Ginés aspira a ser Príncipe en el regreso morantista
Marín corta dos orejas y el de La Puebla pasea un trofeo con la corrida de El Torero
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Morante volvía. No sabemos si eso era bueno o malo, porque la sombra de lo que había ocurrido la tarde de las históricas dos orejas y rabo era alargada hasta para él. Por lo visto suya había sido la idea de meter un rejoneador por delante y se anunciaron siete toros, con la actuación de Antonio Ribeiro Telles, que festejaba sus 40 años de alternativa. Casi nada. De fiesta Sevilla cerrando la feria, en su versión larga, agotadora y con temperaturas abrasivas. Un jinete portugués con un toro también de la misma procedencia, que se dejó hacer en una faena de celebración de buenas intenciones, pero sin demasiado eco.
Al segundo, primero de lidia ordinaria, le faltaba hablar. Tal y como salió de toriles ya se sabía que se iba a frenar en las telas. Y lo hizo. Rompió a partir de la segunda vara y acabó por dejarle pegar a Morante tres verónicas y una media que eran impensables cuando todo aquello comenzó. En una moneda podría haber cosido las tandas diestras sin enmendarse el de La Puebla, porque en realidad no necesitó más. Ligó los muletazos sin perder un paso, sobre el eje que era sí mismo. Al natural no pasaba el toro, no se despegaba del primer encuentro. Por la diestra encontró la sinfonía para que con una estocada encajaran las piezas y el premio, pero el toro por hechuras no era el más propicio para una plaza como Sevilla.
Cayetano se fue largo con la faena al tercero. Anduvo voluntarioso con el toro, que tendía a pararse y más en la distancia corta en la que insistía el torero, pero lo cierto es que la labor no logró alzar el vuelo y al diestro le faltó poder y recursos.
Antonio Manuel Punta se desmonteró con el cuarto, con el que lo tuvo claro Ginés Marín y no perdió el tiempo para cuajar las arrancadas del animal que eran vibrantes y repetidoras en la muleta del gaditano. A Ginés le funcionó la cabeza y el corazón en una faena ligada, de buena estructura que supo sustentar sin perder el interés, también y sobre todo al natural. Remató de una buena estocada y si bien faltó cierta profundidad al trasteo, en ningún momento quiso pasar por alto la oportunidad. Le dieron el doble premio. (¿Lo dejamos en una y media?)
En el ecuador la tarde no podía estar más interesante por todo lo que faltaba por dirimir.
Manso de libro fue el quinto, salió suelto, a la huida cuando Morante tomó la muleta. Tenía su guasa. Por el derecho le buscó el lío en esas arrancadas que nunca jamás quisieron humillar.
El sexto, que le tocó a Cayetano, era un trago. Lo supo la cuadrilla y el comienzo de faena no fue nada halagüeño. Cayetano no volvió la cara y le plantó batalla con sinceridad por ambos pitones.
Resolvió la cuadrilla de Ginés en el séptimo. Lo dejaron crudo en el caballo, se desmonteró Larios y cuando llegó la hora del último tercio las miradas estaba en el ojo del huracán. Pero falló el motor: el toro. Cuando no perdía las manos, iba y venía sin más o con la cara por las nubes. Difícil construir así. Lo intentó todo. Expuso. Arrimón incluido. La Puerta del Príncipe sobrevolaba, pero a pesar de que forzó la máquina se tuvo que conformar. Habría intentado ser Príncipe en el regreso de Morante el día después. Era mucho.
Sevilla. Se lidió un toro de Passanha para rejones y seis de El Torero para lidiar ordinaria. 1º, manejable; 2º, de manejable pitón diestro y sin querer pasar por el zurdo; 3º, noble sin continuidad; 4º, buen toro; 5º, manso sin entrega; 6º, muy complicado y con peligro; 7º, de mal estilo. Lleno en los tendidos.
Antonio Ribeiro Telles, dos rejones (saludos)
Morante de la Puebla, de caña y oro, estocada corta (oreja); media en los bajos (saludos).
Cayetano, de fucsia y oro, estocada tendida, aviso, descabello (silencio); estocada (silencio).
Ginés Marín, de coral y oro, estocada (dos orejas); pinchazo, estocada aviso (saludos).