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Bad Bunny: el reguetón es más político de lo que piensas

El nuevo disco del puertorriqueño confirma el espíritu combativo del sonido más bailado del planeta
El cantante puertorriqueño Bad BunnyServicio Ilustrado (Automático)
La Razón

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El primer paso antes de escribir sobre reguetón y política es advertir de un malentendido muy frecuente: demasiada gente piensa que el contenido disidente de una canción está solamente en su letra –el famoso «mensaje»– y en la militancia política del artista que la canta. Este es un concepto muy anticuado, que queda desmentido en la historia del reguetón: su mayor carga política reside en el uso de los cuerpos como instrumentos de placer. La lógica podría ser la siguiente: si el sistema me exprime de lunes a viernes en trabajos físicos –Bad Bunny, por ejemplo, era reponedor de supermercado–, yo tengo mi revancha durante el fin de semana buscando el placer con la misma intensidad con la que me explotan. Tampoco es algo nuevo, sino una versión caribeña y macarra de lo que hacia Tony Manero en «Fiebre del sábado noche» (1977). 
La música urbana en español tampoco renuncia a la militancia clásica. Recordemos el verano de 2019, cuando los superventas Bad Bunny, Residente (ex Calle 13) y Ricky Martin encabezaron manifestaciones populares de medio millón de personas –se dice pronto– en San Juan de Puerto Rico. El objetivo era sustancial: conseguir la renuncia del gobernador, Ricardo Rosselló, detestado por sus chanchullos y por unos chats que confirmaban su homofobia y misoginia. La sociedad boricua se movilizó para destituirle, las tres estrellas pop se pusieron al frente y juntos ganaron el órdago. Es una pequeña gesta política que nunca han alcanzado mitos de la canción protesta anglosajona como The Clash, Bob Dylan y Rage Against The Machine, por poner tres ejemplos clásicos.
Además de encabezar las concentraciones, Residente y Bad Bunny compusieron un himno combativo que sirvió como banda sonora del levantamiento, titulado «Afilando los cuchillos». «Tú no eres hijo del cañaveral, escoria/ tú eres hijo del cabrón más corrupto de la historia», rimaba Residente. «Y que se enteren ‘‘tos’’ los continentes/ que Ricardo Rosselló es un incompetente/ homofóbico, embustero, delincuente/ a ti nadie te quiere, ni tu propia gente», remataba Bad Bunny. Más allá de los comentarios soeces, los chats de Roselló desvelaban cómo ponía en circulación escándalos inventados en los medios para tapar sus corruptelas y su incompetencia a la hora de hacer frente a los daños del Huracán María.

