Ciclismo
Lazkano celebra el cumpleaños de Sabina con la victoria en la Clásica de Jaén
El campeón de España ganó en Úbeda, donde se esperaba a Van Aert después de andar 110 kilómetros en fuga
Joaquín Sabina cumple 75 años. Lo recuerda una placa en su casa natal en la plaza 1 de mayo de Úbeda. «En esta casa nació Joaquín Sabina el 12 de febrero de 1949», reza la inscripción, coronada por una imagen del cantante con su característico bombín. Lo recuerdan también algunos fans llegados desde cualquier lugar de España. La excusa es la Clásica de Jaén, pero ellos se van a rezar al santo a la taberna Calle Melancolía, un santuario adornado con fotos de Sabina desde su infancia hasta el éxito y ambientado con su música. Los niños hacen cola en una panadería junto a la casa del poeta para comprar el almuerzo en el recreo. No hay más. La vida sigue. Sabina no se hizo querer en su tierra, es un madrileño que nació exiliado en Úbeda y la ciudad está más pendiente de los ciclistas que del poeta. El ubetense era Joaquín Martínez. Sabina, de segundo, el artista.
El tiempo tampoco acompaña. Ha llovido y el agua redujo los caminos de tierra de la Clásica a la mitad. La lluvia se tragó cuatro tramos para que la ruta no quedara convertida en un paso por arenas movedizas capaces de devorar ciclistas a su paso. El agua redujo el «sterrato» a la mitad y Van Aert quedó convertido en nada.
El belga era el hombre a seguir, la referencia, igual que lo había sido Pogacar el año pasado. La lluvia podía hacer que alguno de los tramos de tierra se asemejara más a un ciclocross que a una prueba de carretera. Y él llegaba de ganar el de Benidorm y de dominar también en la ruta en la Clásica de Almería.
Pero al corredor belga se le atragantaron los casi 70 millones de olivos de los campos jiennenses. Y la carrera quedó en manos de Oier Lazkano, el campeón de España, un ciclista con cuerpo de clasicómano y obligaciones de guardaespaldas en las grandes carreras. Un hombre capaz, también. de citar a Rajoy en una entrevista con Josué Elena en Televisión Española. «Haré todo lo posible e incluso lo imposible si lo imposible es posible», dijo después de una etapa de la Vuelta el año pasado.
Y en el trayecto que separa Baeza de Jaén, Machado de Sabina, hizo realmente lo que parecía imposible. Anduvo 110 kilómetros escapado, solo o en compañía de otros. Primero fueron 15 los aventureros. Luego cinco y la carrera quedó convertida en un mano a mano entre Lazkano y Prodhomme a falta de 40 kilómetros. Diez antes un pinchazo había acabado de derrotar a Van Aert en uno de los caminos de tierra. Él mismo cambió la rueda, pero no le dio para competir por la victoria.
Lo intentó Prodhomme a falta de 13 kilómetros, pero lo suyo duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks. Contraatacó Lazkano y aunque el grupo que llegaba por detrás mandado por el UAE se esforzaba para atraparlos, la ventaja del campeón de España crecía cuando la carrera se hacía más dura. Y Lazkano, feliz, se ajustó el maillot y sonrió. Los días de trabajo en Sierra Nevada tienen premio. Y allí se vuelve con la aceituna de oro bajo el brazo.
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