Histórica Puerta Grande de Borja Jiménez con la de Victorino y Román herido grave
El diestro cortó tres trofeos y firmó los mejores naturales de la temporada y el valenciano fue cogido en el muslo derecho por el primero
Creada:
Última actualización:
Victorino Martín y todas sus incertidumbres a cuestas cerraban el fin de semana de la Feria de Otoño. No hay previsión en una plaza de toros y sí , en ocasiones, una precisión milimétrica. La que tuvo el primero para cazar a Román en un derrote. Solo uno fue suficiente para levantar los pies del suelo y herirle. Feo. En la pierna derecha, arriba, zona mala, le dejó un boquete por el que sangraba a borbotones y en nada la taleguilla estaba teñida. Pundonor tuvo para querer quedarse aún sabiendo que estaba herido grave, aun sabiendo que el toro era un marrajo que no tenía un pase. La cara de Román lo dijo todo en el mismo instante que fue herido y quiso reponerse. Al ver lo certero que había sido el victorino (y ya van unas cuantas cornadas) hubo en su rostro un ¿otra vez? La dureza de la tauromaquia es infinita. Solo ellos saben lo que pasan de puertas para dentro. Como solo ellos sabían lo que pasó más allá de la enfermería. Antes Román quiso volver a la cara del toro, al mismo que le había metido el puñal de acero y devorado el muslo, y ante lo imposible, ante el inminente peligro, se tiró a matar y hundió una estocada perpendicular. El cuerpo ya no le aguantaba más y se lo llevaron. Pronóstico grave la herida.
Lo que ocurrió después no es fácil de explicar. El segundo apretó en el capote y también en la muleta de Borja Jiménez en esa agonía que supone tener a un toro de Victorino cada más cerca, más raudo, más veloz girando alrededor del cuerpo. El toreo es un acto de fe y en este caso acabamos todos creyentes de una religión maravillosa que profesó Jiménez. El torero fue metiendo al toro en vereda, poco a poco, tragando, valeroso, sincero, sin transgredir un buen concepto y cuando nos quisimos dar cuenta le sopló unos naturales antológicos. Inolvidables, con los vuelos, una suavidad en el toque que era la antagonista de las condiciones del toro, pero este es uno de los misterios de la tauromaquia, remataba por detrás, a la cadera, que ahí es el lugar donde muere el toreo bueno para prender la llama, no nos engañemos, la mano baja hasta el final. Una maravilla. Lo mejor fue cuando él mismo se dio cuenta de su aquí y ahora. De Madrid. De Victorino y lo gozó hasta el infinito en una faena plena de personalidad en la que dejó rotundos muletazos tan profundos, como olés de Madrid, esta plaza nuestra tan insoportable como emotiva. Sin compás de espera entró a matar. La espada y todo los demás eran añadidos. Gloria lo que habíamos visto. El trofeo fue de los que valen su peso en oro y no la jarana de otras tardes venteñas.
No hubo que esperar para volver a verlo. El quite que hizo lo bordó al toro de Valadez, tercero. El toro tuvo virtudes, humillaba y repetía con la complicación de hacer hilo. Lo que desdibujó el trasteo de Leo, estocada le puso ganas.
Volvía a escena Borja Jiménez y quiso hacer las cosas perfectas al cuarto, que tenía media arrancada y él empujó la otra media. En los pocos encontró el mucho. Sin prisas, a golpe de corazón, confiando, fue uniendo esas cortas embestidas y la gente entró. De nuevo. Pero el colofón sí que tuvo los parámetros de lo inolvidable. Firmó un natural bellísimo, largo, por debajo de la pala del pitón, se había entregado tanto que olvidó que el toro se quedaba por debajo. Extrema emoción. Y merecida Puerta Grande.
A la puerta de toriles se fue Valadez con el quinto. El toro tuvo repetición, cortas las arrancadas y ese punto de emoción que definió toda la corrida de Victorino con la que no nos aburrimos. Las coordenadas de la faena las puso el toro y Valadez quiso, pero sin el poder que requería el animal.
Con todo hecho, la Puerta Grande abierta, Borja se fue a portagayola en el sexto. Se deleitó después. Tan suave todo, con los vuelos, en ese difícil equilibrio para que el toro pasara largo y a su vez dejando que se enroscara en él. Mucha belleza y verdad. El Victorino tuvo muchas cosas buenas, como la franqueza y la repetición, los defectos se los fue puliendo Borja uno a uno hasta cuajarlo por el toreo más clásico y depurado. Daba gusto verlo. Le salía todo el toreo a borbotones como a Román la sangre por el boquete que había surcado el toro. Las dos caras de una misma historia. La gloria o la enfermería. Siempre fue así. La Puerta Grande fue antológica.
Madrid. Las Ventas. Feria de Otoño. Se lidiaron toros de Victorino Martín. El 1º, peligroso y de corto recorrido; 2º, complicado y a más, agradecido; 3º, humillador y repetidor, hace hilo; 4º, de media arrancada; 5º, repetidor, humillador y de media arrancada; 6, repetidor, de corta arrancada pero muy agradecido.
Román, de verde hoja y oro, herido mete una estocada perpendicular, descabello (ovación).
Borja Jiménez, de malva y oro, estocada tendida, aviso (oreja); estocada corta tendida, aviso (oreja); estocada tendida (oreja).
Leo Valadez, de rosa y oro, estocada caída, descabello (silencio); siete pinchazos, descabellos (silencio).
Parte médico Román. Herida en el muslo derecho de 20 cms que produce destrozos en los abductores y llega al pubis. Pronóstico grave.