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Richard J. Evans: "Hitler vivía en una fantasía"

En su último libro reúne las semblanzas de los hombres que hicieron posible los crímenes del Tercer Reich y explica cómo cayó la República de Weimar
El historiador Richard J. Evans
El historiador Richard J. Evansalbertoroldan.comPHOTOGRAPHERS

Madrid Creada:

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En un momento político definido por el auge del populismo y el retorno a los autoritarismos de viejo cuño, Richard J. Evans ha vuelto su mirada sobre el nazismo con la pretensión de estudiar los mecanismos que conducen a una sociedad a abandonar las premisas democráticas. En «Gente de Hitler. Los rostros del Tercer Reich» (Crítica) reúne una colección de semblanzas de los actores principales que participaron y colaboraron de manera activa con las políticas del Tercer Reich. Unas semblanzas que principian, como no podía ser de otra manera, con un retrato del mismo Führer y prosiguen después con un carrusel de controvertidas figuras, como Göring, Goebbels, Himmler, Speer, Eichmann, Heydrich o mujeres del cuño de Leni Riefenstahl o Irma Grese, entre otros nombres reconocidos.
Un conjunto de retratos que, más allá de sus aspiraciones biográficas, se adentra en los meandros psicológicos de los personajes. Alejándose de los lugares comunes, el historiador revela cómo personas en apariencia corrientes acabaron suscribiendo ideas que desembocaron en el Holocausto, la guerra y multitud de crímenes atroces. Las preguntas en apariencia son sencillas de formular, pero en ningún caso son fáciles de responder: ¿Qué condujo a individuos con una elevada formación a respaldar el nazismo? o ¿Por qué gente normal cometió terribles atrocidades? «Para que cambie la brújula moral de una sociedad se necesita algo más, se necesitan fuerzas mayores, catástrofes, como, en este caso, el crac económico de 1929, o, a una escala más reducida y próxima a nosotros, la crisis de 2008 y los años posteriores. Se requiere un shock y que este shock permanezca durante un tiempo en la cultura nacional. Pero es evidente que se requieren estas dinámicas mayores».
La sociedad se apartó de la República de Weimar.
Sí, pero es muy importante recordar que no debemos hablar de la sociedad alemana en su conjunto porque los nazis nunca superaron el 37,4 por ciento de los votos. ¿Esto qué quiere decir? Que la mayoría no quería destruir la República de Weimar. En las elecciones de 1928, Hitler obtuvo menos del tres por ciento. Fue la depresión económica lo que indujo a votar a los nazis. Los votaron todos los que querían protestar. Al tiempo, surgió mucho voto joven que apoyó a Hitler, que se convirtió en la fuerza más numerosa debido al crac del 29, que produjo un paro altísimo y una crisis sin precedentes. A eso hay que sumar la derrota de 1918 y la humillación del Tratado de Versalles.
«Los populistas creen, como los nazis, que las instituciones han traicionado a la gente»Richard J. Evans
Y llega Hitler.
Hay que tener en cuenta que el resto de los partidos, liberales y conservadores, se paralizan entre sí. Solo se puede gobernar por decreto y eso es potestad de Paul von Hindenburg, presidente de la República. Los políticos se dan cuenta de que el partido más masivo era el nazi. Franz von Papen es el que convence a Hindenburg para restaurar un estado conservador. Para conseguirlo necesita al partido nazi, porque es el que más votos tienen en ese momento. Lo que hacen es nombrar canciller a Hitler y rodearlo de políticos conservadores. Pensaban que así podían acorralarlo. Fue uno de los mayores errores de la historia.
La crisis fue una de las claves.
Sí. Quebraron bancos y el gobierno de coalición cayó porque no se puso de acuerdo en cómo combatir la depresión. La derecha quiere austeridad; la izquierda, bienestar. El sistema colapsa. Lo que tenemos es una parálisis política.
La pobreza y la desigualdad es la lección que debemos aprender hoy.
En nuestro tiempo uno de los problemas que tenemos es que, debido a que el marxismo y el comunismo están desacreditados, es difícil lidiar con la pobreza y la desigualdad. Estos asuntos han caído en los hombres populistas de derechas cuyas soluciones son espurias.
Hoy vemos muchos paralelismos con entonces. ¿La perspectiva de la democracia es sombría?
