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Despedida

Andrés Iniesta se retira y anuncia que quiere ser entrenador: "Hubiera jugado hasta los 90"

El excentrocampista, leyenda del Barcelona y de la selección, cuelga las botas en un emotivo acto en Barcelona

Iniesta abraza a dos de sus hijosLorena SopênaEuropa Press

Francisco Martínez
Francisco Martínez

Creada: 08.10.2024 19:45

Última actualización: 08.10.2024 19:45

«Hemos llorado al principio», le susurraba Paolo Andrea a su padre, Andrés Iniesta. La trayectoria del futbolista manchego ha estado llena de lágrimas. La mayoría han sido de felicidad, por todo lo ganado; algunas de pena y las de ayer de cierta nostalgia, de «orgullo», el del hijo (uno de los cinco hijos) por el padre, y antes, el «orgullo» del padre por su carrera. No por los 40 títulos ganados o las cuatro Champions o el Mundial o el gol de Stamford Bridge o el gol de España a Países Bajos en Suráfrica 2010, el gol «celestial, que supera lo físico», como lo definió él; sino por «cómo un chico de Fuentealbilla», un pueblo de Albacete, «llegó a cumplir su sueño de ser futbolista profesional (‘‘¿Qué posibilidades había?’’, se preguntó) y «por el cariño que ha recibido de la afición». Iniesta, de 40 años, anunció que cuelga las botas, aunque como decía el eslogan del acto de despedida, «el juego continúa». «Ya no será corriendo detrás de balón, será desde otro lugar», desveló, pues su intención es la de seguir ligado al mundo del fútbol en los banquillos. «La pelota te extrañará y nosotros también», le escribía en redes sociales Messi, uno de sus mejores socios. La pelota, si pudiera, también lloraría, porque pocos futbolistas la trataron tan bien a lo largo de la historia como Iniesta.

Lágrimas soltó el pequeño Andrés cuando con doce años abandonó su pueblo para ir a La Masia el «viaje» de su «vida». «Hoy tengo la suerte de estar aquí con las personas que hicimos ese viaje: mis padres, mi abuelo y yo. Este viaje comporta todo el trabajo, el sacrificio, la humildad, el esfuerzo... La Masia me cambió para siempre. Era el lugar donde mejor podía estar para potenciar todos los valores que puede haber en la vida», recordaba ayer. El impacto del cambio le costó los primeros días, semanas, meses, en los que lloraba echando de menos su casa. «Lo pasamos mal», contaba para este periódico Jorge Troiteiro, quien fuera su compañero de habitación, el otro fichaje manchego. «Éramos los más pequeños porque en aquella época solían fichar a chicos con 14 o 15 años y nosotros teníamos 12, pero la gente con la que convivíamos, estaban Valdés, Puyol, Xavi, Motta, Arteta, Reina..., que eran más mayores, nos ayudaban. Siempre estaban encima. Éramos una familia», prosiguió Troiteiro. Era el año 1996. Cuatro años después, Serra Ferrer lo llamó para entrenar con el primer equipo, y ahí no lloraba, ahí «temblaba» de la emoción, de ver el sueño más cerca. En 2002 Van Gaal le hizo debutar en un partido oficial, en la Champions contra el Brujas. Todavía lo recuerda como el momento más importante, junto con su estreno en el Camp Nou. «Era el día de Reyes, contra el Recreativo de Huelva. Después, vino lo que vino». El que le dio el pase de su primer gol fue Luis Enrique, que después lo entrenó. «Eso simboliza la evolución, el paso de ir de las categorías inferiores al primer equipo», reflexionaba Iniesta.

En medio, la gloria deportiva.

Con el Barcelona ganó su primera Champions en 2006. Empezó esa final en el banquillo, pero al descanso Rijkaard lo sacó para ocupar el puesto de Edmílson, el mediocentro defensivo, y desde ahí empezó la remontada ante el Arsenal. Ya nadie le quitó el puesto. Fue titular indiscutible y protagonista en el mejor Barcelona de siempre con uno de los mejores centros del campo de la historia del fútbol, el que formaban él, Xavi y Busquets, con Messi más adelantado. Guardiola era el entrenador, y lo que recuperó ayer el técnico fue cuando en el arranque de Liga (derrota con el Numancia, empate con el Racing), tenían «un punto de seis, pero él se acercó y dijo: ‘‘Vamos bien, ya lo verás’’». «Y eso fue un chute de energía que no olvidaré», admitió Pep, que en la final de la Champions en 2009 puso a Iniesta de titular pese a que tenía una lesión muscular en el aductor. No podía chutar, pero sí regatear y pasar, y eso ya es mucho. «Lo pasamos muy bien, no fue lo que ganamos, era además cómo lo hacíamos, cómo entrenábamos, cómo la gente estaba esperando a ver el siguiente partido... Fue mágico, único», explica el jugador.

El gol del Mundial

Con España (131 partidos) su «otra piel», fue uno de los héroes que encadenaron Eurocopa-Mundial-Eurocopa entre 2008 y 2012, y el que logró el gol más importante, el que hizo levantar a la selección su primera Copa del Mundo. Pero insiste: «Ese gol lo marcamos todos los que luchamos por conseguir eso. Yo tuve la oportunidad de estar ahí para hacerlo», afirma, acordándose de entrenadores y jugadores que pasaron por la Roja, estuvieran con él o no. Lo celebró enseñando la camiseta del fallecido Jarque, rival en el Espanyol pero, sobre todo, su amigo. «Su magia nos animó desde donde estuviera», opina Iniesta.

Se fue del Barça en 2018 y pasó por Japón, donde se convirtió en ídolo y donde su familia fue creciendo; y, el último año, por Arabia Saudí, pero ya pensando en preparar la siguiente etapa de su vida. «Jugaría hasta los 90», bromeó. «No puedo estar lejos del fútbol. Estoy empezando el curso de entrenador. Los que me conocéis sabéis que soy bastante cabezón y espero poder tenerlo», deseó.

Así fue el acto de despedida de Iniesta

Actualizado a las 19:45