"Los gatos mueren como las personas": la perversión en todas sus formas
El director Dan Jemmett afronta su sexta producción en España rindiendo homenaje a dos de los creadores alemanes más importantes del siglo XX: Müller y Fassbinder
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Cuando Dan Jemmett era un veinteañero que se abría paso en Londres haciendo teatro, un miembro de su compañía, de origen alemán, facilitó al grupo la posibilidad de traducir a Heiner Müller y enfrentarse así, por primera vez para ellos, al que era considerado el dramaturgo más importante en el mundo germánico desde Bertold Brecht. Incluso Müller se desplazó entonces a Londres para compartir una semana del proceso de creación con aquella compañía que había decidido poner en escena su obra «Medeamaterial». Más de 35 años después, con una reconocida carrera ya a sus espaldas forjada en importantes teatros y compañías de medio mundo –Comédie-Française (París), Théâtre de Vidy (Lausana), Teatro Comunale (Bolonia), Comedia Nacional (Montevideo), Les Bouffes du Nord (París), Teatro de la Abadía (Madrid), Teatr Polski (Varsovia)…–, Jemmett decidió volver a Müller para hincarle el diente a un texto suyo que, según él, «no es precisamente fácil»: «Cuarteto». Ahí puede encontrarse el germen de esta propuesta titulada «Los gatos mueren como las personas».
Lo que ha ocurrido es que, en el entretanto de ver materializado el proyecto, se fue filtrando la influencia de otro gran creador alemán: el cineasta Rainer Werner Fassbinder. «Viendo la película ‘‘Atención a esa prostituta tan querida’’, me di cuenta de las conexiones que había entre ambos autores –explica Jemmett–. Me interesaba la idea de dos artistas que provenían de dos Alemanias distintas (Müller del Este y Fassbinder del Oeste) y que expresaban ideas similares».
Esas ideas, que sirven a su vez para nutrir su propia propuesta, no son pocas: «Violencia, sociopatía, manipulación, control, imperialismo, corrupción, delincuencia sexual… son algunos de los temas centrales de las dos obras. En ambas hay una crítica de la naturaleza terrible del poder, tanto a nivel personal como institucional. El trabajo de Müller y Fassbinder corrobora de muchas maneras la devastación y el caos de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Escribieron obras e hicieron películas en las que se dirigían a la dañada psique humana después de que la persecución, la destrucción y la locura hubieran terminado».
Por otra parte, «Cuarteto» y «Atención a esa prostituta tan querida» comparten también, a juicio del director, un elemento «estético», que es el espacio cerrado, casi claustrofóbico, en el que se desarrollan. Lo que ha hecho Jemmett es partir del marco formal y argumental de la película de Fasbinder para introducir en él la obra de Müller, que en puridad es la adaptación –cruda, distorsionada, provocadora y concentrada en sus protagonistas Valmont y Merteuil– de la popular novela epistolar «Las amistades peligrosas», de Pierre Choderlos de Laclos. De este modo, en «Los gatos mueren como las personas», cuatro intérpretes esperan en el vestíbulo de un teatro al director de la obra en la que están trabajando, que no es otro que Fassbinder, para continuar con él los ensayos.
La obra es precisamente «Cuarteto»; y su autor, Müller, está asimismo presente en esos ensayos. Las relaciones personales y profesionales dentro de ese grupo de personas permearán en la propia ficción que han de representar. Jemmett se permite así fantasear con «la idea de que Fassbinder y Müller se conozcan... o mejor aún, de que Müller escriba para Fassbinder». Se trata, pues, de un homenaje a quien él considera «dos de los artistas más sorprendentemente originales del siglo XX».
«El café» –también de Fassbinder–, «El burlador de Sevilla», «Nekrassov», «Ira» y «Luna en Marte» son las cinco obras que Jemmett había puesto en escena hasta la fecha con producción española. Y son varios los intérpretes que ya habían trabajado con él –algunos muy vinculados en su formación al Teatro de La Abadía– y que ahora repiten en «Los gatos mueren como las personas». Es el caso de José Luis Alcobendas, David Luque y Clemente García. El primero de ellos define al director como «un profesional muy riguroso y muy juguetón a la vez; es una persona muy comprometida con el trabajo, que ama al actor y a la actriz, y que es consciente de las posibilidades que estos le pueden ofrecer. Sus procesos son siempre muy creativos; y él genera un clima de confianza muy apropiado para que nosotros podamos desarrollarnos y expresarnos como artistas».
Y en ese mismo sentido se expresa Luque: «Te hace buscar cosas diferentes como actor. Todos tenemos como intérpretes nuestros propios trucos que adquieres con la experiencia y que sabes que funcionan; pero Dan te hace tener un acercamiento nuevo, cada vez, en la manera de encontrar lo que buscas; te hace, por tanto, seguir aprendiendo». También la otra parte se siente cómoda repitiendo: «Contar con los mismos intérpretes que ya conoces te permite ir llegando un poquito más lejos cada vez que vuelves a encontrarte con ellos –afirma Jemmett–; puedes seguir ahondando en esa eterna discusión entre actor y director». Otra que repite con él, claro está, es Valérie Crouzet; la actriz francesa lleva años colaborando con Jemmett, y juntos montaron la compañía Les Monstres de Luxe.
Ella misma dice que en este montaje encarna «el sentimiento del extranjero dentro del grupo» de personajes, algo que «está ya presente, en cierto modo, en la película de Fassbinder». El reparto se completa con Violeta Linde, Julia Piera y Nico Romero. En cuanto al diseño del espacio, el escenógrafo Adán Torres ha recreado la barra de un bar y el ambigú de un teatro, convenientemente iluminados por Felipe Ramos. El vestuario contemporáneo con motivos clásicos de Vanessa Actif, la caracterización de Johny Dean y el espacio sonoro y visual de Christopher Knighton son otros elementos importantes en la propuesta.