Piragüismo
La plata del K4 corona a Saúl Craviotto
El líder de la embarcación que también forman Marcus Cooper, Carlos Arévalo y Rodrigo Germade iguala a David Cal como el español con más metales olímpicos, cinco. Alemania se llevó el oro
España buscaba el oro en el K4 500, no lo negaban, pero enfrente había otro barco espectacular, el alemán, liderado por Ronald Rauhe, leyenda de su deporte, desde finales del siglo pasado ahí con participación en seis Juegos Olímpicos, y que terminó imponiéndose en un final muy apretado, por 226 milésimas. Lo peleó el barco español hasta el último instante y ganó una plata que en un primer momento dejó un sabor agridulce, porque así es la ambición con la que iban a Tokio Saúl Craviotto, Marcus Cooper, Carlos Arévalo y Rodrigo Germade, pero que tiene mucho valor. La alegría no tardó en llegar. Estaban contentos en el podio. Este metal sirve para llevar a Craviotto al Olimpo del deporte nacional, porque iguala con David Cal como el español con más metales de la historia en unos Juegos. Son cinco, nunca ha fallado: logró un oro en Pekín 2008, una plata en Londres 2012, un oro y un bronce en Río 2016 y ahora, este segundo puesto. Saúl fue quien colgó las medallas a sus compañeros. “Me lo han pedido ellos, supongo que por ser el veterano, y yo encantado”, decía después. Marcus fue quien se la puso a él. La sonrisa empezó a aparecer en sus rostros. “Evidentemente queríamos el oro, pero esta medalla pesa toneladas. Nadie se imagina el camino que hemos pasado para llegar hasta aquí estos cinco años. Hemos competido genial, estoy orgulloso del trabajo de mis compañeros, de mi entrenador, de mi equipo. Lo hemos dado todo”, decía Craviotto en TVE.
Fue una dura batalla entre dos colosos. España había mostrado sus cartas en las dos rondas previas, siendo los más rápidos. A su lado estaba Alemania, a la que habían derrotado en mayo (estaban invictos en todo el ciclo olímpico hasta ese momento), por lo que sabían lo que les esperaba. El duelo fue de los buenos. Salieron fuerte Craviotto y compañía y tomaron ventaja en los primeros 250 metros, pero se esperaba el cambio de los germanos. Fueron limando la pequeña distancia poco a poco, su piragua recuperaba sitio centímetro a centímetro, deslizándose por el agua, parecía que España aguantaba, pero en el tramo último, en los 50 metros definitivos, fueron superados. Es una prueba brutal. Un esfuerzo corto, pero continuado, tan intenso que al pasar la meta el cuerpo necesita un rato para volver en sí, para recuperarse. Tíos enormes buscando aire, la sensación de mareo, de agotamiento, y después de todo eso, ya sí, levantar los brazos.
El K4 ha sido como una obsesión para España durante todo el ciclo olímpico. Es el barco que muestra el nivel del piragüismo en un país porque hay que juntar a cuatro deportistas fantásticos. Hay unos cuantos más, de ahí que el selectivo del pasado marzo fuera tan intenso y con acusaciones de todo tipo. Pero la polémica quedó atrás y había meses para seguir la puesta a punto, porque no es lo mismo remar en individual que hacerlo de forma colectiva, a la vez, sin pelearse con el agua para que fluya. Y si Craviotto, por ejemplo, mete un poco más la pala en el agua, el resto tratar de hacer los ajustes necesarios. Hay que ver también las posiciones ideales en la embarcación, y tener la piragua perfecta, fabricada en Portugal... Tantos detalles. Por eso el esfuerzo, la medalla de plata, deja un buen sabor de boca final, cedido el oro además ante un rival enorme.
Saúl es el primero en el barco, la leyenda, el infalible, y lo ha vuelto a hacer, con una pregunta en el aire: ¿irá en París 2024 a “desempatar” con Cal? El próximo ciclo olímpico son sólo tres años. “Eso es lo que me dice mi entrenador, me intenta convencer...”, afirmaba el líder de la embarcación antes de ir a Tokio. Con la medalla, sólo pensaba en unas largas vacaciones, pero después admitió: “Está cerca y creo que tenemos un poco de cuerda...”. Detrás de él, Marcus Cooper, el joven que sorprendió en Río 2016 con su oro en K1 1.000, con una remontada memorable, y que en sus segundos Juegos también ha logrado medalla; el mallorquín que lo pasó mal en el confinamiento, que casi perdió la forma, pero en cuanto se pudo salir la recuperó para vivir este momento. “Después de las dificultades que hemos tenido estos cinco años, acabar así para mí vale oro”, reconocía. Tercero, Carlos Arévalo, el piragüista que dejó atrás la decepción de no haber estado en los Juegos de Río; esa vez le tocó vivir la otra cara en el selectivo, y pensó en dejarlo; entró en el ejército, algo que siempre había soñado desde pequeño, para encontrar cierta estabilidad, volver a recuperar la ilusión, coger una pala de nuevo y ahí está, subcampeón olímpico. “Y orgulloso de representar aquí a toda España”, dijo el militar. Y el último, pero no menos importante, Rodrigo Germade, el gallego que todo el mundo quiere tener a su lado porque no hay otro igual para embarcaciones de grupo: él se adapta a todo y siempre logra la sincronización. Son un cuarteto que ha hecho historia.
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