Vuelta a España
Vuelta a España. Roglic, como si no hubiera pasado el tiempo
El esloveno, ganador el año pasado, se impone en la subida a Arrate y es el primer líder de la carrera
La Vuelta llega con dos meses de retraso por culpa de la pandemia, pero parece que no hubiera pasado el tiempo desde la última vez. Primoz Roglic defiende el número 1, el del ganador, y el maillot rojo que recibió en Cibeles el año pasado. Y el esloveno encadena un maillot rojo con otro, como si la Vuelta de 2020 fuera la continuación de la de 2019.
La primera etapa terminaba en Arrate, un puerto de primera capaz de distinguir a los candidatos a luchar por la Vuelta. Y entre ellos, el mejor fue Primoz Roglic. Lanzó un ataque poderoso en el último kilómetro y llegó con tiempo suficiente de arañar la bonificación y un segundo más de premio ante sus rivales.
Roglic dice una cosa con la boca y otra con las piernas. En las conferencias de prensa previas a la carrera dejaba la duda de quién es el líder de su equipo, el Jumbo Visma. Pero Arrate hizo evidente que el líder del Jumbo y de la carrera es él. Dumoulin, el otro aspirante, se quedaba colgado por detrás, de la mano de Alejandro Valverde.
Por delante, los que se suponen verdaderos rivales de Roglic, Carapaz y Enric Mas. Roglic y el Jumbo ejercen de jefes de carrera desde el principio. Marcan el ritmo en las subidas, conscientes de que al final las piernas más fuertes son las esloveno. Y la cabeza, también.
No es fácil superar un golpe como el que sufrió Roglic en la penúltima etapa del Tour. Con la carrera controlada desde el comienzo, se jugaba el triunfo en su especialidad, la contrarreloj. Y allí lo superó Pogacar como un avión. Lo normal es que Roglic se hubiera quedado para siempre sentado en el asfalto de La Planche de Belles Filles, torturándose por la oportunidad perdida. El Tour era suyo y se lo arrebataron en el último momento. Pero Primoz se levantó y volvió a volar. Superó a Alaphilippe en la línea de meta de la Lieja-Bastoña-Lieja y ha empezado la Vuelta como si no hubiera pasado nada. Con la misma rutina de siempre y Sepp Kuss acompañándolo hasta donde ya sólo sus pedaladas le pueden dar la victoria.
Ineos compite, se resiste a dejar de ser el mejor equipo del mundo. Y trata de imponer el ritmo que más conviene a las piernas de Carapaz. El ecuatoriano es el líder del equipo, no hay duda. El respeto a la historia hace que Chris Froome mantenga el dorsal número 1 del equipo y que comparezca en las conferencias de prensa de los favoritos al triunfo final.
Pura formalidad. Froome se dejó ir ya en la subida a Elgeta, un puerto de tercera que seleccionó el grupo de los mejores antes de llegar a Arrate. El recorrido de la Vuelta no admite a corredores que lleguen con la idea de ponerse en forma en las primeras etapas. Es exigente desde el comienzo y la primera etapa castigó duramente al africano.
Perdió 11 minutos y 12 segundos en la meta y despejó las dudas sobre sus posibilidades de ganar la Vuelta. Lo suyo suena a despedida, a una nueva era o una nueva glaciación en la que casi han desaparecido todos los ciclistas que dominaron el mundo en la última década y, con ellos, la generación siguiente, la destinada a sucederlos.
Llegan los nuevos, criaturas que apenas superan los veinte años o treintañeros como Roglic, de explosión y escaso desgaste. El esloveno se subió tarde a la bicicleta, pero con firmeza. En Arrate dio su primer golpe para conseguir su segundo maillot rojo.
Enric Mas llegó con los mejores, demostrando que el maillot blanco de mejor joven que luce ahora se le queda pequeño. El balear pide más. Al menos, Enric ya sabe que es el verdadero líder de Movistar.
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