Luto y feminismo

En esa época, Residente ya era un veterano de las reivindicaciones políticas. Su momento de mayor voltaje fue «Querido FBI», una letra rabiosa de 2005 en la que denunciaba el imperialismo gringo en el Caribe, tras el asesinato del líder del movimiento machetero. «Ahora voy a explotar con estilo/ en el nombre de Filiberto Ojeda Ríos/ me tumbaron el pulmón derecho, pero todavía respiro/ me voy a los tiros, pero todavía respiro/ a los federales con piedras les tiro/ y si no hay piedras, pues les tiro con güiro/ con lo que sea, tumbaron al hombre, pero no a la idea /a ‘‘tos’’ los federales los escupo con diarrea/ me dan nausea, me dan asco/ yo sé que estoy perdiendo los cascos/ por culpa de ustedes, jodíos brutos/ la Calle 13 está de luto», recitaba en este himno, que se hizo viral en la isla. Hoy el vídeo oficial de Youtube tiene más de un millón seiscientas mil visitas, a pesar de la crudeza de su denuncia.
A más de uno le puede explotar la cabeza con el siguiente argumento, pero la nueva música urbana en español tiene otra carga de profundidad política que ofrecer en el campo del…¡feminismo! Lo explica mejor que nadie la diva dancehall Bad Gyal en una entrevista de 2018 en el programa «El Bloque»: «Me flipa cómo se habla de las mujeres en las letras de reguetón. Lo que yo veo, y después no valoramos, es que se describe a una mujer libre. Se la anima a que se comporte como quiera, aunque alguna de sus canciones están mal vistas en la sociedad. También se habla de que hay muchos tipos de cuerpos bonitos, no solo uno, mientras que quizá en la música pop blanca, no latina, no afroamericana, nos ha hecho quedarnos con un modelo de mujer que es mucho más opresor que el del reguetón, o de cualquier otro estilo», destaca.
El enfoque de Bad Gyal es mucho más feminista que nuestra izquierda política. Muchos recordarán que en marzo de 2022 las juventudes del Bloque Nacionalista Gallego lanzaron una campaña de acoso y derribo contra Chanel, enrrabietadas por su triunfo en el Benidorm Fest. Le criticaban que celebrase su disposición al placer corporal con letras como «Siempre estoy ready para romper caderas» y «Con mi bun bun, le tengo dando zun zun». Incluso acusaron a Chanel de hacer apología de la prostitución por decir en otra rima que no tenía problemas monetarios. El viejo puritanismo que prescribe a las mujeres cómo deben comportarse en una pista de baile.
Por suerte, quedan teóricas feministas como Laura Viñuela que ofrecen interpretaciones más empáticas: «Hay mucho de xenofobia en la polémica sobre el machismo de Maluma. Se es más duro con los reguetoneros que con los artistas occidentales porque sigue vivo el arquetipo del Latin King. Es más cómodo pensar que maleduca a nuestros hijos alguien de fuera que admitir que lo hacen Alejandro Sanz, Melendi, Guns N’ Roses y los Rolling Stones, que son igualmente sexistas, aunque no hablen de correrse y de follar sin condón. Por eso con ellos saltan menos las alarmas», explicaba en 2016. Lo único que consigue este tipo de feminismo antiperreo es crear un cortocircuito entre el placer que produce la música y la culpabilidad por disfrutar letras presuntamente machistas, algo parecido a un padre autoritario de los años cincuenta que te regañase por disfrutar de Elvis Presley.
Otra activista feminista, June Fernández, también lleva defendiendo que el reguetón es feminista desde hace más de una década. «En el tango, la mujer baila hacia atrás; el hombre dirige y controla el espacio. En la salsa o en la bachata, otro tanto: él decide cuándo la hace girar, cuándo la acerca y la aleja, cuándo la estrecha contra él. (…) Pero la cosa es que el reguetón, que es bastante suelto, es de los bailes caribeños que más margen de maniobra ofrece a las mujeres. Yo puedo decidir si me pego o no, si me doy la vuelta, puedo marcar el ritmo, puedo tirarme al suelo, apoyarme en la barra, irme a bailar sola, regresar… ¿Por qué los citados bailes en los que la mujer tiene cero margen de maniobra no han sido tachados de machistas? Porque del reguetón, estoy convencida, lo que escuece no es el machismo, es que nos sonroja», señalaba en 2013.
Al contrario que en Europa, muy pocos adolescentes de Puerto Rico y Panamá pasan los sábados en encerrados en su cuarto escuchando a artista depresivos como Billie Eilish, Radiohead, Nirvana, Muse o The Cure. En Hispanoamérica, la alegría musical es innegociable, aunque haya excepciones que confirmen la regla. Esto es una actitud combativa ante las privaciones materiales. Otro importante factor político del reguetón es el idioma en el que se expresa. Puerto Rico es parte de Los Estados Unidos, un estado libre asociado, pero los artistas reguetoneros escogieron desde el principio cantar solo en español. A pesar de ser bilingües, ninguno ha graba versiones de sus canciones en el idioma del imperio gringo. Desde España muchos les miran con menosprecio, pero solo por los oyentes que han ganado para nuestro idioma merecen gratitud eterna. Como dijo una vez Ramiro Villapardierna, cuando era director de La Oficina del Español, han hecho más Bad Bunny y Shakira por nuestro idioma que el Instituto Cervantes.
Cerramos volviendo a la actualidad: Bad Bunny está en la cima del Olimpo del pop por su capacidad de combinar las dos facetas políticas, la militante y la hedonista. En 2022 ya publicó un cortometraje sonoro titulado «El apagón», donde criticaba la gentrificación de Puerto Rico y los cortes de luz en los barrios populares, provocados por unas empresas eléctricas que solo piensan en su beneficio a corto plazo. Ahora vuelve con nuevo álbum, «Debí tirar más fotos», donde dispara contra la anglosajonización de la isla, la pérdida de la vida comunitaria y el escaso orgullo nacional. Hay canción protesta y reivindicación de géneros latinos clásicos como la salsa, la bachata, el bolero, la bomba y la plena. Guste o asuste, la música urbana latina actual es el género más vivo del planeta pop. Y el más rebelde.