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Agatha Christie, así nació la dama del crimen

Cuando se cumplen 134 años del nacimiento de la llamada «dama del crimen», Espasa edita la biblioteca con todas sus novelas
Agatha Christie
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La escritora de novelas policíacas más famosa del mundo es Agatha Christie, la dama del crimen. Las cifras de ventas son apabullantes: un billón de copias en inglés y otro billón en distintos idiomas. Tamaña popularidad se la debe a su ingenio para urdir tramas policíacas enrevesadas y, sobre todo, a dos personajes mundialmente famosos: Hércules Poirot y la señorita Marple. Entes de ficción tan reconocibles como el Quijote y Hamlet. Cuando se cumplen ciento treinta y cuatro años del nacimiento de Agatha Christie –lo hizo en Torquay en 1890–, la editorial Espasa está recuperando en la Biblioteca Agatha Christie su ingente producción de títulos desde la primera novela, «El misterioso caso de Styles» (1920), siguiendo con los títulos que la hicieron la escritora de obras policíacas más famosa del mundo: «El asesinato de Roger Ackroyd» (1926), «Diez negritos» (1939), «Asesinato en el Orient Express» (1934) y «La casa torcida» (1949).
Muchos años después de crear a Hércules Poirot y a Miss Marple, nadie recuerda que Agatha Christie había tanteado otros personajes que no llegaron a cuajar. En su segunda novela, «El misterioso señor Brown» (1922), creó una pareja de jóvenes aventureros: Tommy y Tuppence Beresford (Tommy & Penike). Un matrimonio que recién acabada la Primera Guerra Mundial montan una oficina de detectives, pero temáticamente se acercan más a la intriga aventurera y de espionaje que la clásica trama policíaca. Durante tres décadas protagonizaron cinco novelas, pero el público les dio de lado.
El detective Parker Pyne nunca llegó a protagonizar una larga, y sus historias cortas están recopiladas en «Parker Pyne investiga», lo que es interesante, porque allí hacía su aparición la escritora de ficción Ariadna Oliver, sosias de Agatha Christie, a la que utiliza para exponer sus opiniones sobre la creación de novelas policíacas y la complejidad de su escritura. Luego fue una ayudante de Poirot en siete de sus aventuras. Ariadna Oliver es el más interesante de sus detectives femeninos, la más querida por su autora. Le vino muy bien para exponer sus ideas sobre la novela de misterio. En «Cartas sobre la mesa» (1936), charlando con Poirot le dice: «¡Lo que realmente importa es que haya muchos cadáveres! Si acaso decae la acción, un poco de sangre vuelve a reanimar… llevo escritos treinta libros… y desde luego todos son iguales».
El belga Hércules Poirot está en otra dimensión literaria. Resulta evidente que es una réplica de Sherlock Holmes, aspecto reconocido por Agatha Christie en su primera novela, «El misterioso caso de Styles», donde la autora lo presenta con las características que lo harían famoso: de pequeña estatura pero porte muy digno. Cabeza ahuevada. Ojos de gato. Bigote engominado de aspecto militar y maniático y pulcro hasta la exasperación. Padece una cojera y ha sido un destacado miembro de la policía belga. El porqué de su nacionalidad lo explica la autora en su «Autobiografía»: «Entonces me acordé de nuestros refugiados belgas. ¿Por qué no hacer que mi detective fuera belga? Pero un oficial jubilado, no uno demasiado joven».
El narrador y compañero de Poirot es el capitán Hastings, un estereotipado y servil contrapunto del genial detective, hasta que fue abandonado por la autora al casarlo con una pelirroja. Mientras duró su amistad, es el más rendido admirador de las dotes deductivas del detective y el personaje con el que se identifica el lector, maravillado por el funcionamiento de las «células grises» de Hércules Poirot: «Se dio unos golpecitos en la frente–. Son estas pequeñas células grises las que tienen que hacer el trabajo», exclama al final de la novela. No se figuraba la autora que esas «células grises», junto a sus expresiones en francés, serían esenciales para redondear el personaje de Hércules Poirot.
