actual pareja, la cantante canadiense Grimes, tuvo un bebé al que bautizaron con el impronunciable nombre de X AE A-12 y una niña, Exa Dark Sideræl, nacida por gestación subrogada.

Igual de agitada ha sido su desempeño empresarial. Graduado en Economía y Física en la Universidad de Pensilvania, en 1995 cofundó con su hermano su primera startup, Zip2, que cuatro años más tarde vendió por 287 millones de euros. Con dinero en los bolsillos, Musk cofundó el banco online X.com, que se fusionó con Confinity en 2000 para formar PayPal. La empresa fue comprada por eBay en 2002 por 1.500 millones de dólares y ya no paró.

En lugar de dedicarse a disfrutar de su fortuna, Elon Musk decidió buscar la gloria y no el dinero como fin y convertirse en una especie de gurú salvador de la humanidad. En 2002, Musk fundó SpaceX, fabricante aeroespacial y empresa de servicios de transporte espacial que se ha convertido en lanzadera de la NASA y que colocará astronautas en la Luna por primera vez desde 1972.

Tesla Motors, la joya de su corona, acapara dos tercios del mercado de vehículos eléctricos y el mayor valor en bolsa de un fabricante de coches. Aunque muchos ven en su desfachatez –tras anunciar la compra de Twitter publicó que ahora iba a por la Coca-Cola «para volver a poner cocaína en ella»– los delirios de un supervillano, lo cierto es que los proyectos de Musk no solo se terminan materializando por peregrinos que parezcan sino que además son 100% tangibles. Están fabricados y ensamblados, lo que le convierte en un magnate industrial, devolviendo a EE UU la vieja gloria manufacturera y los sueños de conquista espacial de un país que se hizo potencia cuando toda la Tierra estaba ya descubierta.

Esa es ahora su principal apuesta al margen de la que tiene en la Tierra (Tesla, la energía solar, la inteligencia artificial, la neurotecnología o la construcción): la conquista y colonización del espacio, empezando por Marte, cuyos polos pretende bombardear con armas nucleares para vaporizar el hielo, lo que calentaría el gélido planeta rojo y lo haría habitable. No en vano, cuando su hijo X AE dijo su primera palabra («car»), Elon le respondió, «¡rocket!».