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Bádminton

Carolina Marín ya está en semifinales después de una charla sanadora que trajo de regreso a la "loba"

La española sigue con el sueño de ganar su segundo oro tras vencer a la japonesa Aya Ohori (21-13 y 21-14). Jugó como en casa en un Arena Porte de la Chapelle repleto de banderas de España

Carolina Marín ya está en semifinales de los Juegos Olímpicos de París ASSOCIATED PRESSAP

El partido de octavos de final de Carolina Marín en los Juegos Olímpicos de París fue un susto que llevó a un cambio. ¿Un punto de inflexión? De momento, parece que sí. La estadounidense Zhang puso a la jugadora española de bádminton en el alambre y antes de los cuartos de final hubo un cambio de planes. "Ayer tuvimos un día largo con el entrenador. Teníamos pensado venir a entrenar por la mañana, pero fue más importante prepararme mentalmente. Tuvimos una conversación bastante larga con Fernando [Rivas, su entrenador] y mi psicóloga María”, explica Carolina. Era la cabeza lo que había que trabajar. “Debo poner el foco en atreverme para ganar estos Juegos Olímpicos, no centrarme en ganar o perder, olvidarme de tener miedo a perder, sino centrarme en lo que tengo que hacer para superar a la rival”, analiza.

Una loba

La terapia funcionó, y en los cuartos de final se vio a una jugadora decidida que no dio ninguna opción a la japonesa Aya Ohori (21-13 y 21-14), número diez del mundo. Su convicción fue tanto en la pista como fuera. “Estoy muy contenta no sólo por ganar el partido, sino por cómo he estado hoy, la determinación, esa loba que digo que me define mucho que cuando agarra y muerde no suelta hasta el final”, afirmó, mientras veía cómo en las pantallas se estaba jugando el partido de cuartos del que saldría su rival entre las dos chinas, con sorpresa: Bing Jiao He ganó a Yu Fei Chen (21-16 y 21-17), la campeona olímpica.

Jugó como en casa Carolina en el Arena Porte de la Chapelle, la instalación del bádminton de los Juegos, llena de banderas españolas que ya iban poblando el camino desde el metro. Todos los detalles están cuidados en esta cita olímpica y para que los espectadores no se pierdan, el suelo en la calle está lleno de dibujos de plumas de bádminton que llevan al pabellón. “España, España”, gritaban los aficionados antes de que salieran las jugadoras. Parecía Huelva, por decir el lugar en el que nació Marín, pero podía haber sido cualquier otro lugar de nuestro país.

Parecía España

La española fue presentada. La grada gritó “Carolina, Carolina”. Salio seria, en modo competición. No se dejó intimidar por el arranque de Ohori, muy agresiva con un par de remates al cuerpo. Es un torbellino en la cancha Carolina. Marca los tiempos, pide el cambio del volante, que, como curiosidad, están hechos con plumas de ganso, pero tienen que ser las del ala izquierda; habla con el árbitro, que un par de veces le llama la atención, pide permiso para secarse el brazo y darse un respiro...

“Sí, sí”, decía con la cabeza a su técnico, Fernando Rivas, cuando se puso 3-2. Era la primera vez que mandaba en el marcador y ya no perdió la delantera, mientras escuchaba el “A por ella, oé”. El 16-9 fue un punto impresionante que perdió, pero que le sacó una sonrisa porque antes del golpe definitivo había hecho una defensa imposible. Se lo estaba pasando bien. Le costó un poco cerrar el set, pero no se le podía escapar y no lo hizo.

"Parece que estoy loca, pero..."

La ventaja en el segundo parcial la tomó antes. Hubo un momento de duda en mitad, con tres errores suyos y un gran punto de Aya para reducir la distancia a 11-9. “Vamos, vamos”, se reafirmaba Carolina. Habla constantemente consigo misma. “Parece que estoy loca, que quizá lo esté, pero el foco lo tengo que poner en qué tengo que hacer, por eso repito el plan, me animo, veo los errores desde una posición lejana para que no me afecte”, desveló. Le puso solución rápido con un remate cruzado cuando parecía que iba a tirar al otro lado, que dejó sin respuesta a su rival. Vuelve a charlar con el árbitro para que sequen la pista y aprieta el acelerador. El grito más grande fue el del 14-9, mirando al público, que no dejó de animarla. Un volante que deja pasar y que se va fuera pone el punto y final. Marín se pone los brazos en jarra: aquí estoy. No para todavía, otra conversación con el árbitro, saluda a la rival y después al público. Ya puede mantener la sonrisa. Entra en modo relajación hasta el siguiente partido.