Susana Fortes: «La memoria es un territorio de riesgo»
Publica “Nada que perder”, thriller ambientado en Galicia en el que la ambigüedad de los recuerdos y la fragilidad de la infancia juegan papeles fundamentales
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Blanca Suanzes ejerce ese doloroso esfuerzo de seguir adelante sin atender a desgracias pasadas. Los ojos los planta en el futuro, pero no es consciente de que aquello que no se sana termina saliendo a flote. Es gallega, pero trabaja en Copenhague, donde ha rehecho su vida. Todo parece bajo control, hasta que una llamada de teléfono de un periodista le anuncia que se han encontrado los restos óseos de unos niños. Son sus amigos, con quienes ella sufrió un accidente que no recuerda, y del que tan solo Blanca salió superviviente. Este es el arranque de «Nada que perder», la nueva novela de Susana Fortes en las que intriga, tensión, recuerdos, infancia y humedad se entrelazan.
¿De dónde nace esta historia de misterio y tensión?
Todas las novelas nacen de una obsesión. De pronto, sin venir a cuento, me asaltaron una serie de imágenes: un Land Rover subiendo por una pista forestal, un hombre con un mono vigilando por una ventanilla, el sonido de la lluvia cayendo en un cobertizo, revistas arrumbadas en una casa vieja... y fueron cobrando fuerza. Para mí, los libros no nacen de ideas ni de conceptos. Luego está el bagaje que llevas a cuestas. Yo crecí en una casa de familia numerosa, con mi abuela contando historias, y muchas eran sobre niños ahogados. La zona del Miño, que es donde transcurre la novela, es una zona de fronteras, lugares donde pasan muchas cosas, y hay mucha tradición de niños desaparecidos. Entonces, el magma de «Nada que perder» también está en esos recuerdos de mi propia infancia.
¿Qué papel juega la imaginación frente a esos recuerdos?
Uno muy importante. Cuando estamos en un proceso creativo somos todos muy insoportables, muy vampíricos, y todo lo que tenemos alrededor cuenta. No trabajo con un plan previo, sino que voy deshaciendo la madeja según avanzo, y eso me funciona muy bien para mantener la intriga. Cada uno tiene su método.
La memoria, un elemento clave de la trama, puede ser tan favorecedora como traicionera.
La memoria es un territorio de riesgo. Es selectiva. Hay cosas que no sabes que sabes. Alguna frase a la que de pequeña no dabas sentido, pero cuando creces te iluminas y, como si te cayeras del guindo, lo comprendes. Ese juego es muy rico en matices literarios.
Quien ayuda a Blanca a investigar es un periodista y no un policía, ¿por qué?
Es un mundo que conozco más. He vivido rodeada de periodistas en mi familia, mis amistades, mis amores... Algo malo he debido hacer para que esto sea así (ríe). Quería romper el molde policíaco, y me gustaba mucho poner un periodista de local, de calle, de investigación, que de repente se obsesiona con un tema y que utiliza otras armas de investigación, que no sean las policiales típicas.
No es extraño ver a Galicia como escenario de este tipo de historias ficticias, ¿hay algo en su paisaje que llama a los creadores de thrillers?
Galicia tiene un paisaje espectacular, imponente. La costa está repleta de recovecos, cuevas... no hay línea recta, al igual que en una investigación. Esto en una trama de intriga da mucho juego para mantener el suspense.
¿Qué le ha removido esta obra?
Cada novela te remueve algo diferente. Ni el lector es el mismo. Si cuando acabas un libro eres exactamente igual que cuando lo empezaste quiere decir que el libro no ha funcionado mucho. Las novelas te dejan una impronta, que no tiene que traducirse en algo concreto, pero dejan una huella, una sensibilidad especial, esa es la magia de la lectura. Cuando leo un libro que me llega, que me alcanza, durante unos días habitas en el libro, en las ideas que se te han ocurrido.