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David Summers: “Antes éramos más libres, ahora hay mucha tontería”

Es un buen tipo que aún disfruta cuando pisa un escenario. Como si no hiciese cuarenta años que llena teatros. La película “Voy a pasármelo bien”, de David Serrano, rescata temas de Hombres G, un grupo imprescindible en la historia de nuestra música
Descripción de la imagenDavid JarLa Razon

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David Summers es, ante todo, un buen tipo. Amable, atento, cariñoso y humilde. Y eso desconcierta cuando estás ante quien lleva 40 años subido con éxito a un escenario, que lo mismo te llena el Teatro Real que el Madison Square Garden y, además, el día 12 estrena la comedia «Voy a pasármelo bien», dirigida por David Serrano, que incluye temas con los que hasta tres generaciones se desgañitan aún. «Es muy emocionante ver en primera fila a los más pequeños, críos de diez años cantando, que casi podrían ser mis nietos», exagera divertido. Y es que Hombres G ha visto desde esos escenarios cambiar al público y a la propia industria. Pero él sigue disfrutando y entusiasmándose, casi asombrado. «Es que puede parecer que hay algo premeditado, el diseño de toda una carrera perfecta, con cada paso medido para perdurar», explica, «y no es así. Ha sido todo mucho más improvisado, más intuitivo, más libre. Yo disfruto cada día con lo que hago. Me acuesto tranquilo y satisfecho de haber hecho otro día lo que me gusta, lo que quiero y lo que sé hacer, estar en ello y seguir divirtiéndome. De no hacer daño a nadie. Lo único que tenía claro cuando empezábamos es que no quería tener un jefe, que debía ser yo el que marcara mi ritmo y me diera las órdenes. Y eso la música me lo ha permitido».
Pero no solo de improvisación e intuición vive el hombre. O se mantiene una banda, quizá la más importante y longeva del pop-rock en España. Ahí hay talento, esfuerzo y trabajo. Aunque Summers le resta importancia cuando se lo digo, como si le incomodase que la constatación de este hecho pareciera un halago. Y también hay creatividad. Una que el músico trae de serie y que su padre, el gran y añorado Manuel Summers, supo ver e incentivar: «Pasaba mucho tiempo fuera de casa por su trabajo, pero siempre nos motivaba a mi hermano y a mí a dibujar o escribir un relato que inventásemos, a crear. Se lo dejábamos para que él lo encontrase al regresar ya tarde. Y entonces nos premiaba con un regalito. Eso nos ayudó para desarrollar nuestra creatividad, para esforzarnos cada día y sorprenderle, a fomentar esas capacidades que teníamos y que él supo ver, reforzando aquello en lo que teníamos talento. Nunca nos regaló los peces, lo que hacía era darnos la caña con la que pescar». Y pescaba el pequeño David en un entorno privilegiado: su abuelo Francisco Summers, fiscal del Tribunal Constitucional, era también pintor. Y el hermano de éste fue nada menos que el pintor e ilustrador Serny. Su padre, Manuel, inolvidable director de cine, trabajó como dibujante para míticas revistas satíricas como «La Codorniz» o «Hermano Lobo». Y su tío Guillermo se convirtió en un brillante presentador y guionista de televisión.

El don de la palabra

David, que, claro, también dibuja, recuerda su infancia sin estridencias: «Para mí era lo normal, era mi familia, y no fui consciente entonces de que ese entorno, para mí cotidiano, era en realidad tan excepcional. Pero ahora, con mis hijos, trato de hacer con lo que mi padre conmigo: motivarles y alentarles en sus talentos». Ávido lector, además, es un hombre culto e inquieto pendiente del debate público y de la actualidad informativa y para quien importa la palabra: «Tengo la suerte de contar entre mis amigos con grandes escritores y columnistas a los que admiro: Pérez-Reverte, Juan Eslava Galán, Jorge Bustos, José F. Peláez, Guillermo Garabito, tú… Respeto mucho a los que tenéis el don de contar, de trabajar con las palabras y de hacerlo bien. Disfruto de vuestra compañía y, de hecho, yo creo que paso más tiempo con gente que escribe que con músicos», ríe. «Fíjate que incluso en mi trabajo tengo muy presente la palabra. La letra para mí es importantísima, casi me atrevería a decir que un ochenta por ciento. Una buena melodía con una letra mediocre o pobre es una canción peor. Sin embargo, con una buena letra, el resultado es redondo, es la canción perfecta».
Hablando de letras, podríamos afirmar sin exagerar que Hombres G fueron pioneros en lo que ahora llamamos «cultura de la cancelación»: durante 1985, en su primer álbum, la séptima canción es «Matar a Castro», que les valió la prohibición de entrar en Cuba. «Fue una historia totalmente inocente», cuenta, «una canción escrita por un chaval de 17 años, que era yo, sobre un atentado político. Y elegí a Castro como podría haber elegido a Pinochet. Había leído un artículo en «Interviú» que se titulaba así, «Matar a Castro», y que explicaba que en Miami se había organizado un grupo y que habían intentado atentar contra Fidel. Me pareció interesante para hacer una canción. Pero yo en aquel momento no pensaba que nos íbamos a hacer famosos ni que nos iba a escuchar nadie, escribía entonces canciones divertidas, cachondas, sobre historias que me llamaban la atención. Y lo que pasó fue que el grupo pegó un pelotazo bestial, el tema llegó a oídos del régimen castrista y del propio Castro y me prohibieron la entrada a Cuba para siempre. ¡Para siempre! Y me jode, de verdad. De haberlo sabido no lo habría hecho. No por Castro, que nunca me cayó bien como no me cae bien ningún dictador, pero me encanta la música cubana y me encantaría poder visitar la isla. Pero es que no puedo, sigo teniendo prohibida la entrada hoy en día».

Amigos y familia

No es de extrañar, claro, con semejante experiencia, que el actual ambiente de opresión neopuritana le produzca rechazo: «Es innegable que antes éramos más libres. Hay mucha tontería hoy día, mucho ánimo de fiscalizar y controlar lo que se dice y cómo se dice. Y no es positivo para nadie, pero sobre todo para ciertas profesiones como las nuestras. Reconozco que nosotros no nos cortamos, que seguimos haciendo lo que queremos y lo que nos gusta, pero existe cierta autocensura, ese contenerte y no decir determinadas cosas para no meterte en líos». Siguen haciendo lo que quieren y como quieren, cierto, y lo siguen haciendo juntos. Que eso sí tiene mérito: «No hemos tenido nunca un problema grave. Mentiría si te dijese que jamás ha habido una discrepancia, pero las hemos solucionado hablando y sin levantar la voz», cuenta orgulloso. «Hemos tenido menos problemas entre nosotros que con nuestras parejas», bromea. «Sabemos cada uno el lugar que ocupa, que cada uno es necesario y que Hombres G es nuestro hijo. Que es lo importante. Somos amigos, son mi familia. Y eso está por encima de todo».

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