Espectacular cogida de Pulido y una gran resaca en la última de Valdemorillo
García Pulido, que tomaba la alternativa, y Perera pasearon una oreja cada uno y Ureña se fue de vacío con una deslucida corrida de Alcurrucén
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La faena de Juan Ortega del día anterior era el runrún que nos llevaba a la plaza de vuelta. No sabemos si como aliento o condena. Esto es así. Con el placer de haberlo visto y con el pesar de no saber cuándo ocurrirá de nuevo. Es lo que tiene los misterios del arte. Del puñetero arte que te atrapa hasta convertirte en absoluto dependiente. Ocurre a veces que la rutina de miserias te hace olvidar el sentido último del toreo y de pronto un día las piezas encajan de nuevo. Ocurre también en la realidad. El toreo y todas sus circunstancias es un micromundo exportable a la vida y sus infinitos desafíos. A Valdemorillo regresamos, con el frío entre los huesos, que no la memoria, para ver a Perera, Ureña y la alternativa de Pulido, que tiene siempre un acto de solemnidad, de haber llegado hasta ahí con no poco esfuerzo y un quintal de sueños a las espaldas. Y soñar en este mundo de imágenes fingidas e impostadas con crear en el abismo de la muerte no deja de ser extraordinario.
Y buen fondo acabó por tener el primer toro de la tarde, el que quedará para el recuerdo por ser el de la alternativa. A esta ganadería hay que darle tiempo y fue agradecido. Tuvo duración después y repetición en la poderosa muleta de Pulido, ya convertido en matador. Solvencia y cercanías impuso a la faena para cortar un trofeo.
Grandón fue el sexto también, como toda la corrida, que se había hecho larguísima. Nos trajo la emoción por los caminos del miedo. Pulido vivió el milagro mayúsculo al salir ileso de una cogida imposible, porque el pitón viajó con agresividad por todo el cuerpo sin prenderlo. Para estar agradecido. Se repuso y no volvió la cara. No es poco. El de Alcurrucén no era para fiarse. Matarlo era de trago amargo.
Gordo, rematado y bajito fue el segundo, que salió descolgado desde el principio y tuvo después sus muchos desafíos. Le puso la cabeza a cavilar a Perera desde el principio. Por el derecho tenía medias las arrancadas, pero humilladas y repetidoras. Había dónde rascar. Al natural, en cambio, le pegó un gañafón tremendo en el primero y aunque Miguel Ángel siguió no logró cruzar la barrera de fundirse. La faena fue larga y siempre en esa diatriba.
Un quite al cuarto concentró la atención y los ánimos, dispersos por aquel entonces. El toro apuntaba maneras, más noble y claro que los anteriores, pero la mansedumbre apareció en el momento más inoportuno y en cuanto Perera lo apretó un poco tiró para tablas. A partir de ahí al poder del matador se unió el efectismo y los circulares hicieron el resto. La estocada baja apretó para el trofeo.
El tercero era un señor toro que además no le dio en ningún momento por emplearse. Descompuesto, pendiente de todo y nada, apretó en banderillas un mundo y llegó a la muleta lleno de incertidumbre. No sabíamos si pasaría por ella con cierto desdén o serio peligro. Paco Ureña, su matador, lo intentó con largura, pero había poco que hacer. Tan solo abreviar por aquello de contribuir a amenizar el espectáculo.
Parado y deslucido fue el quinto, al que Ureña logró meter en vereda, pero de ahí a hablar de transitar emociones hubo un mundo insalvable. La misma faena, pero la mitad, se hubiera agradecido. Los tiempos en la vida son clave. El frío nos devoró por dentro. Y la resaca. La resaca de Ortega.
VALDEMORILLO (MADRID). Tercera de feria. Se lidiaron toros de la ganadería de Alcurrucén. Lleno en la plaza. El 1º, con buen fondo, calidad y duración; 2º, complicado; 3º, deslucido y difícil; 4º, con calidad pero rajado; 5º, deslucido; 6º, reservón e incierto con fondo de mansedumbre.
Miguel Ángel Perera, de obispo y oro, pinchazo, estocada (saludos); estocada baja (oreja).
Paco Ureña, de verde oliva y oro, pinchazo, estocada corta, aviso, tres descabellos (silencio); dos pinchazos, nueve descabellos, aviso (silencio).
García Pulido, que toma la alternativa, de azul celeste y plata, estocada trasera y caída (oreja); pinchazo, estocada (saludos).