Ismaíl Kadaré: Una experiencia intelectual diferente
María Roces González, su traductora, describe su camino vital con el escritor
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Del ciudadano, del personaje Kadaré guardo nebulosos recuerdos de mi etapa albanesa (1980-1984), especialmente problemática y dura para él, pero me veo a mí misma, sobre todo, defendiendo a ultranza sus obras anatematizadas por el régimen enverista. De las actividades literarias de Kadaré en Madrid ya no sé, a estas alturas, si guardo recuerdos propios o los he tomado prestados de Lizarralde, pero la tonalidad se colorea, lo veo en varias ocasiones literalmente rodeado, respondiendo a preguntas sobre sus propias lecturas. Y de vuelta a Tirana, tres momentos: abril de 2009, con Ramón Sánchez Lizarralde en casa de los Kadaré y, más adelante, fallecido Ramón en julio de 2011, los dos encuentros en el café de el Lago con un Kadaré desbordante de ingenio, pasión y generosidad
De modo que, tras más de cuatro décadas de estrecha convivencia y con una cincuentena de sus obras vertidas al castellano, comparto absolutamente lo que decía Sánchez Lizarralde (Premio Nacional de Traducción de 1993) cuando Kadaré recibió, en octubre de 2009, el Príncipe de Asturias, acerca de la travesía kadareana de ambos: «Lo que empezó siendo un imperativo de orden ético –contribuir aquí a desmentir la deformada imagen existente de lo que sucedía en Albania, además de una suerte de remate de un itinerario vital, dar a conocer lo que nosotros, y no otros, habían tenido la oportunidad de vivir personalmente– fue convirtiéndose en una experiencia intelectual y emotiva de diferente carácter: siguiendo a Kadaré hemos recorrido el camino del cojo Byron por las sendas entre Tepelena, Gjirokastra y Janina; hemos acompañado a los correos de cabezas por las rutas que enlazaban Estambul con los Balcanes; hemos pernoctado en la inquietante Posada de los Dos Robertos y esperado la muerte inapelable en una torre de enclaustramiento. Hemos visitado los atroces subterráneos del Palacio de los Sueños y perseguido en su periplo febril a generales y curas que alzaban muertos de la húmeda paz de sus tumbas; hemos compartido la soledad de las noches con patriotas tronados, soldados insensatos y juglares de otro tiempo que recitan su letanía dramática mientras contemplan la cara de las montañas. Hemos tenido la oportunidad de bajar a desconocidos infiernos y de viajar a lomos de caballos conducidos por muertos... ».
«I dashur Ismail, i qoftë dheu i lehtë!» (Querido Ismail, ¡que la tierra te sea leve!).