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Una celebración straussiana de la OFGC

Obras de Richard Strauss y Elisa Cancio. Krassimira Stoyanova, soprano. Iván Siso, cello y Adriana Ilieva, viola. Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. Karel Mark Chichon, director. Auditorio Alfredo Kraus. Las Palmas, 7 de marzo de 2025.
Una celebración straussiana de la OFGC
La OFGC ha rendido homenaje a la Sociedad Filarmónica de Las Palmas de Gran CanariaSabrina Ceballos
Gonzalo Alonso

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La OFGC ha rendido homenaje a la Sociedad Filarmónica de Las Palmas de Gran Canaria en el 180º aniversario de su fundación con un programa dirigido por Chichon, su titular, con Richard Strauss como gran protagonista y el estreno absoluto de la obra ganadora del 3er Concurso para Compositoras Canarias de la Fundación OFGC: “La danza oculta” de Elisa Cancio.
La propia Cancio describe la obra ganadora del concurso en el que sólo pueden participar mujeres: “La danza oculta” nació a partir de dos acordes tocados al azar en el piano, cuya sonoridad inspiró una atmósfera de magia y ambigüedad. Sobre esos acordes tomó forma una melodía, y a partir de ella se fueron desarrollando, poco a poco, las distintas secciones de la pieza. La obra es una especie de danza que juega con la indefinición métrica y armónica de manera fluida, generando una sensación de movimiento y cambio constante, con el arpa y la melodía entrelazándose como hilos conductores”. Ocho minutos de escritura tradicional, no lejana a las bandas sonoras tan en boga y que, no sólo se deja oír con agrado, sino que entusiasmó al público, algo bien raro en un estreno. El problema surge cuando a continuación suena el Strauss postrero de los “Cuatro últimos lieder”, más actuales aún y eso que no dejan de ser también algo anacrónicos para la época de su composición.
El agudo sentido melódico-armónico de Strauss, la riqueza de su orquestación sensual y envolvente y su sensibilidad para adecuar el discurso sonoro a la expresividad de los textos poéticos se conjugan para lograr la extraordinaria belleza y la trascendencia de sus “Vier letzte Lieder”. No lo puede expresar mejor García del Busto en sus notas al programa de mano. Krassimira Stoyanova los cantó con gusto, con partitura, más atenta a las notas que al texto, con la clase de una muy buena soprano que se mantiene a los sesenta y dos años y que fue primorosamente acompañada por el maestro Chichon. Cuando se toca así, con un inspiradísimo final del “Im Abdendrot”, la emoción llega al oyente.
“Don Quijote” (1897) no es obra que se programe con frecuencia y razones las hay: dos solistas -cello y viola- a los que se une el violín y una muy compleja orquestación que obliga al director a mantener una atención y control absoluto para que un pequeño acorde a destiempo no hunda toda la interpretación. También porque tiene a su alrededor “Así habló Zaratustra” (1896) y “Vida de héroe” (1898). Chichon contó con dos solistas de la propia orquesta, lo que siempre supone un valioso estímulo para toda la plantilla. Iván Siso y Adriana Ilieva pusieron toda la carne en el asador, quizá con más sonido la viola que el cello y toda la orquesta se lució, especialmente el violín y el trompa, como ya lo hicieran en los lieder, pero también el oboe. Chichon supo reflejar tanto el lirismo y la belleza de loa pasajes de ensueño idealista del protagonista como la potencia de las más tumultuosas de las diez variaciones de la obra, planteando un final sereno, con un Don Quijote que muere satisfecho. Las grandes ovaciones lograron que cello, viola y violín concediesen una de las “Variaciones Goldberg” en una curiosa transcripción.