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La surrealista "Hysteria" de Carla Nyman

El infierno vivido en el Hospital de la Salpêtrière, en el siglo XIX, da origen a una pieza que se mueve de lo sensorial a lo reflexivo y de la tragedia a lo absurdo y cómico
La escritora y directora Carla Nyman en la Sala José Luis Alonso de La Abadía, en Madrid
La escritora y directora Carla Nyman en la Sala José Luis Alonso de La Abadía, en MadridJesús G. FeriaPHOTOGRAPHERS

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A días, horas, del estreno de "Hysteria" en el Teatro de la Abadía, el estado de ánimo de Carla Nyman (Palma, 1996) no podía ser otro: "Estoy histérica". Pero no vayan a pensar en una mujer señalada por el doctor Charcot en el Hospital de la Salpêtrière, en pleno siglo XIX, por favor, sino más bien imaginen a una veinteañera en plena efervescencia que tiene energía para varias vidas. La Nyman no para. Lo mismo te saca un poemario, que te da clases, que te escribe una novela, que te dirige y firma una obra de teatro, como es el caso. "Parece que hago muchas cosas a la vez, pero son proyectos que han tenido su proceso y que han salido a la vez".
La escritora intenta "bloquear el ruido" que la rodea [y que la pone en el disparadero de jóvenes creadores con más proyección] para "ser coherente" con su propia obra. Una obra que bebe de aquí y de allá y que, sobre todo, desdibuja los límites de los géneros. "No hay una separación tajante entre ellos", afirma rotunda. "Son fenómenos que se contaminan". No obstante, ahora, que vuelve a pisar el teatro, se refiere a las tablas como un arte "más prolongado en el tiempo en el que se entra en diálogo con muchas otras personas y lenguajes". Para esta joven, el teatro debe ser un "oficio generoso" en el que el yo "no existe"; y si existe, malo. Ni siquiera los actores deben perseguir el ego del aplauso. "Todo debe remar a favor de obra". De lo contrario, "si algo se sale del ritmo, todo deja de tener sentido".
Nyman se transforma de un proyecto otro porque le gusta moverse en esas (no) fronteras del arte, aunque tampoco descarta que todo ello sea fruto de "la necesidad". Tiende a entregarse "apasionadamente", dice antes de frenar por un instante y pensar: "También puede que hay un punto de supervivencia" en esa explosión creativa, reflexiona.
De madre finlandesa y padre murciano, esta mujer dejó atrás trabajos en colegios y librerías porque "sentía que era incongruente" con "la creación", un espacio "tremendamente precario" que, durante mucho tiempo, "me obligaba a tener siempre un segundo empleo y no estar al 100% con el oficio". Sin embargo, a raíz de la pandemia, eligió "precarizarme de forma definitiva", resopla una escritora que tiembla [como todos] cuando piensa en el alquiler: "Es una brutalidad, va a ser más viable vivir en Marte que en Madrid".
El barco de Carla Nyman hoy se dirige hace esa "Hysteria" en la que da vuelo al surrealismo, como ya hiciera en la novela "Tener la carne" (Reservoir). Es el código en el que "mejor me siento", confirma quien lo utiliza "para llamar la atención sobre asuntos que damos por hecho. Me interesa para generar interrogantes. Si damos por sentada la realidad entramos en lo buenos que somos nosotros y lo malo que es lo demás; y yo no escribo para que el público se reafirme".
En esta ocasión, Nyman presenta una "Hysteria" que lleva la acción a una surrealista consulta médica: Agustina (interpretada por Lluna Issa Casterà) acude a ver al dr. Doctor (Mariano Estudillo) por un dolor que padece desde hace mucho. El especialista, empeñado en hacer bien su diagnóstico clínico, acabará absorbido por el cuerpo de la paciente. Y será ahí, dentro del organismo de la protagonista, donde dé comienzo "el descenso al infierno"; donde habitan malestares largamente reprimidos. Es el punto de partida de una obra que nace de una investigación escénica que rastrea lo que históricamente se conoce como histeria para explorar cómo llega a nuestros días dada la vuelta: en forma de depresión y manía, "los dos grandes males de nuestro siglo", puntualiza la autora. "Si la histeria responde a una descarga del malestar reprimido, la depresión y la manía son una represión de ese malestar, una negación".
Aquel infierno femenino del Hospital de la Salpêtrière se convierte así en el origen de una función que fue impulsada por las lecturas de Georges Didi-Huberman y Lola López Mondéjar. Esas 4 000 mujeres "incurables o locas" que fueron exploradas y exhibidas para mostrar qué era la histeria son los pilares sobre los que se apoya un texto que aborda una "enfermedad inventada con sesgo de género", apunta.
Para Nyman, todos somos "dementes, exploradas, invadidas". Aprovecha la ocasión para abrazar tanto la histeria como el deseo femenino, "recuperando su lugar en el lenguaje y en el mundo". "Las histéricas y los histéricos son todos aquellos y aquellas que buscan una alternativa a la lógica impuesta. La histérica no está gritando, está introduciendo nuevas palabras en el lenguaje para transformar la realidad. Y desde esa raíz, el de la liberación, la de evitar la represión y la automutilación", presenta de un montaje con un carácter "muy libre" en el que todo cabe, desde Marco Aurelio hasta Iossif Stalin y algunos tiroleses alpinos del Oktoberfest de Múnich también.
Más allá de ese trato histórico a la mujer como "loca", la autora señala en su texto al neoliberalismo, culpable −sostiene− de bastantes de los problemas de la actualidad; entre otros, de "la violencia sistémica [ya presente en la citada novela]". "No nos permite mostrarnos vulnerables, debemos portar una falsa coraza para cumplir con los eslóganes de que podemos con todo y que no necesitamos a nadie más".
Nyman entiende el neoliberalismo como la negación del otro, "pensar que en esta selva hostil tú mismo te vales y que el otro es el enemigo". Lo vemos con la inmigración, argumenta. "No te dejan confiar en el de enfrente. Es muy peligroso colocar al otro como un extraterrestre o como alguien violento. Nos hablan de sujetos herméticos separados del ecosistema cuando, realmente, siempre estamos interactuando con nuestro entorno". Con ello, "Hysteria" denuncia el intento de "meter todo en cápsulas para sentir que controlamos la realidad".
Al margen de las tablas, la escritora apuesta por una vida "nómada y elástica", sin conservadurismos. Así lo muestra en sus redes sociales, donde prima el realismo en detrimento de las "identidades que rozan la ficción y construyen una imagen perfecta dentro de la fantasía". Ella no se atreve a decir quién es. Lo suyo "es una constante transformación". Ni si quiera se reconoce de un lugar único. "De un archipiélago agujereado", intuye. Carla Nyman prefiere jugar con sus propios orígenes y asegura que son los que le permiten "trabajar con el extrañamiento y hacer que el surrealismo sea mi propio registro familiar".
  • Dónde: Teatro de la Abadía, Madrid. Cuándo: hasta el 13 de octubre. Cuánto: 24 euros.