Feria de Abril de La Maestranza: Luque enmienda a La Quinta y a El Juli
El torero de Gerena corta un meritorio trofeo al quinto de la tarde; al madrileño se lo negó el presidente del buen primero en la Feria de Abril de Sevilla
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Iba camino de los seis años «Detenido» y como a todos se nos notan. Salió a la espera de que ocurrieran las cosas sin ir a buscarlas ese primer ejemplar de La Quinta, que apuraba esta Feria de Abril repleta de éxitos en el ruedo y en taquilla. El Juli se fue a buscarlo y nada más verlo fue como si las piezas le encajasen de pronto. Fue lo único raro que hizo el toro. Animalito. Después fue todo temple, ritmo y nobleza en el engaño de Julián, al que se entregó de principio a fin. La larga faena del madrileño contó con muchas intermitencias, un sí pero no, correcto pero sin llegar a romperse de verdad con la calidad del toro que embestía muy por abajo y despacio. Ya al final por el derecho le tomó la medida en la mejor tanda alcanzando el momento más explosivo, que supo rematar con la espada. Se le pidió el trofeo, que el presidente no dio. La vuelta tuvo sabor y enfado monumental. Había calado.
La tarde había cambiado de manera radical cuando llegamos al cuarto. Apenas nada quedaba de aquellos ánimos. El de La Quinta fue austero en sus arrancadas, al paso y de nulo poder. A El Juli no le gustó, no lo vio claro y tardó nada y menos en andar por la cara y coger la espada, con la que resolvió como pudo.
Iván García y Arruga se desmonteraron con el segundo bis, entre otras cosas porque son dos buenos toreros. El titular se había partido una pata y a este la faltaba las ganas de comerse el mundo, las mismas que le sobraban a Luque después de su faenón al principio de feria, con todo lo que había pasado después. No hubo lugar. Así que se justificó y fue a por la espada. Esta vez el toro dijo nones.
El quinto fue uno de esos toros de La Quinta que tenía buen fondo, pero reservón, paradote. Cualidades suficientes para que muchos justificaran que el toro no servía. Fue una delicia ver a Daniel Luque con el animal. Su manejo de las distancias, su capacidad para tocar con los vuelos, siempre bien colocado, dando las ventajas al toro, sin tensionar. La cosa fluía ahí abajo, entre los pitones del toro logró lo imposible: meter al reservón en la muleta y que las largas embestidas del animal se cosieran al engaño del sevillano. Una auténtica maravilla de oficio y corazón. Es la versión mejorada de Luque. Sin aspavientos, sin conformarse, capaz de cruzar líneas y queriendo hacerlo en honor a la verdad para sostener el toreo auténtico, porque en algún momento se ha debido preguntar quién quiere ser en esto y la respuesta la tiene clara. Se fue derecho por la espada y el trofeo supo a gloria.
El tercero fue al caballo en un tercio de interés y casi ahí acabó la gracia de la faena. Llegó a la muleta al paso, con la raza justa y embistiendo muy despacio. En algunos momentos en los que Pablo le cogió el aire al toro el muletazo olía a lentitud tremenda, pero no fue lo normal. Aguado abusó de querer dejársela muerta y se quedaba él por detrás y entre eso y que el toro apenas tenía nada hubo poco que hacer. Más complicado fue el sexto. Por el derecho se metía por dentro por arriba y tenía menos entrega, era más incierto. Aguado quiso, pero le costó imprimir poder a su faena y el toro eso lo notaba. Al filo siempre, acabó por pasar al toro, no torearlo (siempre detrás). La feria se había puesto cara estos días como para que valiera todo.
Ficha del festejo
SEVILLA. Toros de La Quinta, bien presentados. El 1º, noble y con calidad y ritmo tremendos; 2º, como sobrero, deslucido; 3º, al paso y bajo de raza; 4º, embiste despacio, al paso y desrazado; 5º, noble pero muy parado; 6º, embiste un punto por dentro pero interesante. Lleno.
El Juli, de verde botella y oro, estocada (vuelta tras petición); tres pinchazos, estocada (silencio).
Daniel Luque, de canela y plata, estocada (silencio); estocada (oreja)
Pablo Aguado, de nazareno y oro, estocada baja (silencio); estocada corta (silencio).