Lo importante es participar
Martín Fiz, Abel Antón... dominadores del mundo sin la corona suprema
Los maratonianos españoles, con el vitoriano y el soriano al frente, arrasaron durante un lustro sin brillar nunca en los Juegos Olímpicos
Pero estos tres, ¿de dónde han salido? De la Sierra de Guadarrama, concretamente. En el maratón que celebra el Campeonato de Europa de atletismo de Helsinki 1994 –los sorianos Fermín Cacho y Abel Antón le habían dado España sus dos únicos oros en 1.500 y 10.000 metros–, tres fondistas desconocidos para el gran público lograban la descomunal hazaña de copar el podio. Martín Fiz, Alberto Juzdado y Diego García habían completado una reconversión supersónica, en menos de dos años, de pisteros de nivel medio a corredores de ruta de élite. El ingrediente secreto de esta receta de éxito, más allá del asesoramiento del doctor-milagro Sabino Padilla, eran unas kilometradas descomunales por la serranía madrileña.
El lustro del dominio hispánico del maratón internacional comenzó en la capital finesa, la tierra del atleta más laureado de todos los tiempos, Paavo Nurmi, y se prolongó hasta el Mundial de Sevilla de 1999. Además del mencionado triplete, Fiz ganó el Mundial en 1995, Abel Antón lo adelantó en los últimos metros de Atenas 97 para firmar un doblete alucinante y repitió título el castellano en La Cartuja. Mientras, Fabián Roncero evitaba disputar los grandes campeonatos, él sabría por qué, pero reinaba en los maratones comerciales con su récord nacional y europeo de 2h07:23. Ningún representante de esta suntuosa cantera de maratonianos, sin embargo, se encaramó jamás al podio olímpico.
Estuvo muy cerca Martín Fiz en los Juegos de Atlanta, donde buscaba la triple corona un año después de su consagración mundial en Gotemburgo, Mundial que ganó con Juzdado y García escoltándolo en las quinta y sexta posiciones. El atleta vasco, sin embargo, no resistió al último cambio de los tres medallistas, que entraron en un embalaje de ocho segundos –una marca de 2h12:36 para el campeón, el sudafricano Josia Thugwane, perfectamente a su alcance– dejándolo en un amargo cuarto puesto.
Abel Antón sucedió a Fiz como campeón del mundo con el celebérrimo adelantamiento en la recta final de Atenas, doblete alucinante para el atletismo español, y se presentó en Sídney con dos títulos en su palmarés, ya que repitió en Sevilla 99. En Nueva Gales del Sur, no obstante, volvió a ser el vitoriano el mejor español –sexto, aunque lejos del terceto africano que copó el podio– en una carrera en la que el soriano naufragó hasta hundirse más allá del quincuagésimo puesto.
No terminaron con estos dos fenómenos las desventuras olímpicas del maratón nacional, ya que cuatro años más tarde, en Atenas, España presentó un equipo muy potente con José Ríos, medallista europeo en 2002, y Julio Rey, bronce mundial en 2003, que se perdieron en los sótanos de la clasificación. Hace menos de tres años, en los aplazados Juegos de Tokio, Ayad Landassem firmó una inesperada quinta plaza a la estela de Eliud Kipchoge, nada menos, que no pudo soltarlo hasta sobrepasado el kilómetro 35. La prueba se disputó en las calles de Sapporo, donde Paquito Fernández Ochoa protagonizó en 1972 la mayor sorpresa del olimpismo español. Si este saharaui de Sidi Ifni llegar a subirse al podio un par de meses antes de cumplir los 40, no le habría ido a la zaga.
✕
Accede a tu cuenta para comentar