El placer de charlar
En su segundo montaje, la compañía Los despiertos protagoniza a las órdenes de Pablo Rosal una fábula sobre el placer de la conversación desinteresada y el poder que esta tiene para estimular la imaginación
![Los actores de la compañía en un acto de la representación El placer de charlar](https://imagenes.larazon.es/files/image_1600_900/uploads/2025/02/05/67a3a52bf033f.jpeg)
![Raúl Losánez](/assets/images/logo_default.webp)
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Eusebio (Luis Rallo) es un escritor que regresa después de veinte años a la que fue la casa de campo de sus abuelos. Quiere construir en ese entorno una cabaña que le permita encontrar la inspiración y el sosiego. En ese ínterin, desde finales de la primavera hasta el otoño, se relacionará de manera casual y episódica con una cocinera llamada Matilde (Israel Frías) y con Manolo (Alberto Berzal), un albañil local. Las conversaciones sin un objeto predeterminado de estos tres personajes, conversaciones que brotan simplemente del deseo o la necesidad de charlar, constituyen la esencia argumental y conceptual de esta propuesta titulada ‘A la fresca’ que ha escrito y dirigido Pablo Rosal para la compañía Los despiertos, formada por los tres actores mencionados. “Parto de algo muy mundano, como es salir al freso, para tratar de elevar ese acto casi a la categoría de manantial del cual emergen todas las cosas importantes”, explica el dramaturgo.
Tal y como ha venido haciendo en sus anteriores trabajos, Rosal, que afirma haber tenido siempre muy presente en sus cuadernos y sus notas este tema de la “conversación al fresco”, vuelve a apostar de manera voluntaria y decidida por “un teatro poético, en el que no hay acción ni hay un claro conflicto a la manera hollywoodiense, podríamos decir”. “Siempre he considerado el teatro o el escenario como un lugar de paz -añade-, como un lugar tranquilo y de encuentro, un lugar de confianza en el ser humano y en la vida. Y en ese lugar todo está vivo: el vaso, la botella, la mesa, el sombrero…; todo tiene importancia. Es en este escenario en calma, en paz, hermoso, armónico, donde me gusta contar las cosas”.
«Son conversaciones al margen del mundo en las que pueden ser analfabetos y soñar»Pablo Rosal
Esas cosas que quiere contar están muy relacionadas con otras que ya ha contado, aunque de manera quizá diferente, en otros proyectos. Si en ‘Hoy tengo algo que hacer’, su anterior trabajo, el tema fundamental era la sobreestimulación y la sobreactividad que padecemos todos en estos tiempos, en los que la obsesión por ‘hacer’ nos ha anulado la
capacidad y el deseo de reflexionar sobre eso que hacemos y por qué lo hacemos, ahora, en ‘A la fresca’, el tema es para su autor “la magia y la gracia que le estamos quitando al mundo” con esa sumisión absoluta “al ‘hacer’ más y más cosas”. “Nos hemos quedado sin imaginación -apunta-; hemos entregado las llaves de nuestra casa y nuestra alma al materialismo. Incluso a la casa de campo ideal que todos tenemos en la cabeza, a la casa de nuestra infancia o de nuestros abuelos, ha llegado ese materialismo para ensuciarlo y contaminarlo todo”. En este contexto, las charlas al fresco de los tres protagonistas, espontáneas y desinteresadas, servirán para que todos ellos vuelvan a conectarse y reinterpretar el mundo. “Son conversaciones al margen del mundo – confirma Rosal- a través de las cuales pueden, precisamente, volver a pensar, a soñar y a realfabetizar el mundo. En este sentido, la obra es una especie de teoría y de puesta en práctica de lo que significa salir al fresco. Creo que esa conversación gustosa sin un propósito específico es en verdad connatural al ser humano”. En cuanto al contenido de las pláticas en la ficción urdida por Rosal, hay una premisa que impone el personaje del escritor: hablar de cualquier cosa excepto de sí mismos y sus problemas. “Simplemente se dejan llevar por asociaciones de palabras y de ideas, sin otro propósito; es el juego por el juego -explica el director-. Y es así como consiguen estimular la imaginación, hacer que vuelva a florecer en ellos”.
La naturaleza del humor
Uno de los aspectos que llama la atención del espectáculo, antes de su estreno en Madrid, es que Israel Frías encarne un personaje femenino. Dado el proverbial humor que suele atravesar las obras de Rosal, había interés en la presentación del proyecto por saber cómo ha planteado ese trabajo del actor. “Tenía claro que el personaje de la cocinera debía ser femenino, y me daba igual que lo hiciese un actor -aclara-. En realidad, está todo tratado en un nivel muy arquetípico, muy estereotipado, muy de fábula; no hay un estudio psicológico de los personajes. En cuanto al género de la función, sin querer dar muchas pistas sobre la naturaleza de ese humor que ya todos damos por hecho que habrá, Rosal no tiene dudas en describir la obra como “una fábula cómica y poética”: “Está muy acotada dentro de ese género; creo que en estos días ir a los géneros esenciales, si no es revolucionario, sí es al menos muy necesario. Es importante compartir un alimento claro y sencillo con el público”.
Después de haber sido dirigidos por José Troncoso en ‘Los despiertos’, una función cuyo título sirvió también para dar nombre a la compañía, que iniciaba así su andadura, la troupe formada por Luis Rallo, Alberto Berzal e Israel Frías se pone ahora en manos de Pablo Rosal para explorar otros retos, formas y posibilidades teatrales. Igual que ocurre con otras compañías formadas exclusivamente por intérpretes -como es el caso, por ejemplo, de T de Teatre- parece que el camino emprendido por Los despiertos irá discurriendo en virtud de la colaboración puntual que hagan, en cada nueva propuesta, con un autor y director distinto.