Estas son las cinco claves de "Gladiator II" que no te puedes perder
Ridley Scott sigue desafiando la paciencia de los historiadores y apuesta por el uso de un apabullante despliegue técnico de musculatura visual
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Aferrándose a la idea de configurar el personaje de Lucius como un joven lleno de furia, abandonado y expulsado de su tierra, decidido a destruir la ciudad que le había creado y traicionado, Paul Mescal se pone al servicio interpretativo de un príncipe a la deriva. Con los ecos epopéyicos de su padre, Máximo (Russell Crowe) rebotando en las paredes de su propio destino, se muestra dispuesto a establecerse en cualquier lugar menos en Roma, ciudad a la que, no obstante, todos los caminos acaban llevándole. Sorprende el engrosamiento muscular de Mescal, conmueve su constante lucha por el contenido vaciado de la palabra libertad y aunque la proyección de sus arengas no llega a emocionar con la misma intensidad que las que pronunciaba Máximo, la honestidad con la que construye el conflicto personal que mantiene con sus raíces consigue atrapar por completo.
Imágenes intercaladas del fallecido Máximo en algunos de sus momentos más cruciales, la hermosísima y melódica armonía de los acordes compuestos por Hans Zimmer y Lisa Gerrard resonando mientras esa mano familiar acaricia el trigo del hogar que un día fue suyo o la repetición de frases como "lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad" y ese clamoroso "fuerza y honor" espetado antes de cada lucha, nos sitúan por fuerza como espectadores en un lugar situado entre la nostalgia, la exaltación y el rechazo. Porque es lo de siempre, pero sin ser lo mismo. Son las mismas pautas narrativas salpicadas con recuerdos visuales y sonoros de la primera parte, envueltas en un velo denso de resonancia temporal pero con una realidad distinta empujando el esqueleto de una historia que más que tener hechuras de secuela, parece un remake técnicamente mejorado.
La directora de casting, Kate Rhodes James, afirmaba recientemente en una entrevista que el director se mostró abierto a ampliar el abanico de posibilidades a la hora de confeccionar el reparto porque en todo momento era consciente de que "Roma era un auténtico crisol de culturas en aquella época, y queríamos reflejarlo en nuestras elecciones. Por eso tenemos actores de Sudamérica, Ucrania, Dinamarca, Egipto, Israel, Irlanda, Inglaterra y Estados Unidos. Intentamos incluir esa noción en nuestras elecciones". La magnitud de la producción de esta película resulta completamente abrumadora. El decorado, situado en los estudios Shepperton, a las afueras de Londres y compaginado con exteriores grabados en Marruecos y en Malta, recrea muchos de los impresionantes escenarios históricos de Roma en un área de aproximadamente ocho kilómetros de longitud.
Respondiendo con nota sobresaliente a las expectativas generadas, algunas de las escenas más espectaculares de la película tienen lugar en el legendario Coliseo romano y sus alrededores, el mayor anfiteatro jamás construido en la antigüedad. Para rodarlas, la producción regresó al Fuerte Ricasoli de Malta, el edificio del siglo XVII que había servido anteriormente de escenario para el Coliseo. Cuentan que el equipo construyó alrededor del 60 por ciento de la estructura desde los cimientos para que Scott pudiera escenificar las enormemente ambiciosas secuencias de acción. Se hizo un levantamiento topográfico del emplazamiento con drones aéreos, y a partir de ese levantamiento se creó un mapa tridimensional que se pobló con edificios en miniatura. El decorado del Coliseo era una construcción material a una escala de aproximadamente un tercio de la altura que verdaderamente tiene el Coliseo en realidad. Después de tamaño trabajo, tocaba llenarlo de agua. "Así que elevamos los cimientos un metro y medio para poder seguir viendo lo que queríamos por encima de la línea de flotación cuando lo inundáramos digitalmente. También ampliamos el arco de entrada, para poder introducir los barcos por las puertas. Lo realzamos todo de abajo arriba, pero el público lo reconocerá cuando vea la película", aseguraba el diseñador de producción Arthur Max, con el que el cineasta ha trabajado en multitud de ocasiones anteriores, incluyendo precisamente "Gladiator", "American Gangster", "Marte" o "Napoleón".
El personaje de Macrinus interpretado por Washington, bien podría interpretarse al principio como un reflejo del Próximo de la primera parte (interpretado por un también brillante Oliver Reed). Estratega, calculador, cínico e interesado, esta suerte de comerciante de armas, dueño de gladiadores y proveedor de alimentos para los ejércitos en Europa ambicioso y sustancialmente rico, se postula a pesar del desdibujamiento que sufre en el tramo final de la cinta, como una interpretación lo suficientemente rotunda como para poder postular al actor al que sería su tercer Oscar. Curiosamente la historia real de esta figura poco tiene que ver con la libérrima traslación de Ridley Scott, ya que este prefecto del pretorio intentó paliar las consecuencias de la política de Caracalla y prometió gobernar inspirado en los ideales de Marco Aurelio.