Testigo directo
Mundial de Qatar 2022: El odio mueve el mundo (y el fútbol)
Los aficionados argentinos, después de la derrota ante Arabia Saudí, se consuelan esperando una derrota de Brasil
«Qué gol hizo ese muchacho», gritaba un argentino en el restaurante de un hotel de Doha después de que Richarlison marcara de chilena el segundo tanto de Brasil ante Serbia. Un elogio que escondía un insulto sordo, que nunca llegó a nacer.
Un numeroso grupo de argentinos se había plantado delante del televisor con la esperanza de ver estrellarse a su gran rival. Aplaudían cada amago de los serbios de acercarse a la portería brasileña con la esperanza de no ser ellos los únicos desgraciados que perdían en su primer partido contra un rival que no venía a cuento.
Alemania también perdió contra Japón, pero los alemanes les pillan más lejos y no es comparable el sentimiento de placer que genera una derrota de los tetracampeones del mundo que una de los brasileños.
No hay sentimiento más fuerte que el odio ni placer más intenso que el del mal ajeno cuando se desea con todas las fuerzas. A menudo se apunta al dinero o al sexo como las fuerzas más poderosas para mover el mundo. Pero es el odio la palanca principal y más cuando se trata de fútbol, un deporte capaz de sacar lo peor de la gente y multiplicarlo.
Por suerte, las decenas de argentinos que miraban atentos al televisor para ver caer a Brasil eran pacíficos ciudadanos y no barras bravas, y simplemente sus voces se fueron silenciando con el paso de los minutos y la caída de los goles brasileños.
Acabó el partido, se levantaron y se llevaron su silencio mientras rumiaban la frustración de no poder ver una derrota de Brasil. Eso sí, con la esperanza de verlos caer más adelante. Aunque sea en semifinales, como en su Mundial en 2014, pero a ser posible con un 1-7 como entonces. Eso es la auténtica felicidad.