Bádminton
El final más cruel para Carolina Marín: se retira de la semifinal lesionada otra vez en la rodilla
La española mandaba con claridad en el marcador contra la china He Binj Jiao por 21-14 y 10-5 cuando su rodilla volvió a ceder
Las palabras que hay en el diccionario no aciertan a definir lo que le sucedió a Carolina Marín, porque “cruel” se queda corta. No pudo haber un final más injusto para la onubense en los Juegos Olímpicos de París. La jugadora española mandaba en su semifinal contra la china He Bing Jiao, arrasaba, no se le iba a escapar de ninguna manera el acceso a la final de bádminton, era un ciclón en disposición de intentar repetir la medalla de oro de Río 2016, pero el deporte volvió a ser duro con ella. Precisamente después del éxito en los Juegos brasileños la vida se le llenó de obstáculos: primero se rompió la rodilla derecha (enero de 2019), poco después falleció su padre en plena pandemia y, a las puertas de los Juegos de Tokio (junio de 2021), se rompió la rodilla izquierda. Pero llegar a la capital de Francia se convirtió en su alimento, en la motivación diaria para la dura recuperación que tenía por delante. El agujero en el admite que entró, las dudas (¿me pasa todo a mí? ¿volveré a ser la que era?) las combatió poniéndose el reto olímpico. Tenía la medalla de oro en el fondo de escritorio de su móvil para mirarla cuando se levantaba y continuar con las sesiones de fisio, de entrenamientos agotadores. Cuerpo y mente estaban preparadas, pero en París lo que le esperaba era otro golpe. El deporte es alegría, algunas veces; derrotas, muchas más; y también puede llegar a ser despiadado.
Con 21-14 y 10-5 a su favor ante He, tras un salto, apoyó la rodilla derecha... Y le cedió. Es un gesto rápido, no parece nada, pero es letal. Pim, pam y adiós. Ni un segundo pasa. La jugadora española se fue al suelo y el grito en el Arena Porte de la Chapelle fue general: "Nooo"; y dio paso al silencio, a gente con las manos en la cabeza, tapándose los ojos... No podía ser, otra vez... Pero sí fue. Carolina se quedó un rato tumbada en el suelo, mientras la fueron a atender. Miró a su entrenador, Fernando Rivas: “Me he roto”, le dijo. “Ella conoce perfectamente esa sensación”, explicaba después el preparador. Carolina se sentó en el banquillo, pese a que sabía lo que sucedía, estaba tan metida en la competición que todavía pensaba en darse una oportunidad. Se protegió la articulación y volvió a la pista. Dio un par de saltitos para activarse y comenzó el partido de nuevo. Se jugó un punto... Y perdió tras dar un par de raquetazos, pero es que iba arrastrando la pierna. Era sobrecogedor. “Ella siempre lo intenta, ya sabéis que lo intenta todo, pero era imposible”, aseguraba su técnico. Incluso probó una vez más, pero, efectivamente, no tenía sentido. En ese momento ya sí se vino abajo. Se tiró al suelo de nuevo y empezó a llorar de manera desconsolada. Todo su equipo la fue a arropar. En las rodillas se le veían las cicatrices de las antiguas lesiones. Al final se levantó. Las asistencias entraron con una silla de ruedas para llevársela, pero ella dijo que no. Con lágrimas, se fue al centro de la pista mientras el aplauso fue atronador y eterno, de minutos, mientras daba las gracias o pedía perdón con las manos. Se marchó de la pista cojeando, pero por su propio pie.
Una leyenda
El sueño se convirtió en pesadilla. Estaba como nunca Marín y el oro, aunque en la final esperaba la número uno, la coreana An Se-Young, era una posibilidad porque ella estaba cada vez más convencida. Su rodilla no le dejó intentarlo. "Carolina está hundida. Es todo muy cruel y no tenemos palabras", expresó Fernando Rivas, que salió a la zona mixta resoplando, sorprendido por toda la gente que había, que estaba allí para contar el pase a la final y lo que tuvo que contar fue un drama. ¿Y qué le dijo ella? “Que no es justo, que no quería acabar su carrera así”. ¿Y qué pensó él? “Que no es justo, creo que Carolina se merecía acabar los Juegos, gane o pierda, pero disfrutarlos”. No se sabe si será el final de la carrera deportiva de una jugadora que ha ganado un oro olímpico, tres mundiales (más una plata) y siete Europeos, una chica de Huelva que ha sido el terror de las jugadoras asiáticas, de países en los que el bádminton es religión. Con 31 años, el regreso parece complicado si se cumplen los peores pronósticos, pero tampoco tiene mucho que demostrar, es una leyenda de su deporte. La prueba la tuvo en los ánimos de los aficionados: españoles, chinos o franceses chillaban: "Carolina, Carolina". "Ahora hay que hacer las pruebas, estar tranquilos y aceptar lo que hay", finalizó Rivas. En los pasillos del Arena Porte de La Chapelle todo eran caras tristes. Hasta los voluntarios preguntaban a los periodistas españoles con mucho pesar.
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