Es oscura. Los populistas creen, como los nazis, que las estructuras existentes de gobierno han traicionado a la gente. Estos líderes creen que tienen una línea directa con las personas, y, en ese sentido, existe cierto paralelismo con los nazis. Hitler era un populista, pero los populistas de hoy en día no son como Hitler. Ellos no comparten la característica fundamental del nazismo y el fascismo, que es el militarismo, el deseo de militarizar a la sociedad y de que todo el mundo lleve un uniforme del ejército y, además, invadir Polonia o el Norte de África. Ahora los populistas tienden a ser aislacionistas. Trump, en ese sentido, no es un nazi. Los populistas de nuestro tiempo tienen miedo a la inmigración, desde Trump hasta Meloni. Alternativa por Alemania, la extrema derecha en ese país se mueve en el resentimiento del estatus económico y, puede que no pida perdón por el nazismo, pero tampoco propone invadir Polonia.
«Hoy la pobreza y la desigualdad han caído en populistas de derechas con soluciones espurias»Richard J. Evans
El odio que acumulaba Hitler fue un factor determinante.
Mucho de lo que se ha escrito sobre Hitler lleva a la confusión. Aquel era un momento en que hablar en directo era políticamente importante, porque antes no había la televisión. Había que dirigirse a las masas en mítines y esto es lo que a Hitler se le daba bien. Sus discursos estaban muy preparados y eran muy eficaces. Su mentalidad era la de un jugador. Le gustaba el riesgo. Esto lo vemos en la guerra. Él creía en la guerra como una fuerza de la voluntad. Cuando un general reorganizaba el frente, lo veía como una cobardía. Pero, es cierto, el núcleo de la política de Hitler era la violencia y el odio. Después del Putsch, en 1923, decidió la ruta legal para alcanzar el poder reuniendo votos. Se centró en unas campañas que fueron exitosas, pero lo hacía con la violencia en las calles, que cada vez aumentaba más. Durante unas elecciones murieron más de 400 personas, algo impensable en una democracia.
Palabras cortas, mesianismo, eslóganes, usar las nuevas tecnologías vigentes, en su momento la radio y la cartelería... Eso eran sus campañas y esto lo vemos hoy.
Sus campañas estaban organizadas por Goebbels, un fanático, pero muy talentoso para ese trabajo. Goebbels y Hitler usaban apodos insultantes para sus oponentes, pero lo imprescindible es que Hitler estructuraba sus discursos con cuidado, no como otros políticos de hoy en día que saltan de un tema a otros. Él, sistemáticamente, comenzaba a hablar despacio. Con pausas. Hacía que le escucharan. Cuando tenía a la audiencia en el bolsillo, construía sus ideas, rodeado de las SA, de música... Lo llevaba todo a un clímax y arrastraba a las masas a la emoción. Las ideas que decía parecían banales, pero la manera en que las decía era muy poderosa. Ahora tenemos una variedad de medios de comunicación: internet, redes sociales... Entonces dependían de los discursos al aire libre, donde Hitler desplegaba su talento. Siempre estaba preparado y nunca leía de un papel. Era espontáneo y recurría a frases religiosas, con paralelismos entre él y Jesucristo.
«Es depresivo constatar que cuanto más subes en los rangos de las SS, más personas con doctorados te encuentras»Richard J. Evans
¿Hitler vivía en una fantasía?
Sí, Hitler vivía en un mundo de fantasía. Si lees «Mi lucha», en él ya se presenta como un gran líder de Alemania, pero, en 1928, su partido solo tiene un 3 por ciento de los votos. Su fantasía se ve en la guerra. Creía en la fuerza de la voluntad y que con ella podías conquistar territorios. En sus fases más tardías se iba desviando cada vez más de la realidad hasta que en los últimos meses movía pequeñas unidades en los mapas que no existían.
Habla aquí de Karl Brandt.
Casi ninguno de estos hombres y mujeres que colaboraron con los nazis admitían su responsabilidad después de que cayera el Tercer Reich. Karl Brandt es interesante por eso. Era un cirujano de éxito. Cuando un conductor cercano a Hitler se estrelló y tuvo grandes lesiones, Brandt lo cuidó y lo curó. Hitler pensó que si tenía un accidente debería tener a este médico cerca. Llegó muy alto y también llegó a ser responsable del asesinato masivo de personas con discapacidades. En concreto de 200.000. Fue juzgado en Núremberg y en el juicio no era capaz de entender que había violado la ética de la medicina, una ética aceptada, al matar enfermos. Aseguraba que solo quería ayudar a la humanidad. En ese sentido, este tipo de personas son muy peligrosas... Es un hecho muy depresivo constatar que cuanto más subes en los rangos de las SS, más personas con doctorados te encuentras.
¿Los nazis que sobrevivieron eran conscientes de lo que habían hecho? ¿Se arrepintieron?
No, los exnazis no creían en las imágenes que les mostraron en los juicios de Núremberg, por ejemplo. Pero también es cierto que después de la guerra no resurge el nazismo. Lo que empujó a los alemanes occidentales a apoyar la democracia fue el milagro económico y la prosperidad de la década de los cincuenta y los sesenta. Comprobaron que la democracia sí que podía traer prosperidad. La República de Weimar, en el 18, no la trajo.