Al igual que Watson, Hastings no acaba de entender el funcionamiento de esas prodigiosas células grises: «A veces creo que está loco de atar y, de pronto, cuando su locura llega al máximo, me doy cuenta de que en ella hay un método». Ese método le permite tener «pequeñas ideas». Aunque amante del método científico, alaba la intuición, a la que llama instinto: «El instinto es maravilloso –musitó Poirot–. No podemos negar su existencia ni explicarlo».
«El misterioso caso de Styles» es una novela auroral, pues en ella aparece una nueva y sorprendente presencia literaria: Hércules Poirot. Tan excéntrico como Holmes pero más familiar, Poirot se mueve a sus anchas como invitado en casas de campo de aristócratas venidos a menos junto a un pueblecito en donde todos los personajes son reconocibles: el vicario, las solteronas, el policía, el médico y el juez. Un mundo amable típico del «cozy mystery» que finaliza con la famosa reunión en la biblioteca de todos los sospechosos, en donde Poirot revela quién es el asesino y su móvil. Dicha reunión en la biblioteca es un clásico en las novelas de misterio. En «El misterioso caso de Styles» están reunidos todos los elementos para la renovación de la novela problema, que durante seis décadas y treinta y tres libros harán de Christie la dama del crimen.
El segundo personaje emblemático de las novelas de Agatha Christie es la señorita Marple, que aparece por primera vez en «Muerte en la vicaría» (1930), diez años después de su primera novela. El narrador es el cura, que habla de la sagacidad de Miss Marple, de sus dotes de observación y conocimiento de la naturaleza humana, y la presenta como una de las cuatro viejecitas chismosas que espían tras los visillos cuanto sucede en el pueblo de St. Mary Mead. Pero no ocupa el lugar protagonista hasta el final de la novela de forma un tanto precipitada. Cuenta Christie en su «Autobiografía» que no recuerda «qué me sugirió la elección de un nuevo personaje que actuara de detective en el relato. La verdad es que en aquel momento no tenía intención de continuar con ella ni sabía tampoco que incluso rivalizaría con Hércules Poirot». Partió de la hermana del doctor Sheppard en «El asesinato de Roger Ackroyd». «Una solterona un tanto mordaz, curiosa, que todo lo sabe, que todo lo oye: el servicio completo de investigación en el hogar». Pensó en su abuela Ealing, pero Miss Marple «no es una persona cariñosa, siempre espera lo peor de todos y de todo, y siempre demuestra que tenía razón».
El referente es el Padre Brown, de Chesterton: un cura católico acostumbrado a oír los pecados de los demás que conoce en profundidad al ser humano y que se sirve tanto de la intuición como de la racionalidad para resolver los crímenes. Al igual que el Padre Brown, a Marple le sienta mejor el relato corto, por eso publicó la recopilación «Miss Marple y los trece problemas» (1932), en donde esta dulce ancianita demuestra su conocimiento de la depravación humana sin perder la compostura. El personaje de Miss Marple siempre le resultó muy querido y próximo a la autora. Todo lo contrario que el pedante y endiosado Hércules Poirot, al que desde su creación, durante la Primera Guerra Mundial, deseó matarlo. Y lo curioso es que lo hizo en una novela de sus inicios: «Telón» (1975), que su editor impidió publicar entonces. Vio la luz meses antes de la muerte de Agatha Christie, el día 12 de enero de 1976.
La abuela Ealing y unos refugiados belgas fueron los referentes de estos dos geniales personajes de la literatura universal: Hércules Poirot y Miss Marple. En el cine fue la actriz Margaret Rutherford la encarnación perfecta de esta solterona chismosa que resuelve casos sin salir de su salón de te. Sin Marple no habría sido posible «Se ha escrito un crimen» y la metomentodo Jessica Fletcher. Lo curioso de Hércules Poirot es que su creadora no permitió nunca que ninguna representación de Poirot (en la imagen) apareciera en la cubierta de sus libros. Una prohibición que no respetó la editorial Molino con los maravillosos dibujos fotorrealistas de Boquet desde su aparición en los años 30.

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